Cuando un matrimonio adinerado compró el Berliner Zeitung, un distinguido pero debilitado sobreviviente de la prensa de Alemania del Este, planificaron la gran reapertura de su diario para que coincidiera con el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, el mes pasado.
En una editorial llamativa de dos páginas, la pareja emprendedora, Silke y Holger Friedrich, invitaron a reimaginar la historia desde la reunificación alemana. Afirmaron que 30 años después de la caída del muro, los alemanes del Este debían luchar para recuperar el control de su propia narrativa en manos de los alemanes occidentales, además, provocaron controversia al defender al último líder de Alemania del Este.
Sin embargo, hubo una información esencial que no mencionaron.
Una semana después, un periódico rival publicó que Holger Friedrich, de 53 años, había sido informante de la Stasi, la temida policía secreta de la Alemania Oriental comunista, a finales de los años 80.
En vez de disculparse, Friedrich decidió defenderse.
Friedrich alegó que había sido obligado a ser un informante y que había trabajado con sus supuestas víctimas para asegurarse de revelar lo menos posible. Insistió en que tenía muy poco, o nada, que lamentar. Pero al mismo tiempo admitió que no podía estar seguro de si alguien había sido perjudicado como resultado de sus acciones.
“No soy un oriental que tiene que disculparse. No soy un oriental que necesita humillarse”, dijo en una entrevista desde la sede de su periódico.
Con la esperanza de contar su versión de la historia, Friedrich permitió el acceso a su copia de su expediente de la Stasi a The New York Times y al periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung. También logró que la excomisionada federal para los archivos de la Stasi y un historiador escribieran un informe oficial sobre su expediente.
En sus informes, la archivista y el historiador verificaron la autenticidad del expediente, aunque acotaron que no había manera de saber si esos cientos de páginas representaban todo lo que la Stasi tenía sobre él.
El caso refleja el debate existente dentro de Alemania sobre el legado de la Stasi y sus colaboradores y cómo algunas percepciones están evolucionando.
En su etapa agónica final, la Stasi utilizó un estimado de 189.000 informantes para ayudar a mantener su control en un Estado comunista de unos 16 millones de personas. Fue una fuente de terror en Alemania Oriental y una profunda vergüenza tras su caída.
Pero en años recientes, muchos alemanes han asumido una visión más matizada de aquellos que colaboraron con la policía secreta, ya que es cada vez más evidente que muchos de ellos fueron extorsionados u obligados de alguna manera.
El expediente de Friedrich tiene más de 700 páginas, y más de 500 están más relacionadas con la vigilancia que le hicieron que la que él realizó.
Al final, sus contactos en la Stasi dejaron de comunicarse con él, mencionando en su expediente que había sido improductivo.
El extenso informe de Marianne Birthler, la excomisionada federal para los archivos de la Stasi, y el historiador Ilko-Sascha Kowalczuk señalaron que incluso si Friedrich había intentado evitar perjudicar a otros, no hay manera alguna de asegurar que no lo hizo.
Cuando se le preguntó por qué no había divulgado su pasado con la Stasi antes, Friedrich dijo: “Sentimos que era mejor activar la empresa antes de que esto saliera a la luz pública, para poder lidiar mejor con eso”.
Sus interacciones con la Stasi comenzaron luego de que Friedrich se uniera al Ejército de Alemania Oriental en 1986. En 1987, tras ser arrestado por la sospecha de estar planeando huir del país y ser retenido en una instalación de la Stasi, se le dio la opción de elegir entre la prisión o la colaboración.
“No hicieron falta ni 30 segundos para decidirme”, dice Friedrich en la entrevista, y agrega que él ha sido siempre honesto con su familia y amigos sobre su participación.
En el expediente de Friedrich se revela que sus contactos le ordenaron hacerse amigo de muchas personas específicas. Pero, aparentemente, Friedrich regresó con poca información valiosa.
El torbellino alrededor del expediente de la Stasi de Friedrich se ha convertido en un espectáculo público.
Fue la culminación de una presentación turbulenta a la vida pública de una pareja que era poco conocida hasta el anuncio de que habían comprado el grupo de prensa Berliner Verlag, el cual publica el Berliner Zeitung y otros diarios más pequeños.
El debut editorial de los Friedrich atacó la piedra angular de la narrativa oficial alemana sobre la caída del muro el 9 de noviembre de 1989 y la reunificación. Por ejemplo, la pareja sugirió que mantener al presidente ruso Vladímir Putin más cerca de Alemania podría haber sido una medida inteligente.
Sin embargo, fue otro comentario el que provocó la mayor controversia. Ellos sugirieron que a Egon Krenz, el último dictador de Alemania del Este, quien formó parte de los esfuerzos para reprimir la revolución pacífica de los años 80, se le debía agradecer por no haber arremetido violentamente contra los manifestantes.
Aunque algunos afirmaron que habían cruzado la línea, otros le dieron la bienvenida al llamado a la reconsideración.
“Yo podré no compartir sus opiniones, pero la pregunta sobre quién tiene la autoridad para interpretar la historia de Alemania del Este y de la caída del muro, es relevante y está justificada”, dice Mandy Tröger, profesora de Comunicación y Medios en la Universidad de Múnich. “Especialmente cuando observas los discursos convencionales de los medios, esta editorial puede verse como un acto de emancipación”.
Copias del expediente que la Stasi mantuvo sobre Holger Friedrich, quien afirma haber sido obligado a convertirse en informante de la infame policía secreta de Alemania Oriental, en Berlín, el 11 de diciembre de 2019. Luego de que los nuevos dueños del Berliner Zeitung, una pareja adinerada, revelaran sus planes ambiciosos para reformar el periódico, un diario rival publicó que, a finales de los años 80, el esposo había sido informante de la Stasi, la temida policía secreta de la Alemania del Este comunista.