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Petro reina en el caos

Petro reina en el caos
Presidente de Colombia, Gustavo Petro. EFE/ Carlos Ortega

El presidente de Colombia gestiona al mismo tiempo dimisiones, escándalos de corrupción, una polémica consulta popular y hasta un complot para derrocarlo

Los ministros y asesores de Gustavo Petro se han compartido entre ellos la táctica que debe usarse al pasar el umbral de su despacho. Se trata de saludar al presidente de una manera afectuosa, escuchar su respuesta y, de inmediato, plantearle preguntas muy concretas, preferentemente que puedan contestarse con un sí o un no, informa el diario español El País.

De lo contrario, las órdenes pueden no resultar claras. Petro puede levantarse cáustico, pero también expansivo. En el segundo de los casos aturde a los que le rodean. “Al presidente hay que interpretarlo”, dice alguien que trabaja en la Casa de Nariño, la residencia presidencial.

Desde que entró por la puerta ha tratado de impulsar un acuerdo nacional, una Constituyente, una consulta para aprobar algunas de sus reformas y una paz “total” con los grupos armados de la que ya no queda rastro.

Han desfilado 58 ministros, de los cuales algunos solo han durado unos meses. Casi todos se han pasado de estar a su lado a criticarle. Su mano derecha era Laura Sarabia y ahora lo es el que fuera su máximo enemigo, Armando Benedetti.

Álvaro Leyva

Solo esta semana se ha sabido que Álvaro Leyva, su primer canciller y alguien que le susurraba al oído que cambiara la Constitución y se reeligiera, complotaba para derrocarlo. Y que alguien al que colocó en uno de los puestos más importante, Carlos Ramón González, se ha fugado antes de que un tribunal ordenara su detención por corrupción. Petro reina en el caos.

Hace unos días dijo que será feliz cuando se vaya en el 2026 de Casa de Nariño, un edificio que le parece presuntuoso por su neoclasicismo, lleno de fantasmas.

Su relación con su vicepresidenta es inexistente desde que piensa que ha estado al lado de Leyva en los planes por derrocarle, aunque ella se lo haya negado y él no tenga ninguna evidencia de que es así.

Sarabia presentó su renuncia después de que la desautorizara en un lío que hay con la emisión de pasaportes, que amenaza con colapsar en septiembre. Era ella sus manos y sus ojos durante los primeros dos años de Gobierno, a pesar de que tenía 29 años.

Un día descubrió “algo” que no le gustó y primero la nombró como canciller y más tarde exhibió sus fallos en público, una invitación a que se fuera por su propio pie. No tuvo ninguna piedad a la hora de despedirse de ella en redes sociales: “Hay que poner el corazón en los más pobres, en lo justo, nunca dejarse conquistar por la codicia. La codicia es la enemiga de la revolución y de la vida. Espero que hoy Laura sea una mejor mujer de la que era cuando me conoció. Buen viento y buena mar”.

En paralelo, impulsa una votación simbólica para una Asamblea Constituyente para que sea la ciudadanía, según su visión, la que defienda sus principales reformas, como la de la salud, y otros planes de Gobierno. La aventura genera muchas resistencias en amplios sectores, no necesariamente solo desde la oposición. Lo interpretan como una manera de saltarse la potestad del Congreso y salirse con la suya mediante un referéndum en la que llevaría las de ganar al poder usar la maquinaria estatal.

Es increíble que todavía no se haya rendido. Que se levante todas las mañanas y haga frente a todas estas batallas a la vez, escándalos, problemas, corrupción. Ni Pedro Sánchez”, añade un asesor externo, importante en su elección.

Esa persona piensa que Petro sufre una disociación por el momento histórico que le ha tocado vivir (o que más bien ha detonado). Una descarga de adrenalina diaria cuya semana equivale a un mes en otro gobierno.

En cualquier caso le quedan 13 meses antes de salir por la puerta; 13 meses de un país sumergido en las aguas profundas del desconcierto.

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