Durante el fin de semana se desencadenó una ola de protestas en Chile ocasionada inicialmente por un aumento en las tarifas del metro que luego se convirtió en saqueos generalizados, vandalismo e incendios provocados.
El presidente Sebastián Piñera declaró un estado de emergencia, impuso toques de queda y ordenó a las fuerzas armadas que restablecieran el orden, medidas que son estremecedoras para los chilenos que vivieron el periodo represivo del gobierno militar en los años setenta y ochenta.
Las escenas de violencia colectiva resultan sorprendentes en un país que durante mucho tiempo ha sido considerado como un ejemplo de estabilidad económica y política en una región turbulenta.
Esto es lo que debes saber para comprender por qué se produjo esta crisis.
¿CÓMO EMPEZARON LAS PROTESTAS?
Un modesto aumento de la tarifa del metro que entró en vigor el 6 de octubre llevó a estudiantes de bachillerato a saltar los torniquetes en las estaciones del metro en Santiago, la capital, a principios de este mes. Lo promovieron como un acto de desobediencia civil usando la etiqueta #EvasionMasiva en las redes sociales.
Cuando la evasión de tarifas se salió de control, algunas estaciones de metro cerraron y la policía tomó medidas violentas contra los pasajeros que saltaban sobre los torniquetes.
Ese fue el catalizador de grandes manifestaciones callejeras que pronto se convirtieron en mucho más que una protesta por el costo de viajar en el metro.
Muchos chilenos pobres y de clase media dijeron que estaban hartos del aumento de los costos de los servicios públicos, los salarios estancados y las pensiones insignificantes en una nación que durante mucho tiempo se ha proclamado como bien administrada y próspera.
SI LA ECONOMÍA ESTÁ CRECIENDO, ¿POR QUÉ ESTÁN MOLESTOS LOS CHILENOS?
Este año, la economía de Chile se ha visto afectada por las tensiones comerciales mundiales, la caída en el precio del cobre (su principal exportación) y el aumento de los precios del petróleo. Pero ha crecido a un ritmo razonablemente saludable y está en mejor forma que las economías de algunos de sus países vecinos.
Sin embargo, la desigualdad sigue profundamente arraigada en el país. Y muchos chilenos se sienten abandonados debido a que deben endeudarse para pasar el mes y se les dificulta planificar su jubilación.
Patricio Navia, politólogo chileno y profesor de la Universidad de Nueva York, dijo que muchos chilenos de clase media se sienten “abandonados” por el gobierno de Piñera. El presidente multimillonario ha impulsado reformas que reducen los impuestos a los más ricos en un esfuerzo por atraer inversiones e impulsar el crecimiento.
“Eso ha creado la impresión de que este gobierno se preocupa mucho más por los ricos que por las personas de bajos ingresos”, dijo Navia.
Los casos recientes de corrupción que involucran a empresarios poderosos y a la fuerza policial federal de Chile han sido una importante fuente de insatisfacción para la ciudadanía. Y muchos chilenos reaccionaron con indignación cuando, en agosto, Piñera recibió una multa por eludir los impuestos de una propiedad que ha tenido durante años.
¿QUÉ QUIEREN LOS MANIFESTANTES?
Lo que comenzó como un acto de desobediencia civil dirigido por estudiantes se ha convertido en un amplio ajuste de cuentas respecto a la desigualdad, las políticas económicas de Chile bajo el actual gobierno de centroderecha y las aspiraciones de los chilenos.
Tanto los chilenos que se han enfrentado con la policía como los que han golpeado ollas y sartenes en casa y en las calles como una muestra de solidaridad, se quejan de los bajos salarios, las pensiones miserables y los costos de transporte y servicios públicos que cada vez son más caros.
Mónica de Bolle, investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional, dijo que varios países de América Latina no supieron aprovechar el auge de las materias primas que a principios de siglo sacó a millones de personas de la pobreza en la región.
Según De Bolle, los líderes debieron haber gastado más para ampliar el acceso a la educación, mejorar la infraestructura e impulsar los servicios sociales, medidas que habrían hecho que los países estuviesen mejor preparados para una recesión económica.
“Muchas personas de esos países solo han visto un atisbo de lo que es tener una vida mejor”, dijo. Si bien Chile ha hecho más que otras naciones de la región en cuanto a planificar para los tiempos de vacas flacas, De Bolle afirma que eso “no es suficiente para las aspiraciones de la gente”.
¿CUÁL HA SIDO LA RESPUESTA DEL GOBIERNO CHILENO?
Mientras los saqueos y el vandalismo se extendían rápidamente el 18 de octubre, el presidente Piñera, visiblemente sorprendido, declaró el estado de emergencia a la medianoche y encargó a los militares que restablecieran el orden. Esa fue una medida extraordinaria en un país donde hace tan solo unas décadas los militares mataron y torturaron a miles de personas en nombre del restablecimiento del orden.
El gobierno suspendió el aumento de las tarifas del metro, y Piñera dijo que tomará en cuenta las quejas más importantes que generaron los disturbios. Pero el mandatario aún tiene que diseñar un conjunto integral de políticas.
Piñera ha expresado su disposición a reunirse con los líderes de la oposición, algunos de los cuales han argumentado que se necesitan profundas reformas estructurales. Pero parecía tener dificultades para comprender la fuente real de las frustraciones de la población. Culpó a los grupos del crimen organizado por la violencia.
La noche del 20 de octubre, Piñera declaró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.
Pero el general encargado de restaurar el orden, Javier Iturriaga, usó un tono muy diferente en sus declaraciones.
“Soy un hombre feliz”, dijo. “No estoy en guerra con nadie”.
John Polga-Hecimovich, experto en América Latina de la Academia Naval de Estados Unidos, dijo que Piñera fue “sorprendentemente inepto para reconocer y responder a las protestas iniciales”.
Polga-Hecimovich dijo que los disturbios en Chile y las crisis similares que han sacudido a la región en los últimos meses deberían alertar a las élites políticas.
“Esta podría ser la llamada de atención que algunos de estos gobiernos y partidos políticos necesitan para mejorar su representación y gobernanza”, dijo.