Un primer estudio había ya mostrado esta semana que los médicos estadounidenses rechazaron el doble de riñones disponibles para trasplantes en comparación con los franceses.
Cuando un paciente que espera un trasplante de riñón muere, es común que su familia culpe a la falta de donaciones de órganos, pero en Estados Unidos la realidad es más preocupante: la mayoría de las personas que mueren recibieron una oferta de riñón que fue rechazada por los médicos.
“Descubrimos que el 84% de los riñones en Estados Unidos fueron rechazados al menos una vez, lo que es una locura”, dijo a la AFP Sumit Mohan, profesor asociado de medicina de la Universidad de Columbia en Nueva York y autor principal de un estudio publicado el viernes en una revista de la Academia estadounidense de medicina (Jama Network Open).
Un primer estudio había ya mostrado esta semana que los médicos estadounidenses rechazaron el doble de riñones disponibles para trasplantes en comparación con los franceses. Los centros en Estados Unidos son extremadamente conservadores con la edad de los donantes fallecidos y desechan los riñones que consideran demasiado viejos pero que, sin embargo, podrían ser adecuados para pacientes mayores o en riesgo.
El nuevo estudio muestra que, antes de ser trasplantado, un paciente estadounidense recibió 17 ofertas que fueron rechazadas por su médico (promedio en 2008-2015). Los que murieron en lista de espera recibieron 16 ofertas. Cada día, diez pacientes en lista de espera en el país mueren luego de que se les ofreció un riñón.
“Lo más problemático es que los médicos dicen que no sin informar a los pacientes”, prosiguó Sumit Mohan.
Cuando una persona muere, su riñón se ofrece a los pacientes de diálisis según su posición en la lista de espera. La oferta se envía al hospital del paciente, que tiene una hora para responder, y en la mayoría de casos, los centros los rechazan con la esperanza de que más tarde llegue otro órgano de mejor calidad.
Los autores creen que ese enfoque médico es un problema central, ya que los pacientes estarían dispuestos a recibir un riñón de menor calidad, aunque solo fuera para dejar de recibir diálisis, un tratamiento pesado que requiere ir al hospital varias veces a la semana.
La cautela excesiva de los centros puede explicarse, en parte, por su deseo de mantener una tasa elevada de supervivencia de un año de los pacientes trasplantados, ya que de ello depende su certificación por parte de las autoridades.
“Siempre es mejor ser trasplantado que morir, así que, obviamente, obtener un riñón de menor calidad será mejor que morir”, explicó Mohan.
En su opinión, un cambio simple como informar al paciente cuando se rechaza un riñón aumentaría notablemente las tasas de aceptación. “Las personas quieren acabar con la diálisis, no les importa si el injerto renal es de grado 1 o 2”.