Artículo basado en la experticia de la doctora, Bethanne Keen, Psicología de Mayo Clinic en Scottsdale, Arizona.
Aunque los trastornos alimenticios son más comunes entre los adolescentes y los adultos jóvenes, afectan también a gente de toda edad, incluso a personas mayores.
Los trastornos alimenticios son afecciones serias que se relacionan con conductas alimentarias persistentes y afectan la salud, las emociones y la capacidad de funcionar en áreas importantes de la vida. Los tres tipos más comunes de trastornos alimenticios son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno de alimentación compulsiva. Otros son el trastorno de rumiación y el trastorno por evitación o restricción en la ingesta de alimentos.
La anorexia nerviosa se caracteriza por un intenso temor a aumentar de peso y una percepción distorsionada del peso corporal o de la forma del cuerpo. Las personas con anorexia pueden limitar excesivamente las calorías que consumen o recurrir a otros métodos para perder peso, como hacer ejercicio en extremo y tomar laxantes o pastillas para adelgazar. Estas personas pueden llegar a tener un peso corporal anormalmente bajo. El temor a aumentar de peso también puede acompañarse de vergüenza por ingerir calorías, lo cual se alivia con vómito (purgar) o laxantes.
En la bulimia, las personas normalmente ingieren gran cantidad de comida de una sola vez (alimentación compulsiva). Luego, impulsadas por la vergüenza, se deshacen de las calorías adicionales de forma poco sana, como por ejemplo, mediante vómitos.
El trastorno de alimentación compulsiva está marcado por la impulsividad. Las personas que suelen comer compulsivamente ingieren demasiada cantidad y sienten que no tienen control sobre su forma de comer. Sin embargo, a diferencia de la anorexia o la bulimia, no compensan ese comportamiento. Se cree que el trastorno de comer compulsivamente es el más prevalente entre las personas mayores, quienes tienen las mismas inquietudes respecto a su imagen corporal que sus contrapartes jóvenes.
Un estudio grande descubrió que el nivel de insatisfacción con el cuerpo es constante entre las mujeres de toda edad y otro estudio observó que hasta las mujeres con peso sano dicen estar insatisfechas con su cuerpo y que “se sienten gordas”. La presión social por ser delgado se vincula con trastornos alimenticios en las personas mayores, igual que ocurre en los adolescentes y los jóvenes. Esos sentimientos pueden sumarse a factores como estrés excesivo en la vida, problemas con la menopausia y temor ante los cambios que la edad hace en la apariencia personal.
Existe el concepto erróneo de que un trastorno alimenticio es simplemente un estilo de vida elegido, pero los estudios muestran que estos trastornos derivan de una compleja interacción entre genética, biología, comportamiento, psicología y factores sociales. En particular, las alteraciones en los circuitos cerebrales vistas en muchas personas con trastornos alimenticios que prácticamente las hacen morir de hambre pueden complicar la recuperación y aumentar la probabilidad de recaer.
El trastorno alimenticio generalmente se controla con un trabajo en equipo que incluye la perspectiva de los médicos, entre ellos, los profesionales de la salud mental y los dietistas. Si bien el tratamiento depende del tipo de trastorno, por lo general, implica enseñar sobre la nutrición, dar asesoría y volver a alimentar a la persona. Además, se podría recomendar un medicamento, sobre todo en los casos de trastorno de alimentación compulsiva.
La terapia cognitivo conductual se usa a menudo en el tratamiento de los trastornos alimenticios porque puede enseñar a quienes los padecen a controlar y mejorar sus hábitos alimentarios, a ser capaces de resolver sus problemas y a explorar maneras sanas de lidiar con los sentimientos y las situaciones de la vida. Los medicamentos no pueden curar los trastornos alimenticios, aunque algunos, como el estimulante lisdexamfetamina (Vyvanse), ayudan a controlar los impulsos de comer compulsivamente, purgar o afrontar las preocupaciones excesivas con dieta.
La mayor parte del tratamiento se puede hacer en consulta externa. No obstante, las personas con casos graves de mala nutrición debido a anorexia o con problemas de salud serios por comer compulsivamente pueden requerir ingresar al hospital o a un programa especializado para trastornos alimenticios.
Si necesita ayuda con algunos comportamientos suyos respecto a la alimentación o con sentimientos acerca de su cuerpo, pida apoyo. Al buscar tratamiento, evitará varias complicaciones de salud graves y, en última instancia, prolongará su vida. De igual manera, si es algún ser querido suyo quien parece mostrar señales de uno de estos problemas, motívelo a hablar con un profesional de la salud. Al expresar su inquietud y deseo de escuchar, posiblemente usted esté abriendo una puerta para que esa persona acepte la ayuda.