A 20 años del retiro de colonos de la Franja, el historiador y activista critica el rumbo del país y alerta sobre la radicalización de toda la sociedad
Dos décadas después de que Israel desmantelara sus asentamientos en la Franja de Gaza, el historiador y excolono Meir Margalit advierte que el país atraviesa un proceso de radicalización generalizada y corre el riesgo de repetir errores del pasado, bajo un liderazgo que no ha aprendido de la historia, informó la agencia EFE.
Desde el Instituto Van Leer de Jerusalén, Margalit reflexiona sobre su propia transformación, de fundador del asentamiento Netzarim en Gaza a férreo defensor de la evacuación y activista por la paz. Hoy, denuncia el peso de la ultraderecha en el gobierno del tirano Benjamín Netanyahu y teme que la idea de reinstalar colonos en Gaza vuelva a la agenda política, con consecuencias devastadoras.
“Este país va por mal camino y estamos en una pendiente que conduce a un precipicio. Los asentamientos en Gaza nos acercan más a ese punto en el que ya no podremos frenar”, afirmó Margalit.
Margalit, de 73 años, recuerda con claridad la decisión del entonces primer ministro Ariel Sharon de retirar a los colonos de Gaza en 2005. Aunque apoyó la medida, critica que se hiciera sin entregar el control a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), lo que, según él, facilitó la llegada de Hamás al poder.
Estaba muy a favor de la evacuación, pero no de la forma en que se hizo. Sharon le entregó Gaza en bandeja a Hamás. Si se la hubiese entregado a Fatah, hoy la historia sería otra”, asegura.
El veterano activista sostiene que el actual veto de Netanyahu a la participación de la ANP en la “reconstrucción del día después” en Gaza repite los errores del pasado, dejando nuevamente un vacío político que solo Hamás podría llenar.
Margalit explica que tanto la derecha como la izquierda israelí se han vuelto más radicales desde la desconexión de Gaza, cada una atrincherada en sus posturas. Para los conservadores, la retirada fue un error histórico; para los progresistas, un paso insuficiente hacia la paz.
Mientras tanto, la ultraderecha —representada por partidos como Poder Judío y Sionismo Religioso— ha ganado influencia y marca la pauta del gobierno, según el historiador. “Dos partidos diminutos están arrastrando al país tras ellos”, lamenta.

Margalit admite que, por momentos, lo invade la desesperanza. “Lo que más me preocupa ahora es cómo convencer a mis hijos de irse del país”, confiesa.
Pero también se aferra a una esperanza moderada, inspirada en su conocimiento de la historia.
“Conozco casos donde, de pronto, ocurren milagros geopolíticos. El muro de Berlín cayó. El apartheid en Sudáfrica terminó. El péndulo puede cambiar de dirección”, dice.
Y concluye con una razón personal para no rendirse: “Tengo nietos aquí. Tengo que ser optimista, porque si no, ¿cómo los ayudo a ellos?”
