El traspaso de población se produce de forma paralela a los violentos choques que han dejado más de 500 muertos
La hermana de Madda Hamad nació en la ciudad siria de Majdal Shams, que abandonó cuando Israel ocupó gran parte de los Altos del Golán en la guerra de 1967. Se marchó a los suburbios de Damasco pero espera impaciente a que el ejército agresor israelí le permita volver al que fue su hogar, en medio del cruce multitudinario de población drusa en la divisoria a raíz de la violencia desatada en el sur de Siria, informó la agencia EFE.
“Tiene 75 años. Tiene cáncer. La puedes ver, ahí está”, dice a EFE con voz temblorosa y visiblemente emocionado Hamad, que señala a su hermana. No se ven desde hace dos años, cuando se reunieron en Amán. “Espero que la dejen pasar para que pueda visitar a su familia aquí en Majdal Shams”, añade sin perder la vista de su hermana, sonriente.
El traspaso de población se produce de forma paralela a los violentos choques que se han producido esta semana en la ciudad de Al Sueida, en el sur de Siria, entre la minoría drusa, clanes beduinos y fuerzas del nuevo régimen sirio.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos eleva a más de 500 los fallecidos por ese estallido de violencia, que se encuentra ahora en un periodo de calma tras la mediación ayer estadounidense, árabe y turca. Las autoridades sirias todavía no han ofrecido un balance actualizado de víctimas.
Ante la inacción de las fuerzas israelíes, decenas de personas cruzaron de Israel a Siria en protesta por la violencia desatada contra los drusos al otro lado de la divisoria. El efecto llamada fue tal que la prensa israelí cifró en más de 1,000 el número de personas que supuestamente cruzaron.
Cientos de drusos se arremolinaban a la espera de abrazar a sus seres queridos y, cuando los soldados abrían las vallas irrumpían los aplausos en el lado israelí.
Unos 24,000 drusos viven en los Altos del Golán ocupados y en torno al 20% posee la ciudadanía israelí. Aunque la ocupación despertó gran rechazo en esa comunidad siria, los jóvenes cada vez se sienten más israelíes y hasta cumplen con el servicio militar, que es obligatorio en Israel.
“Mi hijo entró a Hader en Siria”, cuenta el druso Safadi Salim desde el lado israelí. “Le pregunté: ‘¿Cómo está la situación en Hader?’ y me dijo no, no, yo me quiero quedar en Israel”, comenta entre risas.

La distancia es tan exigua que, quienes deciden cruzar, pueden dormir en la zona controlada por Israel e irse por la mañana, o a la inversa: llegar a pernoctar en Hader y a la mañana siguiente, regresar al lado israelí.
“Queremos abrir la frontera. Si el Ejército está allí, ¿por qué nosotros no podemos entrar a ver a nuestros padres, a nuestros familiares?”, pide Salim.
Desde que el 8 de diciembre del 2024 cayó el régimen del dictador sirio Bachar al Asad, Israel expandió su ocupación llegando a controlar la zona desmilitarizada entre ambos países.
Israel aprovechó el brote de violencia para atacar a efectivos del nuevo gobierno sirio, además de bombardear el Ministerio de Defensa y las inmediaciones del Palacio Presidencial en la capital, Damasco.
