HONG KONG — Ha estado preso durante más de un año en una cárcel ubicada en una isla recóndita, pero Edward Leung es lo más cercano a un referente para el tumultuoso movimiento de protesta sin líderes de Hong Kong.
Leung, de 28 años, acuñó la consigna más coreada por los manifestantes y, a los ojos de China, la más subversiva; también empezó a implementar algunas de las tácticas más alborotadoras del movimiento. Además, le dio voz a la idea central de la lucha de Hong Kong, que lleva más de diez semanas: evitar que se convierta en una más de tantas ciudades chinas dirigidas por el Partido Comunista.
Las protestas se desataron en junio a causa de la ira que provocaron los planes del gobierno de Hong Kong de permitir la extradición desde la excolonia británica hacia China continental. Y desde entonces, un montón de otras quejas se han sumado a la causa: el precio prohibitivo de las viviendas, un sistema electoral que se considera injusto y denuncias de brutalidad policiaca.
Sin embargo, las semillas del movimiento giran en torno a la identidad hongkonesa desde que el Reino Unido se retiró del lugar, en 1997. La creciente influencia del gobierno chino sobre el territorio en los años recientes —lo que los manifestantes consideran una intrusión— ha provocado que una gran mayoría de la generación de Leung rechace los lazos con China continental y reivindique con vehemencia lo que consideran es una identidad distinta y completamente separada.
“Soy hongkonés, no chino”, dijo Kapo Chen, estudiante de 20 años que se unió a las protestas en el aeropuerto de la ciudad que empezaron el 12 de agosto. “Claro, mi sangre es china, pero eso no lo puedo controlar”.
En la espalda, Kapo Chen llevaba pegado un pedazo de papel que tenía escrita la contribución más importante del preso Leung al movimiento de protesta: la consigna que ahora cubre los muros de Hong Kong y que se canta en las reuniones pacíficas que se realizan en toda la ciudad.
“Recuperar Hong Kong: la revolución de nuestro tiempo”, fue la frase acuñada por Leung en 2016, poco antes de que lo arrestaran por participar en una pelea callejera con la policía en momentos en que estaba postulado para la legislatura de Hong Kong.
No obstante, las interpretaciones radicalmente opuestas sobre el significado de las palabras de Leung —si se trata de un llamado incendiario a romper con China o de uno para defender los valores centrales de Hong Kong— han ahondado la brecha entre los manifestantes y el blanco de sus protestas. El gobierno de la ciudad, con el respaldo de Pekín, está en una lucha contra los opositores no solo por el control de las calles, sino por el significado de Hong Kong como lugar, como cultura y como entidad política.
La jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, y funcionarios de Pekín han denunciado en repetidas ocasiones la consigna de Leung, al considerarla un llamado traicionero para que la ciudad semiautónoma se separe de China y revierta la fórmula de “un país, dos sistemas” con la cual Hong Kong quedó en control de China después de 1997.
Sin embargo, los jóvenes manifestantes y sus simpatizantes han hecho notar que el significado literal de la palabra que usan para “recuperar” es “regresar a la luz”. Insisten en que es un llamado para que Hong Kong recobre las libertades y un sistema de justicia imparcial, los cuales consideran que han sido socavados.
Chu Hoi-dick, un miembro electo de la asamblea legislativa hongkonesa y activista en las protestas, ha visitado varias veces a Leung en la cárcel. Chu mencionó que Leung no es un militante imprudente, como lo retrata la maquinaria propagandística de China, y que ha moderado algunas de sus ideas más radicales desde que fue encarcelado.
De todas formas, describió a Leung como “el Che Guevara de la revolución de Hong Kong”. Agregó: “Tiene un aura evocador y es un icono para los jóvenes”.
Después de una breve ola de patriotismo durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el afecto e incluso el interés hacia la China continental han caído de forma drástica en Hong Kong, especialmente después de que Xi Jinping se convirtió en el líder de China en 2012.
La fuerte represión que ha habido desde entonces en contra de los uigures y otras minorías musulmanas en la región occidental de Sinkiang, que nominalmente también es autónoma, ha sido vista como un augurio nefasto por muchos jóvenes en Hong Kong.
“Está claro que, desde que Xi llegó al poder, China cada vez se ha alejado más de todas las ideas de democracia liberal”, señaló Alan Tse, un antropólogo de la Universidad China de Hong Kong que ha estudiado el llamado movimiento localista. “La gente de Hong Kong lo sabe. Sabe que es muy poco probable que haya una democracia genuina, por lo tanto hay un sentido generalizado de desesperanza entre los jóvenes”.
En un sondeo publicado este junio, el 75 por ciento de las personas de 18 a 29 años se identificaron más con “hongkonés” que con “chino”, “hongkonés en China” o “chino en Hong Kong”. En el sondeo de 2008, durante los Juegos Olímpicos, el 23 por ciento de los encuestados se dijeron más identificados con “hongkonés” y en 1997, cuando la región pasó al control chino, esa cifra era del 45 por ciento.
En tanto, los residentes de mayor edad, muchos de los que nacieron en China continental o cuyos padres eran de ahí, se identifican más directamente con ese gobierno.
Los funcionarios chinos saben que existe este problema: han demandado que las escuelas de Hong Kong tengan clases de “educación patriótica” que inculquen un sentimiento de orgullo hacia China.
En tanto, las autoridades de Hong Kong han unido más que nunca a la ciudad con China continental mediante proyectos de infraestructura, como un enlace ferroviario de alta velocidad con la ciudad china de Cantón que abrió el año pasado. Sin embargo, el aumento en el flujo de productos y gente a través de la frontera, si acaso, solo ha logrado que la gente de cada lado se aleje más la una de la otra.
Con las nuevas vías de transporte llegaron inmensas multitudes de visitantes continentales —51 millones en el año pasado—, muchos de los cuales hablan mandarín en vez de cantonés, el idioma principal de Hong Kong. Irritaron a mucha gente local al agotarse casi todas las reservas de fórmulas para bebé y de otros productos porque son más baratos o porque no confiaban en la calidad de los productos de venta en el territorio continental.
Un grupo llamado Hong Kong Indigenous (nativos de Hong Kong), en donde Leung era uno de los activistas destacados, comenzó a acosar a los compradores del continente con las llamadas acciones de “recuperación”. Y la bandera de Hong Kong de la época colonial se convirtió en un estandarte de resistencia para una campaña que a veces adquirió desagradables toques xenófobos: la gente del continente fue apodada “saltamontes”, por ejemplo. (Los activistas pro-China han respondido con calificativos similares en las protestas de estos meses; un grupo roció los panfletos de protestas recientes con repelente para insectos).
El apoyo para declarar a Hong Kong como un país independiente sigue siendo una causa radical. Existe en su mayor parte como un símbolo usado por la propaganda comunista, que tacha de traidores a los manifestantes con el fin de eliminar cualquier tipo de solidaridad que pudiera tener la gente de China continental hacia ellos.
Hong Kong Indigenous nunca atrajo a tantos seguidores. No obstante, las advertencias hechas por Leung en las protestas de ese grupo, de que la región semiautónoma estaba perdiendo su identidad especial y debía resistirse, han tenido un nuevo eco en la actualidad; especialmente porque la reacción insensible de las autoridades ha enardecido aún más el ánimo de la gente.
“Este movimiento no es de independencia. Es de regresar a Hong Kong a una posición de libertad”, comentó Emma Chan, manifestante de 20 años que fue parte de la toma del aeropuerto de esta semana. Chan agregó: “[Leung] no es un héroe, pero inspiró a muchos de nosotros a interesarnos en la política”.
“Muchas personas creen que la política no es importante”, afirmó. “Sí importa”.
Elsie Chen colaboró con la investigación.
Andrew Higgins es el jefe de la corresponsalía en Moscú de The New York Times. Antes fue el encargado del buró en Bruselas y, previo a unirse al Times, fue el jefe de la corresponsalía china de The Washington Post; tenía que reportear desde Hong Kong porque el gobierno de China se rehusó a darle una visa.