Auspiciados por la ONU y las autoridades libanesas, cientos de familias abandonan Trípoli tras años de exilio
Con una bolsa de plástico descolorida en la mano y una leve sonrisa que intentaba disimular el temor, Nazem esperaba al amanecer junto a su esposa y sus cuatro hijos para abordar uno de los autobuses que lo llevarían de regreso a Siria, su país natal, después de catorce años como refugiado en el Líbano, informó la agencia EFE.
“Gracias a Dios que ahora estamos liberados”, dijo como si intentara convencerse de que volver a su tierra era mejor que seguir sobreviviendo en el exilio.
“Estamos regresando a hogares destruidos, pero regresamos”.

Nazem huyó de la guerra en Idlib cuando los barriles bomba comenzaron a caer. Ahora, el deterioro de las condiciones para los refugiados sirios en el Líbano, sumado al inicio de programas de retorno voluntario organizados por la ONU y el gobierno libanés, lo ha empujado a volver.
Sin dinero suficiente para la educación de sus hijos planea quedarse unos meses en Siria con su familia y luego regresar solo al Líbano para trabajar y enviar dinero.
El centro de exposiciones Rachid Karami en Trípoli se ha transformado en sala de espera para el retorno, autobuses alineados, funcionarios de la Seguridad General libanesa y personal del ACNUR revisan documentos, sellan pasaportes y despiden a familias enteras que parten con lo poco que les queda.
“Unas 160 personas regresarán hoy desde aquí”, confirmó la portavoz del ACNUR, Lisa Abu Khaled. “Desde principios de año, estimamos que alrededor de 300,000 refugiados sirios han regresado a Siria desde el Líbano”.

Según datos del organismo, se espera que más de 400,000 personas regresen antes de fin de año, entre retornos organizados y voluntarios.
Cada refugiado recibe $100 antes de partir, y las familias podrían recibir hasta $600 adicionales al llegar a Siria, como parte de un plan conjunto con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
El acuerdo incluye la exoneración de multas por sobrepasar el tiempo de residencia legal, lo que ha sido un impedimento para muchos.
Para Hanan, sentada en silencio junto a la puerta del recinto, el viaje es aún más emocional. Su esposo fue detenido en un puesto de control en Homs en el 2013, nunca lo volvió a ver, aora, con sus dos hijos, vuelve a su barrio -si aún existe-.
“No sé cómo está mi casa ahora; sé que está en ruinas y me costará verlo, pero con la ayuda de Dios podremos restaurarla”, declaró. “Al menos estaremos en nuestra propia casa”.

A pesar del aumento en los retornos, el ACNUR advierte que la infraestructura en Siria sigue profundamente afectada por 14 años de conflicto armado. La mayoría de los refugiados regresan a comunidades sin servicios básicos, escuelas colapsadas y viviendas inhabitables.
“Las personas necesitarán mucho apoyo para que su regreso sea sostenible”, dijo Abu Khaled. “Siria necesita reconstruirse desde lo más esencial”.
Aún permanecen 1.2 millones de refugiados sirios en el Líbano, muchos de ellos en situación de extrema precariedad, y aunque los programas de retorno voluntario son una alternativa, no todos pueden -o quieren- volver, temiendo por su seguridad o por la falta de condiciones dignas.
Para Nazem, Hanan y miles más, el retorno representa más un salto de fe que una solución concreta. Pero tras más de una década de exilio, volver, aunque sea entre escombros, es un acto de esperanza.
