Peligra el yagán, un lenguaje no escrito y melódico.
Eugenio Calderón se calza sus botas de hule amarillas y se dispone a recoger su red de pesca del canal de Beagle, en el extremo sur de Chile. A los 71 años, es uno de los últimos indígenas yaganes, que luchan por sobrevivir en los inhóspitos parajes del llamado fin del mundo.
Es hijo de Cristina Calderón, quien a sus 92 años es la última hablante nativa yagán. Él, sin embargo, prefirió no tomar el relevo.
“No quise aprender nunca (el idioma) porque se reía la gente”, relata Eugenio a la AFP desde su casa en la Villa Ukika, un pequeño poblado mayoritariamente yagán en las afueras de Puerto Williams, con una privilegiada vista sobre la cordillera de Darwin.
“Inglés me hubiera gustado aprender, porque es el idioma internacional y me hubiera permitido ser guía” turístico, agrega este hombre que aún recuerda las burlas que recibía cuando de niño pronunciaba algunas palabras en su lengua originaria.
Esa amarga experiencia lo llevó a alejarse de su cultura, tal como le ocurrió a varias generaciones de yaganes.
Pese a ello, Eugenio mantiene la conexión de sus antepasados con el mar. Con un pequeño bote de madera navega por el canal de Beagle y pesca para alimentarse.
Desde aquí mira con desesperanza el futuro de su comunidad.
“Para mí va a desaparecer, porque en estos momentos hay niños que quieren aprender el idioma, pero después ya cuando son jovencitos pienso yo que se van a sentir como medio avergonzados”.
Considerados los habitantes más australes del planeta tras poblar hace más de 6.000 años el Cabo de Hornos y la Isla Grande de Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente americano, los yaganes fueron un grupo nómada de expertos navegantes.
Vestidos con pieles de lobo marino y alimentándose de los recursos que extraían del mar, navegando sobre canoas confeccionadas con cortezas, su población alcanzó los 3.500 indígenas.
Pero el impacto de la llegada a sus tierras de los europeos en el siglo XIX -que conllevó una serie de enfermedades- y el posterior establecimiento del estado chileno en su territorio hizo que en pocas décadas la comunidad se redujera a unas 200 personas. Desde hace décadas dejaron atrás la navegación en canoas.
– La batalla por el idioma –
Con una salud muy deteriorada en los últimos años, la eventual muerte de Cristina Calderón amenaza con hacer desaparecer una parte importante de la cultura de los pueblos originarios chilenos, enterrando el idioma yagán, un lenguaje no escrito y melódico.
En vista de esta potencial pérdida irreparable, un grupo de jóvenes se han abocado a transmitir las nociones básicas que tienen de la lengua a las nuevas generaciones. Entre ellos se cuenta una de las nietas de Cristina, a quien la anciana traspasó parte del conocimiento de su lengua.
“Se está haciendo un trabajo frente al rescate de la lengua (…) Hay una nueva generación que tiene un apego tremendo a su territorio”, dice a la AFP David Alday, representante de la comunidad yagán y parte del grupo que trabaja en la recuperación de su lengua.
Además del idioma, las nuevas generaciones aspiran a lograr mayores grados de autonomía y a defender su territorio. Hace un año consiguieron su primera victoria al paralizar cuatro concesiones entregadas a empresas salmoneras que querían instalarse en la zona.
“Nosotros no íbamos a permitir el atropello a nosotros ni menos a la naturaleza; a nuestro mar, que es el gran tesoro que tenemos”, afirma Alday.
El gobierno, por su parte, restituyó recientemente varias piezas patrimoniales a los yagán que permanecían desde hace 100 años en un museo de Santiago.
“Tenemos una deuda con los pueblos originales”, reconoció la ministra de Cultura chilena, Consuelo Valdés, a la AFP, tras restituir objetos como una máscara de cuero ceremonial o una réplica de canoa de corteza, que quedaron al resguardo del Museo Antropológico Martín Gusinde de Puerto Williams, ubicado en la orilla sur del canal del Beagle.
“Una manera de traerles su cultura perdida es venir aquí y traer objetos que para ellos son muy significativos”, afirma la ministra.
Alejados de la pesca hace ya unas dos generaciones, los yaganes se dedican en la actualidad en su mayoría a las artesanías o a realizar trabajos ocasionales en la construcción, el turismo, servicios de hogar y restaurantes.
La abuela Cristina confecciona canastos de juncos siguiendo las tradiciones ancestrales, además de réplicas de las canoas que usaban sus antepasados y tejidos de lana, que vende en un pequeño negocio levantado al frente de su modesta vivienda en la Villa Ukika.
“Veo un futuro muy bueno y potente para la comunidad, ya hemos logrado revertir decisiones de las autoridades”, afirma con esperanza David Alday.