La última vez que estuve desempleado fue en el punto álgido de la Gran Recesión. Acababa de mudarme con mi novia, quien de pronto se encontró con una pareja sin trabajo que rara vez salía de la casa. Sin embargo, me dio un consejo sorprendente: juega videojuegos.
Tendría mucho tiempo en mis manos, dijo, y, aunque en efecto podía y debía hacer otras cosas —quehaceres, ejercicio, buscar un empleo— la mayor parte del día estaría encerrado en casa con pocos recursos. Sin algo en qué ocupar mi mente, me volvería loco.
Tenía razón. Jugar videojuegos ayudó a calmar mi mente, mi humor y posiblemente nuestra relación. Este año, celebraremos nuestro aniversario nupcial número diez.
Así que ahora daré el mismo consejo a cualquiera que no tenga trabajo en este momento o esté en casa por otros motivos: juega videojuegos, y no te sientas mal al respecto.
Si no sueles jugarlos, podrías pensar que los videojuegos simplemente sirven para perder el tiempo. Sin embargo, para los que pasamos mucho tiempo en casa sin trabajo, matar tiempo es un verdadero problema. Además, en el mundo de las consolas de gran presupuesto, un juego de diez a quince horas es una experiencia bastante corta. Algunos requieren cientos de horas. Hay juegos en línea diseñados para jugarse una y otra vez durante miles de horas.
No obstante, los juegos son más que un motivo para perder el tiempo. En los periodos de dolor, aburrimiento o vacío personal, los videojuegos pueden servir como un cuidado paliativo para el cuerpo y la mente.
Piensa en los videojuegos como un plan de estímulo personal para un país que de pronto debe quedarse en casa: no es una solución a largo plazo, no les funcionará a todos y no resolverá los problemas subyacentes, pero puede proporcionar un alivio limitado y temporal para algunos.
Los videojuegos pueden adoptar muchas formas, pero básicamente todos son simulaciones. Y cuando el mundo real es temporalmente inaccesible, una versión simulada quizá sea lo que necesitamos.
Entre otras cosas, los videojuegos emulan el trabajo: incluso los juegos más sencillos les asignan a los jugadores tareas, objetivos, listas de cosas que hacer, problemas que resolver y una sensación de logro tras cumplir con los objetivos. Además, los juegos modernos más populares ofrecen una lista al parecer interminable de misiones y metas, tareas y subtareas, sistemas que aprender y habilidades que dominar.
Un juego como “Destiny 2” ofrece cientos, si no es que miles, de horas de juego, exploración y estudio. Ambientado en un mundo de ciencia ficción de diseño complejo, les pide a los jugadores que acaben con una ola tras otra de enemigos extraterrestres. También los recompensa por entender un sistema complejo de progresión de personajes que implica completar objetivos y metas cada vez más difíciles, a veces en más de una ocasión, a cambio de armas y armaduras más extraordinarias y poderosas. Quizá no logres nada concreto después de pasar un día cumpliendo misiones y reuniendo materiales visuales, pero sentirás que fue así.
Los críticos de los juegos han señalado la naturaleza laboral de muchos juegos modernos durante años, no siempre de manera favorable. Pero en un mundo de desempleo masivo por quedarse en casa, incluso la ilusión de tener logros puede ser mejor que nada.
En efecto, la característica especial del encierro en nuestra crisis actual les da una relevancia inusual a los juegos de manera distinta: lo que estos videojuegos hacen mejor que cualquier otro medio es simular lugares.
Los juegos de mundo abierto como “Skyrim”, “Red Dead Redemption 2” o “The Witcher 3”, transcurren en espacios gigantes y explorables, a veces el equivalente virtual de cientos de kilómetros cuadrados, con una geografía compleja y clima cambiante. Puede tomar días o semanas explorarlos por completo y, en el mejor de los casos, pueden ser inesperadamente hermosos, pues ofrecen la oportunidad de encontrar versiones animadas de paisajes soleados o cimas montañosas con neblina, pasear por calles repletas de gente o recorrer otros senderos muy transitados. Los juegos pueden darnos otro lugar al cual ir.
Eso hace que los juegos sean útiles de otra manera. Algunos de nosotros estamos encerrados y solos. No obstante, especialmente en las ciudades, muchos ahora están atrapados dentro de apartamentos modestos con familiares o compañeros de habitación, y muy poco espacio privado. Los juegos ofrecen una forma de escape personal, una manera de simular estar en otro lugar más allá de los límites de tu sillón.
Y para los que están solos, los juegos también pueden servir de espacios sociales, campos virtuales de juego para aventuras de cooperación o concursos competitivos. Muchos de los juegos más populares de la actualidad son experiencias en línea que les permiten a los usuarios convivir con amigos, así como con extraños, para construir versiones digitales del mismo tipo de lazos con compañeros de equipo que pueden desarrollarse en el mundo real.
Si eres nuevo en esto, el costo de entrada es bastante bajo: hay miles de juegos de alta calidad disponibles para celulares y muchos más disponibles para descargar directamente a tu computadora.
Y hay algo aún mejor: muchos juegos de gran presupuesto son gratis si tienes una computadora o una consola donde jugarlos. El año pasado, “Destiny 2”, lanzado en 2017 como un juego de costo completo, se reinventó como una experiencia para jugar gratis, con el juego base disponible sin costo (los jugadores pueden pagar expansiones). Varios de los juegos de “battle royale” que han definido la nueva ola de juegos de disparos en primera persona también son gratis: una opción reciente con reseñas relativamente buenas, “Call of Duty: Warzone”, ofrece varios giros ingeniosos para la fórmula popular del último jugador que queda vivo.
No todos quieren participar en juegos de disparos en línea, pero para los que estén dispuestos a gastar un poco, ahora hay servicios de suscripción que ofrecen acceso a una gran biblioteca de juegos por un costo anual o mensual. Por poco más del precio de un plan estándar de Netflix, Xbox Game Pass Ultimate ofrece acceso a decenas de juegos, desde juegos de destreza caprichosos y filosóficos como The Talos Principle hasta juegos de plataforma con mucha animación como “Ori and the Will of the Wisps”. Hay juegos deportivos, de estrategia, de rol y distracciones sencillas que recuerdan a los juegos de maquinitas a los que les metía monedas cuando era niño.
Y para los que no están satisfechos con nuestro cuasiapocalipsis actual, incluso hay juegos sobre brotes y ataques virales, desde el simulador estratégico de epidemias “Plague Inc.”, hasta el juego de acción situado en un mundo pospandémico con un guion astuto “The Last of Us”, o “The Division 2”, un juego de suspenso militar ambientado en recreaciones vacías del centro de Washington y Nueva York después de que una bioarma viral acaba con la mayoría de la población. Quizá ese es demasiado cercano a esta realidad.
Sí, los juegos son frívolos. Sí, son parte del escapismo. Pero cuanto más se mantengan aisladas la vida social y la cultura a causa del coronavirus, necesitaremos más frivolidad y escapismo.
Desde luego, hay un límite en lo que pueden hacer los videojuegos: no son sustitutos a largo plazo para los lugares reales, el trabajo real ni la interacción humana de verdad. Pero pueden darnos una simulación de todas esas cosas en una época en que la realidad está limitada, y calmarnos hasta que regrese el mundo que necesitamos de verdad.