Las últimas semanas no han sido fáciles para Nico Jacobs, fundador de Rhino 911, una organización sin fines de lucro que proporciona transporte de emergencia en helicóptero a rinocerontes que necesitan ser rescatados en Sudáfrica. Eso se debe a que los tiempos que corren son mucho peores para los rinocerontes.
Desde que Sudáfrica anunció el cierre nacional el 23 de marzo para limitar la propagación del nuevo coronavirus, Jacobs ha tenido que responder a un incidente de caza furtiva de rinocerontes casi todos los días. El 25 de marzo, rescató a una cría de rinoceronte blanco de 2 meses de edad cuya madre había sido asesinada por cazadores furtivos. Al día siguiente lo llamaron para que rescatara a dos rinocerontes negros a los que les habían cortado los cuernos también cazadores furtivos. Cuando finalmente los localizó era demasiado tarde, ambos estaban muertos.
“Tan pronto como el bloqueo llegó a Sudáfrica, comenzamos a tener una incursión casi todos los días”, dijo Jacobs.
Mencionó que al menos nueve rinocerontes han sido cazados furtivamente en la provincia Noroeste de Sudáfrica desde el inicio del cierre, “y esos son solo de los que sabemos”.
En la nación vecina de Botsuana, según Rhino Conservation Botswana, una organización sin fines de lucro, se han cazado de manera furtiva por lo menos seis rinocerontes desde que el país cerró sus fronteras para detener la propagación de la COVID-19. Y la semana pasada el gobierno del país anunció que cinco presuntos cazadores furtivos habían sido asesinados por el Ejército de Botsuana en dos incidentes separados.
Si bien la caza ilegal no es poco común en África (en la última década se han cazado de manera furtiva más de 9000 rinocerontes), los conservacionistas comentaron que los incidentes recientes en Botsuana y Sudáfrica eran inusuales porque se produjeron en lugares turísticos que, hasta ahora, se consideraban refugios relativamente seguros para la vida silvestre.
Los cierres nacionales, los cierres de fronteras, las restricciones a los visados por la emergencia, las cuarentenas y otras medidas establecidas para detener la propagación del coronavirus han constreñido gravemente la industria turística de África, que asciende a 39.000 millones de dólares. Ese negocio motiva y financia la conservación de la vida silvestre en todo el continente, lo que hace temer a algunos expertos que los animales amenazados y en peligro de extinción puedan convertirse en víctimas adicionales de la pandemia.
“A estos animales no solo los protegen los guardas forestales, sino también la presencia de turistas”, dijo Tim Davenport, quien dirige los programas de conservación de especies para África en la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre. “Si eres un cazador furtivo, no vas a ir a un lugar donde hay muchos turistas. Vas a ir a un lugar donde hay muy pocos”.
En esta época del año, los parques nacionales, las reservas de conservación y las reservas privadas de caza de África deberían estar repletas de turistas y cazadores deportivos. Pero gracias a los cierres de fronteras y a las medidas enérgicas contra los viajes internacionales, los extranjeros no podrían visitar estos países aunque quisieran.
“Es muy desafortunado”, dijo Anthony Ntalamo, propietario de Tony Mobile Safari, una compañía de safaris con sede en Botsuana que esperaba más de 150 clientes en los próximos meses.
Sudáfrica, Botsuana, Tanzania, Kenia y otros países africanos dependen del turismo para financiar la conservación de la vida silvestre. En Sudáfrica, por ejemplo, alrededor del 85 por ciento del financiamiento de 2018 para la institución de gestión de la vida silvestre y los territorios públicos del país, Parques Nacionales de Sudáfrica, procedió de fuentes relacionadas con el turismo, como las tarifas de entrada a los parques y los permisos de caza deportiva.
Sin esos ingresos, muchos parques, reservas privadas y espacios de conservación comunitarios no podrán pagarles a sus empleados.
Lynne MacTavish, gerente de operaciones de la Reserva de Vida Silvestre de Mankwe, en la provincia Noroeste de Sudáfrica, está haciendo todo lo posible para evitar ese escenario. Su reserva de 4734,82 hectáreas debería estar repleta de investigadores y turistas visitantes. Pero desde que llegó el coronavirus, solo han sido ella y un equipo muy reducido.
“Estamos en una situación de cero ingresos y nuestros gastos aumentan sin cesar por la lucha contra los cazadores furtivos para proteger la reserva”, dijo MacTavish. “Decir que es una situación desesperada es una subestimación. Estamos realmente en una crisis aquí”.