Desde la aparición de la epidemia en diciembre, más de 80.000 personas se han contagiado en China con el COVID-19.
Un mes después de la apertura de varios hospitales construidos a contrarreloj en Wuhan para tratar a los enfermos de la ciudad china epicentro del coronavirus, el médico Ma Yonggang empieza a ver el final del túnel.
“Acogemos a muy pocos nuevos pacientes. Cada día, tres o cuatro personas salen curadas”, asegura el doctor Ma, enviado a un estadio que fue transformado en centro médico a principios de febrero.
Para aliviar un sistema de salud al borde de la saturación, numerosos lugares públicos de la metrópolis de 11 millones de habitantes fueron transformados para acoger a enfermos del nuevo coronavirus, sobre todo establecimientos escolares.
La ciudad cuenta con 16 de estos hospitales de campaña que han tratado a más de 12.000 pacientes, afirmaron el domingo los medios.
Desde la aparición de la epidemia en diciembre, más de 80.000 personas se han contagiado en China con el COVID-19, y más de 3.000 murieron, la inmensa mayoría en Wuhan, donde se detectó el virus.
Estos centros provisionales proponen un tratamiento y un diagnóstico de base para los pacientes que presentan síntomas de ligeros a moderados. Pero no siempre fue así.
Cuando Ma Yonggang tomó sus funciones el 4 de febrero, “asustado y angustiado” tras una llamada a media noche, todavía se estaban colocando las camas y las instalaciones eléctricas no funcionaban bien.
– Condiciones “bastante malas” –
Al principio, las condiciones estaban lejos de ser óptimas, especialmente por la falta de equipos de protección, reconoce.
“Cuando el hospital abrió (…) las condiciones de vida de los pacientes y del personal médico (…) eran bastante malas”, explica desde Wuhan, en una videoconferencia organizada por el gobierno chino.
Además, los pacientes pensaban que tendrían habitaciones individuales y no se esperaban estar en un espacio abierto.
“Una vez llegados al lugar, se daban cuenta que había varios pacientes en una gran sala abierta y ponían en duda que podían curarse”, recuerda este médico de 43 años.
Un mes después, la situación es totalmente distinta.
“Las condiciones han mejorado mucho. Ahora tenemos baños y lugares específicos para que los pacientes hagan ejercicio físico, hay calefacción y un servicio de restauración”, precisa Ma Yonggang.
En las primeras semanas de la crisis, la AFP constató que se formaban largas filas para conseguir ver a un médico en los hospitales de Wuhan. En los centros faltaban camas, había escasez de algunos medicamentos y el personal no daba abasto.
A mediados de febrero sin embargo la situación fue para mejor, asegura el este doctor.
– “Responsabilidad histórica” –
A partir de entonces, “de 30 a 40 pacientes empezaron a salir cada día del hospital y solo una docena eran admitidos. Es en ese momento que las cosas cambiaron para nosotros”, dice.
Gracias a las medidas drásticas de confinamiento –la metrópolis y su provincia de Hubei están aisladas desde finales de enero– el número de casos se redujo estos últimos días de forma espectacular en todo el país. El miércoles, solo se registraron 114 nuevos contagios en Wuhan.
El hecho que un primer hospital provisional cerrara definitivamente sus puertas el domingo refleja que la situación está mejorando.
Pero, en esta epidemia, el personal médico está pagando un precio muy alto: más de 3.000 efectivos sanitarios están contagiados y al menos 11 personas perdieron la vida, según las autoridades sanitarias chinas y un equipo de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Fue el caso del oftalmólogo Li Wenliang, quien dio la señal de alerta en diciembre poco después de la aparición del virus pero que fue acusado por la policía de propagar rumores. Su muerte por neumonía a principios de febrero desató en China una oleada de indignación contra las autoridades.
Ningún empleado de estos hospitales de campaña está contaminado por el virus, asegura Ma.
“Cargamos con una responsabilidad histórica a nuestras espaldas”, afirma.