El presidente de Estados Unidos refuerza su influencia regional con presiones sobre Venezuela y auxilio financiero a Argentina
La América Latina del 2025 se ha convertido en una prioridad estratégica y política para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien combina presiones militares, arancelarias y financieras con un enfoque ideológico que distingue entre aliados afines y gobiernos adversarios, informó la agencia EFE.
La amenaza de ataques aéreos en Venezuela, el auxilio financiero a Argentina y el uso de la diplomacia arancelaria contra países como Brasil y Colombia reflejan una política exterior donde Washington ya no oculta su intención de redefinir el equilibrio de poder en la región, limitando la influencia de China y recompensando a los gobiernos que se alinean con la visión del republicano.
“Desde abordar la seguridad y el crimen organizado hasta la migración y la reducción de la influencia de China, la región es claramente una prioridad”, explicó a EFE Jason Marczak, del Atlantic Council.
Trump elevó esta semana el tono contra el gobierno de Nicolás Maduro al anunciar que ha autorizado a la CIA misiones encubiertas en Venezuela y que evalúa ataques aéreos contra infraestructura vinculada al narcotráfico, tras denunciar como fraudulenta la reelección del mandatario venezolano.

En contraste, Javier Milei, presidente de Argentina, fue recibido con honores en la Casa Blanca, apenas días después del anuncio de una línea de intercambio de divisas de hasta $20,000 millones para respaldar su plan económico. Trump condicionó el apoyo futuro a que el partido de Milei gane las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre, “Si él pierde, no seremos generosos con Argentina”, advirtió.
Milei se convirtió en el segundo presidente latinoamericano recibido por Trump en el Despacho Oval, tras Nayib Bukele, quien acordó con Estados Unidos albergar migrantes indocumentados en cárceles de máxima seguridad en El Salvador.
Trump ha delineado una diplomacia selectiva en la región. Mientras México ha sido presionado para militarizar su frontera a cambio de una tregua arancelaria, Brasil fue sancionado con aranceles del 50% como represalia por el juicio contra Jair Bolsonaro, aliado de Trump, sentenciado por intentar un golpe de Estado.
Aunque Trump reconoció haber sentido química con Luiz Inácio Lula da Silva durante un breve encuentro en la ONU, aún no se han retirado los aranceles.

En el caso de Colombia, Trump retiró al país de la lista de naciones que cooperan en la lucha antidrogas y prohibió la entrada a Estados Unidos del presidente Gustavo Petro, luego de que este llamara a la desobediencia militar contra el mandatario estadunidense. Solo tras aceptar la deportación masiva de migrantes, Bogotá evitó sanciones más severas.
Una de las advertencias más contundentes fue dirigida a Panamá, donde Trump sugirió que Estados Unidos podría recuperar el control del Canal si considera que la influencia china amenaza la seguridad regional, marcando un punto de tensión sin precedentes con el istmo.
“El enfoque presta menos atención a temas tradicionales como democracia, derechos humanos o desarrollo, y más a los intereses ideológicos del presidente”, subrayó Benjamin Gedan, experto de la Universidad Johns Hopkins.
Mientras tanto, crecen las dudas sobre la participación de Trump en la Cumbre de las Américas, prevista para diciembre en República Dominicana, luego de que Claudia Sheinbaum (México) y Gustavo Petro (Colombia) anunciaran que no asistirán por la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La nueva política exterior estadounidense en América Latina está en plena transformación, y con Trump al frente, el pragmatismo tradicional ha sido desplazado por una agenda geopolítica de fuerza, afinidad ideológica y rivalidad global, especialmente con China.
