La mayoría de los gunas desplazados fueron reubicados en Isber Yala, que significa “tierra de nísperos” en lengua guna
Hace un año, la pequeña isla caribeña de Gardí Sugdub, en el archipiélago de Guna Yala, era hogar de risas infantiles, pasos ligeros en callejuelas de arena y una comunidad vibrante de unos 1,200 habitantes indígenas.
Hoy, reina el silencio. Casas cerradas con candado, pupitres cubiertos de polvo y apenas un centenar de personas que decidieron quedarse. La mayoría, migró a tierra firme.
Este traslado, realizado en junio de 2024, fue una de las primeras migraciones planificadas por cambio climático en América Latina. Científicos advierten que muchas de las 49 islas habitadas del archipiélago podrían quedar bajo el agua antes de que termine el siglo.
“Ya no estaban los amigos, los niños jugando, todo quedó tranquilito como isla muerta”, relata Delfino Davies, uno de los que se quedó, y quien guarda en un pequeño museo lanzas, tinajas y huesos, vestigios de una historia que el mar amenaza con borrar.

La mayoría de los gunas desplazados fueron reubicados en Isber Yala, que significa “tierra de nísperos” en lengua guna, a unos 15 minutos en lancha y cinco más por carretera desde la isla.
Allí, el Gobierno panameño construyó 300 viviendas de concreto, pintadas en tonos crema y amarillo, con servicios básicos como agua potable y electricidad continua.
“Allá vivíamos apiñados y tenía que buscar agua en botecito. Aquí tengo luz, agua y espacio”, dice Magdalena Martínez, maestra jubilada de 75 años.
Para muchos, el cambio ha significado mejor calidad de vida. Las casas tienen baños privados y un pequeño terreno para sembrar. Los niños ahora pueden correr, jugar fútbol y caminar por aceras asfaltadas, algo impensable en la isla, limitada a 400 metros de largo por 150 de ancho.
Sin embargo, no todos aceptan la sentencia de los científicos. Luciana Pérez, de 62 años, se resiste a dejar Gardí Sugdub. En su choza de piso de tierra, rodeada por el aroma de hierbas medicinales, afirma: “Nací en Gardí y voy a morir aquí. No se hunde nada. Los científicos no saben, solamente Dios”.
Mientras Isber Yala se prepara para celebrar el primer aniversario de su fundación con chicha fermentada y música tradicional, el futuro de Gardí Sugdub permanece incierto. El centro de salud aún está allí, deteriorado y sin agua.
El médico John Smith lamenta que las consultas han disminuido, ya que ahora los pacientes deben hacer un viaje por mar para ser atendidos.
Algunos vecinos regresan esporádicamente a revisar sus antiguas casas o dejar que otros las usen. Otros, como Mayka Tejada, dueña de una pequeña tienda, se quedan pese a la soledad.
Expertos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales proyectan que, si la temperatura global sigue aumentando, el nivel del mar subirá al menos 80 centímetros antes del año 2100. Con islas apenas 50 cm sobre el nivel del mar, la conclusión es clara: la desaparición es inevitable.
“Sacar a la gente de una isla para ponerla en otro lugar muestra la realidad que ya tenemos que afrontar en el planeta”, advirtió Ana Toni, directora de la próxima COP30.
