Promesas de reubicación incumplidas, casas en ruinas y miedo por nuevas lluvias marcan la vida de las familias afectadas
A un año del paso del huracán John, que azotó con fuerza el sur de México en el 2024, los estragos aún son visibles y dolorosos para los vecinos de la calle Niño Artilleros en Acapulco, informó la agencia EFE.
Entre casas colapsadas, rocas gigantes arrastradas desde el cerro y terrenos fracturados, los habitantes viven con angustia y sin soluciones concretas, tras la ausencia de apoyo real por parte de las autoridades.
Según constató EFE, muchas familias siguen regresando a cuidar lo poco que les queda, a pesar de que las zonas fueron oficialmente declaradas como de alto riesgo, una de ellas es Olga Rosales, quien perdió su vivienda y la de sus dos hijas, hoy continúa habitando entre escombros porque, afirma, no tiene otra opción.

“Aquí nos anotaron para reubicación, pero se llevaron la lista, no sabemos nada. Aquí estamos”, declaró con resignación.
Rosales recuerda con dolor cómo salvó la vida de su familia aquella madrugada, al despertarse por una explosión causada por el deslave, logró sacar a tiempo a su esposo, sus hijos y su sobrina.
Otros no corrieron con la misma suerte, tres personas murieron, una de ellas meses después del huracán, esperando que le entregaran su nueva casa.
Federico Cuenca Villanueva, otro vecino afectado, lo perdió todo, su negocio, sus vehículos y su tranquilidad. “Fui afectado al 100%, tuve una pérdida total.

Ahora solo puedo limpiar la calle para evitar más desgracias”, dijo. Hoy, teme por la llegada de nuevas lluvias. “Estamos con la psicosis, se viene una tromba y no sabemos para dónde correr”, expresó.
El huracán John, que tocó tierra como categoría 3 en el estado de Guerrero, dejó 24 muertos y daños materiales cuantiosos. La situación se agrava considerando que solo un año antes, Acapulco fue devastado por el huracán Otis, de categoría 5, lo que significó reiniciar desde cero muchos procesos de reconstrucción.
Durante las recientes lluvias locales, el miedo ha vuelto a apoderarse de los habitantes. La temporada más peligrosa apenas comienza, y en las zonas más vulnerables, la sensación general es de abandono, incertidumbre y frustración.
