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Pianista de la etnia ngäbe representa a Panamá en festival internacional

Pianista de la etnia ngäbe  representa a Panamá en festival internacional
Aymara Montero

Aymara Montero participa por primera vez en un concurso internacional

Aymara Montero, una talentosa pianista panameña de apenas 12 años y estudiante del primer año en el Colegio Benigno Tomás Argote, representa con orgullo a Panamá en la duodécima edición del festival internacional “Pura Vida Piano Experience”, que se celebra en Costa Rica hasta el próximo 14 de julio.

Originaria de la Comarca Ngäbe, Aymara se ha convertido en símbolo de talento, disciplina y superación, y desde los 6 años se ha dedicado al piano con una pasión inquebrantable, practicando tres horas diarias en un modesto instrumento que ha sido su ventana al mundo musical.

“Aymara no solo tiene talento, tiene un amor profundo por la música que se siente en cada nota que toca”, destacó su profesora y mentora, Carmen Alvarado, licenciada en música en Chile y con maestría en dirección coral en Estados Unidos.

Gracias al respaldo del Ministerio de Cultura y el Despacho de la Primera Dama, Aymara participa por primera vez en un concurso internacional, enfrentándose a pianistas de todo el mundo en un espacio que promueve el aprendizaje, el intercambio cultural y la excelencia artística.

El festival, fundado por el pianista y educador costarricense Lanzo Luconi, ofrece clases magistrales, conciertos, formación personalizada y una plataforma de desarrollo para jóvenes talentos.

“El objetivo siempre ha sido abrir puertas a jóvenes pianistas del mundo entero”, expresó Luconi.

Durante su participación, Aymara interpretará un exigente y variado repertorio que incluye: La Campanella, de Franz Liszt y Caña Dulce, del compositor costarricense Daniel Zuñiga Rondo, de Anton Diabelli.

Estas piezas mostrarán la versatilidad y sensibilidad artística de la joven intérprete, quien fusiona con naturalidad la música clásica y las raíces populares latinoamericanas.

La participación de Aymara representa no solo un hito personal, sino también un mensaje de esperanza, equidad e inclusión, es un recordatorio del poder transformador de la música y del impacto que puede tener el acceso a oportunidades en comunidades tradicionalmente marginadas.

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