Al otro lado del Atlántico, “Hatufim” fue elegida a finales del año pasado mejor serie extranjera de la década por el periódico New York Times.
Una década después del éxito de la primera serie israelí “Betipul” y “Hatufim”, adaptada en docenas de países, las producciones israelíes cosechan un gran éxito gracias a su dinamismo y la inventiva de los guionistas locales.
“Hasta tal punto que cuando ves a alguien detrás de su computadora en un café de Tel Aviv, piensas que es alguien que está escribiendo el guión una serie de televisión”, bromea la productora israelí Maya Fischer.
Las series israelíes han sido reconocidas en estos años en Europa en eventos como Cannes Series (“When Heroes Fly”, mejor serie, 2018) y Serie Mania (Gran Premio para “Your Honor” en 2017 y para “On the Spectrum” en 2018).
Al otro lado del Atlántico, “Hatufim” fue elegida a finales del año pasado mejor serie extranjera de la década por el periódico New York Times, que también concedió a otra saga israelí, “Fauda”, el octavo lugar en una lista de 30.
Israel está entre los 10 principales exportadores mundiales de series de TV y es “muy probablemente el primer exportador per cápita”, según Amos Neumann, uno de los directores del grupo Armoza Formats, uno de los grandes productores y distribuidores israelíes.
“Antes, solo pensábamos en exportar a través de adaptaciones, pero hoy el sueño de vender nuestras series tal como fueron realizadas y en su versión original, en hebreo, se ha hecho realidad”, se alegra Fischer.
– Pozo de inspiración sin fondo –
Para el guionista Hagaï Levi, quien coescribió “Our Boys” para HBO, este es “el logro más importante” de los últimos años.
“Las serie israelíes están comenzando a verse en versión original y te permite sumergirte en la cultura local. Por eso fue tan importante para nosotros que ‘Our Boys’ haya sido filmada en hebreo” y en árabe, explica.
Quizás el mejor ejemplo es “Fauda” (“caos”, en árabe), la primera serie de televisión israelí bilingüe (árabe y hebreo), comprada por Netflix en 2016, que fue un éxito internacional.
Esta serie de misterio, cuyos protagonistas son soldados israelíes, especialistas en misiones de infiltración en la Franja de Gaza, y milicianos armados del movimiento islamista palestino Hamás, se basa en la experiencia personal de sus dos coautores, Lior Raz, ex miembro de una unidad especial del ejército israelí, y Avi Issacharoff, durante mucho tiempo reportero en los territorios palestinos.
“Las historias más personales y locales son las que funcionan mejor”, dijo Karni Ziv, escritora de ficción del grupo israelí Keshet.
En su visión, “la experiencia israelí, en la que la realidad a menudo supera la ficción, es un pozo de inspiración sin fondo”.
“Las divisiones de la sociedad entre laicos y religiosos, inmigrantes viejos y nuevos, servicio militar obligatorio y guerras, sumadas a los síndromes de estrés postraumático, terrorismo y ocupación o el desorden del vida política”, cita
– Bajo costo, alta calidad –
Lo que importa, dice Ziv, es “la autenticidad de la narrativa que hace posible que cualquier persona, israelí o no, se identifique con ella emocionalmente”.
En una prueba de que Israel se ha convertido en un punto de referencia en cuanto a series, escuelas de cine europeas están aumentando los intercambios con los autores locales.
En Francia, el Centro Nacional de Cine (CNC) lanzó en 2019 una asociación de escritura con un fondo israelí para permitir que jóvenes guionistas franceses e israelíes, escriban series en conjunto.
La explosión de plataformas digitales como Netflix y Apple ha estimulado aún más la creación en Israel, donde los presupuestos para producir son un 50% inferiores a los de Estados Unidos o Europa, subraya Ouri Shenar, uno de los productores israelíes más conocidos.
“Nuestro modelo es ‘bajo costo, alta calidad'”, explica Shenar.
“Tenemos una mentalidad ingeniosa, hacemos todo al mismo tiempo, con poca mano de obra y un gran sentido de la improvisación”, añade.
Daphna Levin, una de las co-escritoras de “Betipul”, sin embargo, evoca la dificultad de la vida cotidiana de los guionistas israelíes, obligados a tener un segundo trabajo, “en el mejor de los casos, como profesor en una escuela de cine”, para llegar a fin de mes.