Negando la declaración de hambruna en Gaza, Trump y su administración están ofreciendo apoyo incondicional al régimen del primer ministro israelí
La confirmación por parte de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), organismo de las Naciones Unidas con sede en Roma, de que se está produciendo una hambruna en la provincia de Gaza no debería sorprender, dijo este martes el editorial del diario francés Le Monde.
Durante meses, organizaciones no gubernamentales con reconocida experiencia en Gaza y agencias de la ONU, en primera línea desde que la estrecha franja de tierra se convirtió en una prisión a cielo abierto, han estado anunciando lo inevitable. La nueva ofensiva militar con la que el Estado judío amenaza la ciudad de Gaza podría agravar aún más esta hambruna.
Los hechos son indiscutibles. Tras casi dos años de guerra, la destrucción de casi la totalidad de las tierras agrícolas de Gaza por parte del ejército israelí, como se destaca en un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicado en julio, ha arrasado con la producción local.

Eso no se ha visto compensado por un aumento de la ayuda alimentaria internacional, sino todo lo contrario. Tras decidir suspenderla por completo durante dos meses y medio a principios de este año, el régimen israelí la reautorizó, pero por motivos considerados desproporcionados a las necesidades cada vez más urgentes.
Finalmente, la marginación de las ONG y las agencias de la ONU en la distribución de esa insuficiente ayuda, en beneficio exclusivo de una oscura fundación creada y controlada por Israel, ha producido los temidos efectos catastróficos: Distribuciones caóticas y sangrientas. Además de los incesantes bombardeos israelíes, la gente muere ahora en Gaza intentando conseguir algo de comida.
El hambre como arma
Esa catástrofe humanitaria jamás habría ocurrido si el régimen israelí, que goza de una abrumadora superioridad militar, no hubiera decidido usar el hambre como arma. La hambruna en Gaza no es única entre los conflictos actuales en el mundo, pero es la única obra de un régimen supuestamente democrático, reconocido como tal por todo el bando occidental, que le ha garantizado total impunidad hasta ahora.

Eso último se basa principalmente en el apoyo, rara vez condicional, que Estados Unidos brinda a las autoridades israelíes, un apoyo con el que el jefe del régimen israelí, Benjamin Netanyahu, sabe que puede contar. Hasta su salida de la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden había tolerado las órdenes israelíes respecto a la ayuda humanitaria a Gaza.
El gobierno de su sucesor, Donald Trump, ha ido aún más lejos en su apoyo. También se ha distanciado de la declaración de hambruna del CPI, al unísono con Benjamin Netanyahu, quien la denunció como una operación de propaganda de Hamás.
El presidente estadunidense también ha lanzado una virulenta ofensiva contra la CPI, que ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro israelí y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, por utilizar la hambruna como método de guerra. Sin embargo, los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra de 1949 prohíben eso inequívocamente, lo cual constituye un crimen de guerra. Por lo tanto, esa complicidad estadunidense constituye un error político y moral.
