Expertos alertan de que la cumbre climática podría quedar lejos de las expectativas de ambición necesarias para frenar el calentamiento global
A pocos días de la COP30 de Brasil, que reunirá en noviembre a los líderes mundiales para trazar una nueva hoja de ruta climática, el panorama internacional luce especialmente complejo, informó la agencia EFE.
Guerras, tensiones comerciales y rivalidades geopolíticas han desplazado la emergencia climática a un segundo plano, lo que amenaza con lastrar las expectativas de una cumbre decisiva.
“Si esperamos que esta cumbre lo solucione todo, con expectativas desmesuradas, saldremos decepcionados”, advierte Lara Lázaro, profesora de Teoría Económica e investigadora del Real Instituto Elcano.
Según la experta, el foco político mundial está hoy más centrado en la seguridad económica, energética y humana que en el desafío ambiental.

Conflictos armados, desconfianza entre potencias y tensiones comerciales “hacen que la situación mundial sea más complicada que hace cinco años”, sostiene Lázaro. En su opinión, el momento político no es el más favorable para avanzar hacia nuevos compromisos climáticos, aunque la COP30 seguirá siendo “fundamental” por la presentación de una nueva ronda de contribuciones nacionales determinadas (NDC) y la posible adopción de indicadores de adaptación.
La experta recuerda que el verdadero trabajo ocurre entre las cumbres, no tanto en ellas, pero subraya que la cita de Belém debe servir para cerrar la brecha de ambición climática. “Lo ideal sería que Belém dejara un plan claro para reducir esa brecha y movilizar a gobiernos, empresas y sociedad civil”, afirma
Lázaro, además, insiste en que la transición justa y la financiación climática deben situarse en el centro de la negociación.
“Es fundamental que la hoja de ruta de Bakú-Belém sirva para alcanzar los $1,300 millones en financiación climática internacional al 2035”, añade. Pero advierte que más allá de las cifras, lo importante es que los flujos financieros públicos y privados se alineen con los objetivos de descarbonización.
Entre los principales escollos políticos destaca la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, un gesto que, según Lázaro, puede desincentivar la acción de otros países. A ello se suma la falta de liderazgo de la Unión Europea (UE), históricamente pionera en política climática, pero ahora con retraso en la presentación de su nuevo compromiso nacional.
La UE negocia bajo un objetivo de reducción de emisiones de entre el 66,25% y el 72,5% para el 2035 respecto a 1990, aunque el debate sobre una reducción del 90% en el 2040 sigue abierto. “Sería muy negativo para el liderazgo de Europa no llegar a Belém con un objetivo ambicioso y coherente”, advierte la investigadora.
Además, algunas medidas europeas, como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, han provocado fricciones con países como China, que las consideran proteccionistas y contrarias al espíritu del multilateralismo.
