SAN FRANCISCO — Casi un mes después de que Donald Trump resultó presidente electo en 2016, Larry Page, el cofundador de Google, fue convocado a una reunión en la Trump Tower junto con otros ejecutivos prominentes del sector tecnológico
Fue una aparición extraordinaria en público para Page. Usó un traje color claro y se le vio inquieto en su asiento mientras se presentaba y señalaba (de manera errónea) que su compañía quizá era la más joven de la sala. “Estoy muy contento de estar aquí”, dijo Page, que no se veía contento de estar ahí.
Para cuando lo convocaron de nuevo en 2018 —esta vez para testificar ante el Congreso sobre varios problemas del sector tecnológico— Page prácticamente había abandonado los papeles que suelen asociarse con el director de una de las compañías más adineradas y poderosas del mundo. No se presentó, y los senadores colocaron una silla vacía y un cartel con su nombre al lado de los otros participantes.
El martes, Page y Sergey Brin, el otro cofundador de Google, dijeron que ya no llevarían a cabo su papel cotidiano de directores ejecutivos en Alphabet, la empresa matriz de Google. Aunque la decisión parecía repentina, fue la culminación de una separación que duró varios años entre dos de los fundadores más prominentes de Silicon Valley y la compañía que comenzaron hace 21 años.
Durante algún tiempo, Page y Brin han reducido su participación diaria en la compañía, cediendo las tareas de gestión a miembros adjuntos para poder enfocarse en una gran variedad de proyectos, incluyendo vehículos autónomos, robótica y tecnología de extensión de la vida. A menudo le dejaron el asunto complicado de dirigir Google a Sundar Pichai, un adjunto confiable que se convirtió en el director ejecutivo de Google en 2015.
Lo sucedido el martes fue el broche de oro de esa separación. Los fundadores nombraron a Pichai como el director de Google y Alphabet, mientras que ellos siguen formando parte del consejo directivo de la empresa matriz. Page y Brin aún tienen el 51 por ciento de las acciones con derecho de votación, lo cual les otorga el control efectivo de la empresa, y de Pichai, si así lo desean.
En una carta con la que anunciaron este cambio, Page y Brin compararon sus 21 años en Google con criar a un niño, y dijeron que ahora era “el momento de asumir el papel de padres orgullosos”.
Page y Brin ayudaron a desatar el internet moderno y Silicon Valley como fenómenos culturales y comerciales. A lo largo de las últimas dos décadas, se encargaron de una empresa que fue central para uno de los periodos más relevantes en la historia de los negocios.
Ahora, mientras la sociedad y el gobierno comienzan a considerar las repercusiones de los cambios que trajo consigo el internet, ambos hombres se están alejando, seguramente para llevar a cabo otros proyectos, financiados con los miles de millones de dólares que amasaron en Google e impulsados por la creencia de que la tecnología puede resolver los problemas del planeta.
Google enfrenta desafíos legales y regulatorios en varios continentes. Está combatiendo con sus propios empleados. Además, está tratando de revertir la opinión pública cada vez más negativa acerca de su marca. Sin embargo, es Pichai, y no los fundadores, quien tendrá la misión de dirigir Google durante uno de los periodos más difíciles de su historia.
“Ahora es un trabajo imposible”, dijo Shane Greenstein, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard que ha estudiado a Google y sus fundadores. Page y Brin son pensadores sesudos y técnicos, y los problemas que enfrenta la compañía “no solo son técnicos o científicos”, dijo. Sus problemas son “asuntos de políticas del tipo corporativo que se solucionan con abogados, por los que históricamente no se han mostrado entusiastas”.
Después de que Page y Brin fundaron formalmente Google en septiembre de 1998, resultaron ser empresarios hábiles. Aun así, a los inversionistas les preocupaba que no estuvieran listos para dirigir lo que muchos creían con razón que podría convertirse en una de las compañías más grandes de Silicon Valley.
Para 2001, el consejo de Google presionó a los fundadores para que trajeran a un ejecutivo experimentado con el fin de que dirigiera la empresa. Page y Brin eligieron a Eric Schmidt, un exdirector ejecutivo de la compañía de Software Novell, como director ejecutivo de Novell, en parte porque los tres habían creado un vínculo en Burning Man, el festival de arte en el desierto de Nevada.
Mientras que los fundadores en un principio se mostraron preocupados de tener un jefe, rápidamente se aclimataron a la idea de contar con Schmidt. Uno de los beneficios de ya no ser directores ejecutivos, le dijeron colegas a Page, era que ya no tendría que llevar a cabo tareas como hablar con anunciantes e inversionistas, de acuerdo con “In the Plex”, un libro sobre los comienzos de Google escrito por Steve Levy.
En cambio, los fundadores buscaron nuevas iniciativas, como hacer mapas de todo el mundo, digitalizar libros, desarrollar inteligencia artificial y crear nuevos programas de celulares para competir con el iPhone de Apple.
En 2005, Page asistió al DARPA Grand Challenge, una carrera para vehículos autónomos en el desierto de California. Ahí conoció a Sebastian Thrun, un profesor de Stanford y desarrollador vanguardista de vehículos autónomos, que entonces estaban en sus primeras versiones.
“Estaba atónito de que el fundador de una compañía de un motor de búsqueda asistiera a una carrera de robots”, dijo Thrun en una entrevista el martes. “No pasó mucho tiempo antes de que Larry me impulsara para comenzar el equipo Chauffeur”.
Chauffeur era el proyecto secreto de vehículos autónomos de Google, que Thrun comenzó en 2009, en colaboración cercana con Page y Brin. Actualmente, algunas de las grandes empresas tecnológicas están experimentando con el transporte, pero cuando la noticia del proyecto se reveló en 2010, que una compañía de internet construyera un auto era algo sin precedentes.
“No considero que Google sea una compañía de transporte”, dijo Thrun. “Pero Larry pensaba en Google como una compañía que impulsaba las innovaciones en cualquier sector”.
Thrun dirigió Chauffeur bajo Google X, el laboratorio de innovación donde se animaba a los ingenieros a construir proyectos de ciencia ficción que creyeran que jamás funcionarían. Muchos de sus proyectos fracasaron, como los ascensores espaciales, los cinturones cohete y la teletransportación, pero otros aún están en desarrollo, como los drones de entrega, los cometas que producen energía y los globos con señal de internet.
Como la mayoría de los proyectos futuristas en Google, este laboratorio fue el producto de los fundadores. Sobre todo, Brin quería algo en qué trabajar porque se estaba aburriendo en su papel de gestor, dijo Michael Jones, cofundador de Google Earth, que pasó 11 años en la empresa.
“Siempre estaba frustrado por saber qué haces; no puedes ser ingeniero si estás al mando”, dijo Jones. “Él quería salir a crear cosas”.
Brin mudó su oficina a Google X y comenzó a experimentar con anteojos que tenían computadoras integradas, drones de entrega y embarcaciones en la bahía de San Francisco que posiblemente podrían albergar centros de datos.
En 2011, Page retomó su papel como director ejecutivo al mando de Google, y le dieron la bienvenida de un héroe. Sin embargo, el patrón —querer estar a cargo sin lidiar con el puesto cotidiano— rápidamente se repetiría.
Parecía más interesado en los aspectos menores del empleo. Le frustraba tener que lidiar con cosas como los conflictos ejecutivos internos y las guerras de posiciones que son parte inevitable de la vida corporativa, de acuerdo con tres exejecutivos que hablaron con la condición de mantener su anonimato.
En 2013, cuando los analistas de valores le preguntaron a Page cuánto dinero estaba gastando la compañía en proyectos de investigación a largo plazo que quizá jamás generarían ingresos, los reprendió por pensar a corto plazo y dijo que deberían pedirle que gastara más en eso. Fue la última reunión de ganancias de Page.
“Sé que les encantaría que estuviera de su lado, pero también dependen de mí para darle prioridad sin piedad a mi tiempo con el fin de beneficiar el negocio”, les dijo a los analistas.
Algunos empleados de Google dicen que los fundadores han estado cediendo los reflectores a otros ejecutivos durante años. En una conferencia de Fortune en 2015, en una de las últimas entrevistas públicas de Page, le preguntaron sobre el interés de Google en China, un país por el que la empresa había estado muy emocionada años antes.
“También le he delegado esa pregunta a Sundar”, respondió Page. “Lo ayudo a pensar al respecto, pero no tengo la respuesta en este momento”. Sonrió, y el público se rio.