En 2016, la economía china creció un 6,7%, mientras que para este año, con una inflación que podría alcanzar el 3%, los economistas de ese país vaticinan un crecimiento similar al del año pasado, uno de los más bajos en los últimos años
China limitó a “alrededor del 6,5%” del PIB su meta de crecimiento para 2017, abriendo la puerta a una nueva merma de la actividad en la segunda economía mundial.
La previsión, anunciada al Parlamento chino en la apertura de su sesión anual por el primer ministro Li Keqiang, fue examinada en detalle por los analistas que buscan indicios sobre la orientación económica del gigante asiático.
Para 2016, Pekín se había fijado un objetivo de “entre 6,5% y 7%”, pero el crecimiento finalmente había quedado en 6,7%, su nivel más bajo en 26 años. La cifra, cuya fiabilidad muchos cuestionan, puso de manifiesto una degradación persistente de la coyuntura.
Para 2017, “anticipamos que el crecimiento del PIB será de aproximadamente 6,5%, aunque en la práctica nos esforzaremos por tener un mejor desempeño”, precisa el discurso de Li Keqiang.
Un crecimiento del 6,5% sería el más débil desde 1990, cuando la economía china se desmoronó tras el aplastamiento del movimiento de la Plaza Tiananmen a favor de la democracia.
El gobierno anunció además que prevé mantener la inflación en “alrededor de un 3%” este año.
Li asegura que se reforzará el fortalecimiento de las infraestructuras. China invertirá este año 800.000 millones de yuans (117.000 millones de dólares) en proyectos ferroviarios y 1,8 billones de yuans en la construcción de autopistas y vías fluviales.
El país reducirá en 50 millones de toneladas las capacidades anuales de producción de la industria siderúrgica y en 150 millones de toneladas las del sector del carbón, muy endeudado.
Los analistas señalan el peligro que representan las burbujas especulativas –especialmente las inmobiliarias–, el descontrol de la deuda pública y privada (más de 270% del PIB) y el desafiante auge de las “finanzas de las sombras” no reguladas, fuera del sistema bancario.
Igualmente alarmado, el gobierno prometió vigilar de cerca los mercados financieros o bursátiles y las grandes ciudades impusieron recientemente restricciones destinadas a evitar una burbuja inmobiliaria, una política que según Li Keqiang será extendida a ciudades menos importantes.
Li aseguró que el objetivo fijado es de todas formas suficiente como para cumplir la meta del Partido Comunista de duplicar el tamaño de la economía china para 2020 con relación a 2010.
La sesión anual del Parlamento congrega a miles de políticos provenientes de todos los rincones del país y es presentada por el régimen como la demostración de que responde a las necesidades de la población a pesar del monopolio de poder que ejerce, además de usarla para fijar las prioridades de las políticas nacionales.
La meta ligeramente por debajo de lo esperado acarrea implícita la señal de que el Gobierno chino da prioridad al control del riesgo sobre el crecimiento a corto plazo.
China intenta pasar de una economía de crecimiento rápido basada en la inversión y las exportaciones a un modelo más dirigido por el consumo.
Pero la transición es un proceso complicado cuando decae el crecimiento, se debilita la moneda y huyen los capitales a la búsqueda de mejores rendimientos en otros lugares, o aparecen temores de una burbuja inmobiliaria y una crisis del crédito.