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Aldea cristiana que permaneció entre las bombas y la invasión israelí

Aldea cristiana que permaneció entre las bombas y la invasión israelí
Vivienda destruida por parte del ejército israelí en la localidad vecina de Aita al Shaab, a menos de 3km de Rmeish, en el sur de Líbano. EFE/Edgar Gutiérrez

Mientras más de 1.2 millones de personas huían por la ofensiva israelí en el Líbano, Rmeish se negó a evacuar

Hace un año una ofensiva aérea israelí marcó el inicio de la guerra abierta en el sur del Líbano, en medio del caos y el éxodo masivo de más de 1.2 millones de personas, una aldea cristiana decidió resistir, Rmeish, situada a apenas dos kilómetros de la frontera con Israel, se negó a abandonar su tierra, aun cuando quedó aislada entre bombardeos, incursiones terrestres y caminos bloqueados, informó la agencia EFE.

“Si hubiese durado una semana más, no habríamos tenido ni comida ni agua”, relata un residente que prefiere mantenerse en el anonimato.

Las dos vías principales de salida fueron cortadas, una por bombardeos y la otra por una excavación deliberada del ejército israelí. La situación, describen, era de asedio.

Un niño pasea por una de las calles principales de Rmeish, en el sur de Líbano. Los vecinos de Rmeish se negaron a evacuar junto al resto de localidades de la zona y quedaron aislados entre constantes bombardeos y una invasión terrestre. EFE/Edgar Gutiérrez

La resistencia no fue sólo física, sino también espiritual, en Rmeish, la fe cristiana jugó un papel crucial. “Estamos protegidos por Jesús, Santa María y San Jorge”, dice Myrna, dueña de un pequeño ultramarinos que había abierto poco antes del estallido del conflicto. Se negó a cerrar o a huir, incluso cuando veía misiles surcando el cielo frente a su tienda. “Nos quedamos aquí, resilientes, y aún lo somos”, afirmó.

Septiembre de 2024 fue un punto de inflexión. Las bombas se intensificaron el día 23 y la invasión terrestre comenzó la semana siguiente, la economía local se paralizó, los comercios se vaciaron y los cultivos, como el tabaco -único ingreso para algunos-, no podían enviarse a Beirut.

La comunidad comenzó a organizar expediciones para buscar comida y agua, muchas veces con apoyo parcial del Ejército, pero el trayecto final siempre se hacía bajo su propia responsabilidad.

Estatua en honor al ejército libanés en el centro del pueblo de Rmeish, en el sur de Líbano. Los vecinos de Rmeish se negaron a evacuar junto al resto de localidades de la zona y quedaron aislados entre constantes bombardeos y una invasión terrestre. EFE/Edgar Gutiérrez

Pese al cerco, el Ejército libanés y algunas ONG lograron hacer llegar envíos de comida y derivados del petróleo, sin embargo, la falta de agua corriente y electricidad agravó la situación.

El alcalde, Mounir Diab al Ali, estima que un 35% de la población se mantuvo en Rmeish durante toda la guerra. “He vivido todas las guerras del sur, pero nada como esto”, asegura Al Ali, que atribuye la capacidad de resistir al apego a la tierra y a Dios.

Hoy, Rmeish sigue en pie, a diferencia de otras aldeas cercanas, el pueblo no sufrió impactos directos, aunque estuvo rodeado por el fuego cruzado, las heridas del conflicto, no obstante, siguen latentes.

Muchas familias aún no han regresado, en la tienda de Myrna, algunas estanterías siguen semivacías, pero la bandera de la fe y la resiliencia sigue ondeando entre sus muros.

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