En Wata al Khiam, una de las aldeas más golpeadas por la guerra con Israel, los cascos azules brindan atención médica a una población que aún espera el restablecimiento del agua
En Wata al Khiam, una aldea destruida durante la guerra del pasado año con Israel, un equipo médico de la misión de paz de la ONU (FINUL) atiende a decenas de pacientes que, sin acceso a centros médicos ni recursos económicos, dependen ahora de esta ayuda humanitaria para recibir tratamiento, informó la agencia EFE.
Entre las consultas y la entrega de medicamentos, los niños juegan al clásico “Un, dos, tres, toca la pared” bajo la mirada atenta de una soldado. La escena contrasta con el trajín constante de familias que entran y salen del campamento médico, donde una doctora española y un médico serbio, junto a sus respectivos equipos, ofrecen atención gratuita en jornadas que alcanzan hasta medio centenar de pacientes.
“La zona está destruida, hay falta de todo, de dispensarios, de centros médicos, y aquí nadie está dando atención”, lamenta Mazen Hassan Nemer, portavoz informal de la comunidad local.

Heredó el rol de su padre y hoy coordina, a través de un grupo de WhatsApp, los avisos a las 45 familias que permanecen a un pueblo sin agua corriente, sin electricidad y con muchas viviendas reducidas a escombros.
La necesidad de esta asistencia se ha hecho más urgente tras el reciente conflicto, que dejó más de 10,000 estructuras destruidas o severamente dañadas en la región, según datos de Amnistía Internacional.
Óscar Castillo Cantos, coordinador de cooperación cívico-militar del contingente español de FINUL, asegura que las peticiones más urgentes son el restablecimiento del agua y la luz.

“Ahora están instalando nuevos tendidos eléctricos con apoyo del gobierno libanés, pero nosotros ayudamos a garantizar la seguridad en zonas sensibles”, explicó Castillo, señalando la bomba de agua en Wazzani, destruida durante el conflicto y ubicada cerca de la frontera controlada por Israel.
Mientras tanto, en la cercana localidad de El Meri, el batallón indio mantiene también su propio campamento médico, con consultas para heridos y enfermos crónicos, su comandante, Ranjan Singh Bhanuka, destaca que su labor fue crucial cuando las ONG y dispensarios locales dejaron de operar por la violencia.
Desde el cese del fuego, el contingente indio ha organizado más de un centenar de misiones sanitarias y veterinarias, atendiendo a unos 1,500 pacientes humanos y a más de 130,000 animales. “Para los pastores, sus animales son su vida, su salario. Al protegerlos, protegemos también a sus familias”, resume Bhanuka.
En un entorno aún marcado por la destrucción, los cascos azules no solo curan heridas físicas, sino que mantienen viva la esperanza de quienes se resisten a abandonar sus hogares y su tierra.
