WATERHOLES, Australia — El convoy de automóviles que huyó de las llamaradas infernales en el bosque del sureste de Australia llevaba un gran cargamento: once koalas, quince canguros, cinco pollos, dos zarigüeyas, dos perros y un lori.
Susan Pulis, que administra un refugio para animales salvajes, reunió a sus amigos para que envolvieran a los animales en cobijas y cestas y los llevaran a un lugar seguro en la costa. Una amiga vació una habitación en la planta baja de su casa para albergar a cinco canguros. Pulis metió a las crías de los marsupiales en sacos hechos con colchas y los resguardó en la sala de estar de otro conocido.
“Desde los incendios, se comportan de manera muy distinta”, dijo de los animales, “están muy alterados”.
Además de matar al menos a 24 personas, destruir más de 1400 hogares y devastar más de seis millones de hectáreas, los incendios forestales también han afectado sobremanera a la renombrada fauna australiana. Según algunos estimados, es probable que cientos de millones de animales, muchos de los cuales no existen en otros continentes, hayan fallecido, lo que representa una devastación de los ecosistemas únicos del país.
“Hemos llevado a muchas especies que no estaban amenazadas a estar en peligro de extinción, si no es que a la extinción”, dijo Kingsley Dixon, ecologista y botánico de la Universidad Curtin en Perth.
Incluso los animales que sobrevivieron, huyendo o escondiéndose, podrían morir de deshidratación o inanición, añadió Dixon. “Es un apocalipsis biológico que pocas veces se ha visto”, sostuvo.
La fauna en Australia ya estaba bajo amenaza antes de estos incendios, debido a los cambios que los humanos han creado en el entorno. La agroindustria es uno de los principales contribuyentes a la deforestación, que diezma poblaciones de animales silvestres, según afirman los científicos.
Los estimados astronómicos de pérdidas de vidas animales y las imágenes desgarradoras de koalas carbonizados durante esta desastrosa temporada de incendios forestales han extendido la preocupación por todo el mundo. Mujeres que hacen colchas en los Países Bajos han hecho mitones para los koalas que tienen las patas quemadas. Los neozelandeses están cosiendo bolsas para los marsupiales bebés y chales para los murciélagos.
Algunos expertos dudan de las altas cifras que se reportan en las redes sociales, las cuales están basadas en cálculos de densidades poblacionales de mamíferos, aves y reptiles tomados de estudios publicados anteriormente. La cifra de decesos se obtiene multiplicando el número de animales que se piensa que habitan en un área determinada por el total de hectáreas quemadas.
Pero es imposible saber cuántos animales lograron huir, por ejemplo. El acceso restringido a las áreas afectadas y la dificultad que implica documentar cada una de las muertes de animales complican los esfuerzos para evaluar la magnitud de los daños.
Sin importar la cifra, está claro que la devastación es inmensa, afirman los científicos.
“Es peligroso establecer una cifra”, dijo Corey Bradhsaw, investigador de ecología de la Universidad Flinders en Adelaida, en el sur. Pero, añadió: “No hay duda de que ha habido muertes”.
Puede que se haya perdido al menos un cuarto de la población de koalas en Nueva Gales del Sur, de acuerdo con diversos estimados. Es probable que se hayan perdido grandes cantidades del bandicut marrón meridional y la rata canguro de patas largas, una especie de ualabí (marsupiales de Oceanía) cuyo hábitat ha sido destruido en su totalidad por los fuegos.
Los expertos dijeron que, en la isla Canguro, cerca de la costa de Australia del Sur, miles de canguros y koalas murieron en el incendio que ya ha devastado un tercio de la isla. También hay un gran miedo por el destino de una subespecie de cacatúas lustrosas, de las cuales solo quedaban 300 o 370 antes de los fuegos.
No solo la fauna ha sido arrasada. En Batlow, 460 kilómetros al suroeste de Sídney, un video grabado por un reportero mostró los cuerpos carbonizados de ovejas y vacas desperdigados por la carretera. Ver tantos cadáveres así ha despertado temores biológicos en todo el país.
Buchan, una zona agrícola en el estado sureño de Victoria, también se ha visto severamente afectada, pues los agricultores han tenido que sacrificar al ganado que se quemó justo cuando la sequía ya había dificultado sus actividades de subsistencia. Los agricultores del pueblo cercano de Bairnsdale dijeron que está programada una venta de ganado para el jueves, pues buscan deshacerse del ganado que les queda, aunque algunos de esos animales podrían estar heridos.
Tina Moon, agricultora en Sarsfield, un pueblo en el sureste de Victoria, dijo que hubo que practicarle la eutanasia a gran parte del ganado que se había quemado. Contó que había salvado su casa, pero que no tenía idea de cómo se iba a ganar la vida ahora.
Para proteger la fauna de Australia, los rescatistas como Pulis, que a finales del mes pasado huyó del bosque a la costa, están lidiando con los cambios inmensos que ha habido en la naturaleza, pero a una escala pequeña. Ellos solos no pueden salvar la vida silvestre de Australia, pero su labor está reforzando las ideas de los científicos de que la intervención será cada vez más necesaria para proteger a los animales en un planeta más caliente y furioso.
Jason Nicholson conduce a través de un paisaje incendiado en la carretera a Waterholes, Victoria, Australia, el 6 de enero de 2020. (Christina Simons/The New York Times)