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Un mensaje para todos: Prohibido criticar a Trump

Un mensaje para todos: Prohibido criticar a Trump
Foto de archivo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EFE/JIM LO SCALZO,

La cancelación del show de Jimmy Kimmel y la demanda millonaria a The New York Times asoman como el mascarón de proa de una estrategia de más amplio alcance

En menos de una semana, se lanzó contra dos baluartes de la prensa y la cultura en Estados Unidos: The New York Times y Jimmy Kimmel. Fue un mensaje que ya ni se preocupa por disimular: Está prohibido criticar a Donald Trump, informó el diario Clarín.

La noticia de la cancelación del show de Kimmel tuvo un impacto demoledor en círculos políticos y en Hollywood, en momentos en que el asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk sigue conmocionando al país y abriendo nuevas grietas.

ABC, la cadena propiedad de Disney que ya aceptó pagar $15 millones en el 2024 para cerrar otra demanda de Trump, anunció la suspensión indefinida del late night de Kimmel después de 20 años. Apenas unos días antes, el multipremiado presentador había hecho un comentario desafortunado sobre el asesinato de Kirk, además de acusar a la Casa Blanca de hacer uso político del crimen.

El presentador Jimmy Kimmel.

Brendan Carr, el “brazo armado” de Trump contra los medios y presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), fue quien de alguna manera dio “la orden”. El miércoles dijo que Kimmel tenía que irse “por las buenas o por las malas” y este jueves festejó: “Me alegra mucho ver que las emisoras se están poniendo de pie para servir a su comunidad. Esto marca un punto de inflexión”.

Casi eufórico, Trump fue más lejos. En vuelo desde Gran Bretaña, afirmó: “Me están haciendo mucha mala prensa las cadenas de TV. Creo que deberían perder sus licencias. Son un brazo del Partido Demócrata”.

Traducción: a partir de ahora, solo elogios y adulación. Ya no hay lugar para críticas. Hace apenas unos meses le había sucedido algo parecido a otro de los más destacados presentadores, Stephen Colbert, cuando se anunció que su programa terminará a fin de año.

Fue en momentos en los que Paramount, la propietaria de la cadena CBS, buscaba la aprobación para una multimillonaria fusión con Skydance, que fue finalmente aprobada, sugestivamente, apenas unos días después de que CBS aceptara pagar 16 millones de dólares para cerrar una demanda -otra más- presentada por Trump.

“Trump está llevando a cabo la represión gubernamental más severa contra las principales instituciones mediáticas en tiempos modernos, utilizando todas las herramientas a su disposición para erradicar la cobertura con la que no está de acuerdo”, afirmó este jueves Jim Rutenberg, columnista de The New York Times.

Lo de Kimmel fue mucho más que un cambio en la grilla en el late night en Estados Unidos, y tuvo repercusión más allá de las fronteras. Sucedió, además, la misma semana en la que Trump presentó una demanda por $15,000 millones nada menos que contra The New York Times y cuatro de sus más destacados periodistas, la quinta acción judicial contra una de las grandes empresas de medios en apenas dos años.

Los especialistas alegan que tiene casi nulas posibilidades de prosperar. Pero el mensaje es: Si voy contra el Times, no dudaré en ir contra cualquier otro.

Hace apenas unas semanas, ya había puesto en la mira al magnate de los medios y tradicional aliado suyo, Rupert Murdoch, al presentar una demanda por $10,000 millones contra The Wall Street Journal después de la publicación de un artículo sobre la amistad de Trump con el controvertido Jeffrey Epstein.

No hay que ser Sherlock Holmes para seguir las pistas que deja Trump. Su avalancha de demandas judiciales tiene un efecto inmediato en otros medios, atemorizando a cualquiera que se atreva a criticar al gobierno.

Presionar y amenazar a las grandes empresas de medios con juicios y regulaciones, castigar a los que se resisten y darles jugosos premios a los que se alinean. Usar todos los resortes del poder del gobierno en beneficio propio.

Esta semana, en la que el presidente fue agasajado en Gran Bretaña con toda la pompa real que tanto ama, puede haber alimentado aún más sus ansias de poder sin límite. Un freno que ya no quiere encontrar en la prensa independiente. No hay dudas de que a Kimmel y a The New York Times les seguirán otras víctimas.

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