Por casi tres años enteros, Theresa May, cuando todavía era primera ministra del Reino Unido, fue el blanco de la ira del país por las frustraciones de que no pudiera conseguir la aprobación parlamentaria para su acuerdo de brexit.
Esta semana, en la que el foco de atención fue su sucesor, Boris Johnson, May fue captada riendo en la banca de la Cámara de los Comunes.
No es posible saber con certeza qué ha dado levedad a May o qué causó que los otros parlamentarios también estuvieran sonriendo y soltando risitas en medio del drama, pero es cierto que los procesos parlamentarios recientes han estado marcados por recriminaciones e insultos, en ocasiones, muy ocurrentes.
El martes 3 de septiembre, Johnson quedó embrollado en las mismas aguas turbias que May alguna vez tuvo que navegar. May fue captada viendo los debates con una sonrisa. Y el miércoles, Johnson —uno de los mayores críticos de May antes de sucederla en julio— se confrontó con su propio parlamento con amenazas de llamar a una elección anticipada.
Los parlamentarios de la oposición y veintiún legisladores del Partido Conservador (al que pertenecen Johnson y May) se rebelaron contra el primer ministro de cara a la fecha límite para el brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, del 31 de octubre.
El primer ministro había intentado acortar el periodo legislativo para que los parlamentarios no pudieran aprobar medidas con las que aplazar el brexit. Johnson ha dicho que estaría dispuesto a avanzar con el “divorcio” inclusive sin un acuerdo; con el llamado brexit duro, no habría un sistema preestablecido para decidir cómo serán las relaciones comerciales, diplomáticas ni la frontera terrestre irlandesa (Irlanda del Norte ya no sería parte de la UE, pero la República de Irlanda, sí). La facción rebelde de los conservadores votó para quitarle a Johnson el poder sobre el periodo parlamentario.
[
La sonrisa contrasta con cómo se veía Theresa May en otro auto, cuando renunció
]
Durante esa sesión del martes, May fue vista con una sonrisa algo pícara en la cámara. El miércoles, cuando los parlamentarios espetaron cuestionamientos y críticas hacia Johnson y cuando el ministro de Finanzas, Sajid Javid, dio su reporte presupuestario, May se rio visiblemente, al lado del parlamentario veterano Kenneth Clarke:
Había rumores de que la misma May se iba a unir a la facción rebelde de los llamados tories, que se juntaron con los opositores para presentar la legislación que prevenga el brexit duro.
Pero la ex primera ministra votó siguiendo la línea partidista y los veintiún compañeros que se rebelaron fueron expulsados del Partido Conservador.
A principios de este mismo año, May fracasó en tres ocasiones al intentar que el dividido parlamento aprobara su acuerdo para el brexit, negociado con funcionarios de la Unión Europea en Bruselas.
Como no fue posible, ofreció su renuncia con ojos llorosos. La prensa británica y los tabloides la llamaron “frágil” y dijeron que su carrera estaba “terminada”.
Sin embargo, la noche del martes, después de uno de los días más caóticos que ha tenido el gobierno británico desde que empezó la saga por el brexit, May fue captada con un talante muy distinto.
A su salida de los edificios de gobierno, estaba sonriendo.