Era el segundo día de la “semana dorada”, normalmente uno de los periodos de compras más ajetreados en Hong Kong, y Matthew Tam y sus compañeros se encontraban en la joyería donde trabajan, rodeados de vitrinas con relojes de lujo, pero sin ningún cliente a la vista.
En meses recientes, las ventas en la tienda —ubicada en el distrito de Tsim Sha Tsui, una zona de compras que suele estar repleta— se desplomaron un 90 por ciento, en parte debido a la poca afluencia de los turistas de China continental que se han mantenido alejados desde junio cuando comenzaron las protestas en contra del gobierno.
“Es muy preocupante”, comentó Tam, de 56 años, cuyo ingreso depende casi por completo de las comisiones. “No sé cuánto tiempo más pueda soportarlo”.
Temores similares han atormentado a hoteleros, vendedores, restauranteros y guías de turistas en todo Hong Kong mientras las imágenes de los enfrentamientos entre la policía antimotines y los furiosos manifestantes se transmiten por todo el mundo, y ahuyentan a los potenciales visitantes.
Durante los días festivos de la semana dorada en China, la cual empezó el 1.° de octubre, causaba sorpresa ver cuán cortas eran las filas para los juegos en Disneyland. Los centros comerciales que suelen estar atestados de compradores estuvieron cerrados varios días. Y algunos de los restaurantes más caros de la ciudad, inquietos por las mesas vacías, ofrecieron grandes descuentos.
Como los líderes de la ciudad, quienes tienen el respaldo de Pekín, se niegan a ceder ante las demandas de los manifestantes que exigen elecciones libres y una investigación independiente sobre las acusaciones de conducta ilícita por parte de la policía, se está propagando un sentimiento de alarma entre los dueños de las pequeñas empresas y los ejecutivos corporativos que no ven una salida para ese estancamiento.
“La gente no da el brazo a torcer, pero en verdad está empezando a perjudicar y, mientras más dura esto, más sombrío se empieza a sentir el ambiente”, opinó Tara Joseph, presidenta de la Cámara de Comercio de EE. UU. en Hong Kong, quien ha vivido en la ciudad durante casi dos décadas.
La atmósfera se volvió más espesa después de que los líderes de Hong Kong invocaron poderes de emergencia para prohibir el uso de máscaras durante las manifestaciones en las calles, una maniobra que generó más descontento y furia entre las personas que ya estaban enojadas por la lenta erosión de sus libertades civiles. Por ahora, el gobierno ha evitado tomar medidas más severas, pero se ha debatido extensamente la posibilidad de que haya restricciones como un toque de queda.
“Los mandatos de emergencia, la prohibición de las máscaras y los toques de queda no son el mejor camino para recuperar la confianza de los negocios”, aseguró Joseph.
La industria turística es uno de los principales ejes de la economía hongkonesa y por sí sola representa la fuente de empleo de cientos de miles de personas. Sin embargo, la cifra total de turistas que llegan a este territorio semiautónomo se ha desplomado. En agosto, las llegadas al aeropuerto internacional de Hong Kong cayeron casi un 40 por ciento en comparación con el año anterior, incluso antes de que escalara la violencia en las protestas.
En especial, el declive ha sido profundo entre la gente que proviene del continente, quienes representaron más de tres cuartas partes de las 65 millones de personas que llegaron el año pasado. El flujo de visitantes de China continental cayó en picada durante la semana dorada: un 55 por ciento.
Las cifras son impactantes. La tasa de ocupación en los hoteles disminuyó a casi un 60 por ciento en comparación con el 91 por ciento de inicios de este año. En agosto, las ventas minoristas bajaron un 23 por ciento, el declive más pronunciado del que se tenga registro. Muchos economistas creen que la economía de la ciudad está entrando en una recesión.
La gravedad de la crisis se refleja en una cascada de cancelaciones a eventos importantes como el Torneo de Tenis de Hong Kong, el Ciclotón de Hong Kong y el festival Hong Kong Wine and Dine, los cuales estaban programados para este mes.
Por ahora, los bienes raíces y las finanzas internacionales, otros pilares de la economía hongkonesa, en general no han sido afectados. No obstante, a los líderes corporativos les preocupa el impacto a largo plazo en la reputación de Hong Kong como un centro estable para las multinacionales de China, en especial si la represión termina en un terrible baño de sangre o si Pekín intenta interferir en el sistema judicial independiente de la ciudad.
El nerviosismo quedó registrado en un reporte de Goldman Sachs, el cual estimó que en meses recientes al menos 3000 millones de dólares en inversiones se habían trasladado de Hong Kong a Singapur, otra excolonia británica y un rival regional en las finanzas internacionales. Los despachos legales, los bancos globales y las sociedades mercantiles han ideado planes de contingencia para el peor escenario posible.
Hay reportes de despidos y algunos de los hoteles más elegantes de la ciudad han obligado a sus empleados a tomar licencias sin goce de sueldo o a recibir un salario menor de manera temporal.
En el continente, la maquinaria propagandística del Estado chino ha tachado a los manifestantes de ser un movimiento separatista desordenado anti-China orquestado por Estados Unidos y otros países que desean destruir la patria. Los censores chinos han bloqueado reportajes e imágenes que presentan el anhelo de los manifestantes por tener una democracia y su temor a ingresar en las fauces autoritarias del gobierno continental.
Durante los días festivos, lo más común es que Disneyland de Hong Kong esté a reventar pero, este año, los manifestantes claramente tuvieron un impacto en el estado de ánimo del lugar más feliz de la Tierra. Los enormes estacionamientos estaban casi vacíos, solo estuvieron abiertas tres de las dieciséis taquillas y las filas para muchas atracciones eran cortas o inexistentes.
Zhou Wenhua, ejecutiva de ventas inmobiliarias de 38 años originaria de Shanghái, estaba emocionada. “Si hubiéramos ido a Disneyland de Shanghái esta semana, no habríamos podido movernos”, comentó después de llevar a su familia a al juego It’s a Small World en un bote que estaba vacío a excepción de ellos.
También es menos probable que la gente local, temerosa de los cierres imprevistos del metro que los pueden dejar varados, se reúna con amigos o salga a cenar. El Distrito Cultural West Kowloon —un proyecto de 3000 millones de dólares que, después de una década en construcción, abrió este año y se había caracterizado por siempre agotar sus localidades— ha registrado una caída en la venta de boletos. Por primera vez, este mes, las autoridades del distrito cancelaron varios eventos pues pensaron que habría bloqueos de los manifestantes e interrupciones al transporte.
Para muchas personas, la pregunta inminente es si un declive económico prolongado o abrupto perjudicará el apoyo popular del movimiento. Unos pocos dueños de negocios quedaron consternados por el vandalismo y las interrupciones al transporte público, aunque pidieron permanecer en el anonimato debido a los ataques estilo justiciero a los que, cada vez con mayor frecuencia, recurren los manifestantes en contra de las personas que consideran hostiles hacia su causa.
Rodeada de vitrinas llenas de relojes Rolex de 70.000 dólares y relojes Tudor de 20.000 dólares, Cherry Chang, de 30 años, dueña de una pequeña tienda en Tsim Sha Tsui, el distrito de las compras, mencionó que las ventas habían bajado a la mitad los últimos meses. No obstante, señaló que estaba dispuesta a soportar un golpe económico a corto plazo en apoyo a las metas idealistas de una democracia genuina y la conservación de las generosas libertades civiles de la ciudad.
“No me importa perder dinero con el fin de apoyar ciertos ideales”, confesó.
Cheuk-Yan Lee, secretario general de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong, el cual apoya el movimiento de protestas, mencionó que creía que la mayoría de los hongkoneses culparía al gobierno, y no a los manifestantes, de cualquier dificultad. Según Lee, la mayor amenaza es perder las libertades y los confiables tribunales independientes que convencieron a tantas empresas internacionales de abrir sus negocios en Hong Kong.
“A Hong Kong en realidad no le perjudicaría una breve caída en el consumo, sino que los inversionistas globales pierdan la fe”, comentó. “En vez de reprimir a los manifestantes, el gobierno necesita recuperar la confianza en el Estado de derecho. De otro modo, terminará siendo tan solo otra ciudad china”.