La resencia protectora busca reducir la violencia en aldeas del sur de Hebrón, donde los ataques se han intensificado
Cuando comienza a oscurecer en las aldeas palestinas de Masafer Yatta, rodeadas por asentamientos ilegales israelíes en las colinas del sur de Hebrón, el miedo se intensifica ante la posibilidad de nuevos ataques de colonos, informó la agencia EFE.
En este contexto, activistas israelíes como Itamar Shapira, de 45 años, deciden dormir en las aldeas para ofrecer acompañamiento y protección a los palestinos.
“Como israelí siento que tengo una mayor responsabilidad. Más que proteger, ayudamos y socorremos a los palestinos; nuestra presencia ayuda a rebajar la tensión”, explica Shapira.
Esta labor forma parte de lo que se conoce como presencia protectora, una práctica iniciada a finales de los años 90 por activistas israelíes y voluntarios extranjeros para actuar como escudo frente a los ataques de colonos en Cisjordania.

Con el tiempo, los ataques se han vuelto más frecuentes y violentos. Solo en octubre del 2025, durante la cosecha de aceitunas, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) registró al menos 264 ataques, el peor mes desde que comenzaron los registros en el 2006, y desde entonces, se han documentado más de 9,600 ataques, de los cuales 1,500 ocurrieron solo este año, cerca del 15% del total.
Shapira alerta sobre la cooperación entre soldados israelíes y colonos, que facilita los ataques diarios, además, muchos colonos son reservistas uniformados, lo que hace difícil distinguirlos del ejército.
La violencia se ha cobrado víctimas, como el activista palestino Odeh Hadaleen, asesinado en julio del 2025 en Umm al Jeir.

Más allá de los ataques directos, los colonos aplican tácticas de intimidación para mantener a la población palestina en constante alerta o forzar su salida. Familias como los Abu Aram han sido objeto de agresiones que incluyen daños a sus casas, agresiones físicas y amenazas.
Los voluntarios, como Shapira y la estadounidense Noa Bearman, pasan la noche en las aldeas, observando la zona y comunicándose con otros activistas para reducir riesgos y responder rápidamente a incidentes.
Aunque la presencia de voluntarios no detiene por completo los ataques, ayuda a disminuir la violencia y brinda un respiro a las comunidades palestinas, permitiéndoles resistir ante la presión constante para abandonar sus hogares.
