El nuevo orden mundial que lidera China con Rusia e India rechaza “injerencias en asuntos internos” y lamenta las “conmociones” al comercio global
El declive de las democracias liberales ha allanado el camino para que regímenes autoritarios busquen remodelar el equilibrio de poder mundial. En Tianjin, la metrópoli portuaria china de 15 millones de habitantes con un pasado marcado por las concesiones coloniales, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) clausuró este lunes una cumbre que intensificó su desafío al orden dominado por Estados Unidos, informó el diario La Razón.
Liderados por Xi Jinping, junto a Vladimir Putin y Narendra Modi, los miembros de la OCS criticaron con dureza el dominio occidental, abogando por un sistema multipolar que rompa con la hegemonía de unas pocas potencias.
Ese foro consolidó un frente común contra el terrorismo y las políticas de confrontación, promoviendo un modelo global basado en la cooperación, la justicia y la equidad. El contexto geopolítico revela alianzas estratégicas: Putin, recibido con honores por Donald Trump en Alaska en agosto a pesar de la guerra en Ucrania, y Modi, afectado por sanciones comerciales de Estados Unidos por importar petróleo ruso, encuentran en China un aliado clave para contrarrestar la influencia de Washington.

Durante un opulento banquete el domingo, Xi fue directo al grano: “El mundo atraviesa un cambio histórico a velocidad vertiginosa, con una escalada inquietante de caos, incertidumbre y riesgos”.
Con la ambición de Pekín al descubierto, evocó un proverbio chino: “En una carrera de 1,000 barcos, triunfan los que reman con mayor brío”. Sin medias tintas, se postula como timonel para “reformar la arquitectura global” y unir al Sur global contra la supremacía occidental. En la clausura del foro regional, Xi arremetió contra las “maniobras coercitivas” de ciertos actores internacionales.
Entre los presentes en la cita, el secretario de las Naciones Unidas, convirtiendo a China en un actor fiable y legible.

El autócrata bielorruso, Alexander Lukashenko, fue también acogido, al igual que el jefe de la junta birmana, Min Aung Hlaing, que necesita la presión china para impedir que las guerrillas de su país sigan avanzando.
Frente a ellos y otros tantos, Xi exigió erradicar los esquemas de Guerra Fría y las divisiones entre bloques. “Debemos mantenernos unidos en un planeta fragmentado. Nuestra meta es clara: imponer la equidad frente a la tiranía”, afirmó. Con este discurso asertivo, elevó el momento en una declaración contra al orden vigente, posicionándose como punta de lanza de un bloque que apunta a redibujar el mapa del poder.
En los márgenes del encuentro, Xi y Modi escenificaron una reunión bilateral cautelosa pero firme que podría redibujar el mapa de las relaciones entre los titanes asiáticos.
Según el jefe de la diplomacia india, Vikram Misri, ambos diseccionaron cuestiones clave: Desde el desequilibrio comercial hasta la cooperación en asuntos espinosos como los ríos transfronterizos y el combate al terrorismo. “Son conscientes de su influencia para anclar el comercio mundial y pactaron atajar el déficit comercial con mayor claridad e inversión”, señaló Misri, subrayando el peso económico de los gigantes.
Pekín desplegó una hoja de ruta con cuatro ejes para estrechar lazos: Desde una comunicación estratégica más afilada hasta una alianza más robusta en arenas multilaterales, propuestas que Modi respaldó con ímpetu, apostando por el “respeto y la confianza mutua”. El espinoso contencioso fronterizo, que ha envenenado estas relaciones durante años, también ocupó la mesa. Ambos mandatarios se comprometieron a preservar la calma y buscar una solución “equitativa, razonable y consensuada”.
Eje sólido frente a las sanciones
Con su habitual franqueza, Putin reforzó en Tianjin el eje estratégico con China, clave en su resistencia frente al aislamiento occidental. En una entrevista con Xinhua previa ensalzó la relación bilateral como “sin igual”, subrayando un boom comercial desde el 2021.
“China es nuestro principal aliado comercial, y el uso de rublos y yuanes nos blinda contra las presiones externas”, afirmó, en un claro dardo a las sanciones de Occidente. Asimismo, destacó el rol de Pekín como mayor comprador de crudo y gas rusos, con más de 100,000 millones de metros cúbicos de gas canalizados por el gasoducto Power of Siberia desde el 2019, y anunció una nueva ruta para el 2027.
También celebró la caída de obstáculos comerciales y el auge de las exportaciones chinas de automóviles al mercado ruso. “La OCS es la punta de lanza para un mundo multipolar. Esta cumbre dará un impulso brutal a la unidad y la equidad global”, proclamó, agradeciendo a China e India sus esfuerzos por mediar en el conflicto ucraniano.
El entendimiento es sólido: Los jefes de Estado se han reunido más de 40 veces en la última década, sus cancilleres dialogan mensualmente y ambos países coordinan estrategias, aunque sin cruzar la línea hacia una alianza militar que China descarta tajantemente.
En el complejo engranaje de OCS, las relaciones son un popurrí de intereses cruzados. Irán, que canaliza el 90% de su petróleo exportado hacia China, comprobó con amargura la neutralidad de Pekín durante los bombardeos israelíes y estadunidenses que sacudieron el país en junio, durante 12 días de guerra.
China, por su parte, conoce los límites del juego: Se abre a todos, pero consiente los delicados vínculos que sus socios mantienen con rivales occidentales, priorizando un pragmatismo calculado. Cada actor extrae lo que necesita de esta alianza.
Por ejemplo, Modi opta por el equilibrio, manteniendo su estrategia de “multi-alineación”. Países africanos y de las islas del Pacífico buscan reconocimiento y fondos. Mientras, Irán, Pyongyang o Birmania encuentran un salvavidas diplomático y económico para resistir el aislamiento.
Con todo, este cónclave es solo el prólogo de una agenda política frenética que culminará el 3 de septiembre con un colosal desfile militar en Pekín, en conmemoración del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la rendición japonesa.
Con ese alarde, Pekín no solo exhibirá el poderío de su ejército, buscará reescribir un relato histórico que considera sesgado por la narrativa occidental, dominada por Estados Unidos.
