“No esperaba que la tragedia me tocara tan de cerca. Imaginé que podía perder a uno, dos, cinco, pero, ¿a toda mi familia?”, relata un periodista
“Encontré a mi padre tirado a 50 metros de mi casa, en la calle. Debajo de mi padre estaba mi primo, hecho pedazos. Y a unos cinco metros de mi padre mi otro primo”, relata a EFE el periodista gazatí Abdul Rahim Al Khader, después de que un ataque del ejército israelí asesinara a 38 miembros de su familia, informó la agencia EFE.
Al Khader, de 23 años, habla con gesto inerte y voz monótona. El pasado 6 de junio, él mismo grabó un vídeo corriendo entre los escombros de su vivienda en Yabalia (norte) tras conocer que había sido atacada, gritando: “¡Mamá! ¡Papá! ¿Hay alguien vivo? ¡Mamá! ¡Papá! ¡Mustafa! ¡Karim! ¡Que alguien me responda!”.
En una conversación con EFE en Ciudad de Gaza donde está desplazado, el periodista no sale de su asombro: “He cubierto muchos crímenes durante la guerra israelí, pero cuando volví a mi casa no esperaba que la tragedia me tocara tan de cerca. Imaginé que podía perder a uno, dos, cinco, pero, ¿a toda mi familia?”.
El único superviviente entre quienes vivían en ese edificio, además de Rahim, fue su tío. El hombre había ido en busca de un carro tirado por animales para evacuar, ese mismo día, a los niños y a las mujeres que poco después murieron en el ataque israelí.

El viernes, Rahim salió de casa para ir a trabajar con motivo del primer día del Aid al Adha (Fiesta del Sacrificio), una de las principales festividades del calendario islámico. Dos horas después, una de sus hermanas le llamó al teléfono para avisarle de que un ataque había destruido su edificio.
“Me dirigí con la ambulancia a la casa. Entramos con la ambulancia. En cuanto llegamos, a unos 50 metros de la vivienda, dos tanques dispararon contra nosotros y el equipo médico y yo nos retiramos del lugar”, recuerda el periodista.
Mientras esperaba a poder volver, un vecino le dijo le que había visto a su padre salir volando a causa de la explosión. Incrédulo, el periodista le insistió en si estaba seguro. “Por Dios que lo vi”, respondió este.
“Les dije a los paramédicos ‘vamos a entrar’, pero nadie quiso porque la situación era muy peligrosa. Estaban bombardeando la zona”, asegura.
Rahim terminó dirigiéndose al lugar con el chico que le había advertido sobre su padre. Se hizo con un carro tirado por un burro y, a 50 metros de la casa, comenzó a encontrar restos dispersos. Primero su padre y sus primos. Después, su hermano.
“Encontré la mano de mi madre junto a la de mi hermano, así que seguí agarrando la mano de mi madre hasta el final”, lamenta. En total, Rahim perdió a 38 familiares en el ataque, muchos siguen bajo los escombros.
“De ellos enterré a cinco y una bolsa de restos que pesaba alrededor de 180 kilos, considerando que equivale a dos adultos”, añade.
El padre de Rahim, Mohamed, trabajaba en el Ministerio de Agricultura gazatí. Otro de sus tíos para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Uno de sus primos era cirujano, y entre sus primas había enfermeras y farmacéuticas. Su tía mayor era médica obstétrica y, una más, enfermera en el Hospital Al Shifa.
Muchas de las mujeres muertas dejan huérfanos a hijos que estudian en la diáspora para seguir sus pasos en la medicina o la ingeniería.
Rahim habla ahora como refugiado en casa de su prometida, donde dice que continuará su labor como periodista en los medios que colabora: la cadena catarí Al Jazeera y la agencia turca Anadolu.
