Cuatro años después de que el libro saliera, leerlo ahora produce escalofríos.
Deon Meyer hubiera preferido que “Fever” (Fiebre) permaneciera en el estricto ámbito de la ficción, pero la actual pandemia del coronavirus ha convertido a la novela del escritor sudafricano en un libro de anticipación de inquietante actualidad.
“Eso no me da la menor satisfacción” se apresura a precisar este autor de novelas negras de éxito. “No puedo dejar de pensar en la tristeza de esos millares de personas que han perdido a familiares o un empleo y viven atemorizadas”, dice.
“Fever”, el título de la novela en inglés, relata el combate por la supervivencia de un padre y de su hijo en un mundo vaciado de casi la totalidad de su población por una pandemia.
Cuatro años después de que el libro saliera, leerlo ahora produce escalofríos
La trama se basa en un coronavirus animal que se transmite al hombre y que se propaga a todo el planeta a imparable velocidad que lleva al cierre de las fronteras e instala el miedo permanente al prójimo, necesariamente vector de la enfermedad.
“+Fever+ es el resultado de emociones, preocupaciones y de muchas lecturas” dice a la AFP Deon Meyer, desde su confinamiento en los alrededores de Ciudad del Cabo (sudoeste), cuando se le señala el carácter premonitorio de la novela.
“Siempre me gustaron las ficciones de fin de mundo, he leído mucho sobre ello cuando tenía 20, 30 años. A medida que tomaba conciencia del calentamiento climático, del Ébola (..) o del virus H1N1, no pude impedir pensar que vivíamos en un mundo donde el apocalipsis es posible”.
Esa inquietud del ciudadano se plasmaría en la inspiración del escritor a partir de 2012.
– “El virus, arma ideal” –
Durante tres años, este experiodista llevó a cabo una profunda investigación para otorgarle a su novela el mejor barniz científico posible.
“Para el mundo que quería describir, necesitaba matar al 95% de la población mundial pero preservando las infraestructuras intactas. Un virus me pareció el arma ideal”, dice.
Tuvo además un largo diálogo con un par de renombrados virólogos, para identificar al virus más letal.
Un coronavirus, dijeron sin lugar a dudas el profesor Wolfgang Preiser, de la universidad sudafricana de Stellenbosch, y su colega Richard Tedder, del University College de Londres.
El escenario ficticio de la transmisión de la enfermedad, que los científicos imaginan, inspira la “fiebre” de Deon Meyer.
“Un hombre en algún lugar en África tropical, descansando bajo un árbol mango…” escribe Meyer en su capítulo 4. Es seropositivo, tiene el sistema inmunitario debilitado, está contaminado por un coronavirus transmitido por heces de murciélago.
El germen muta y se transforma en temible asesino, que se propaga e infecta al mundo entero. Otra premonición acertada.
– La realidad imita la ficción –
Cuando escuchó hablar en enero de los primeros casos del nuevo coronavirus en la ciudad china de Wuhan, Deon Meyer confiesa haberse sumergido otra vez en sus apuntes. Y, aterrado, observa cómo la realidad de la propagación de la covid-19 imita, a veces, la ficción de la novela.
“Incluso los países desarrollados habían concebido detallados planes contra” la epidemia, se lee en “Fever”. “En teoría, debían funcionar. Pero la naturaleza no tiene en cuenta las teorías, ni los errores humanos”.
“El gran interrogante ahora, es saber cuáles serán las consecuencias si los confinamientos duran tres o cuatro meses y no funcionanan” afirma el escritor.
“¿Cuanto tiempo la gente va a considerar que el interés (sanitario) superior se impone al de la supervivencia de sus familias?”, pregunta preocupado.
Las autoridades de muchos países pobres o socialmente muy desiguales, como Sudáfrica, tienen dificultades para mantener confinadas a poblaciones cuya supervivencia diaria depende del comercio informal, menciona como ejemplo.
En “Fever”, este combate entre supervivientes se hace con armas, bajo la mirada del grupo de humanos “elegidos” que han fabricado el virus que causó la epidemia.
La tesis de un origen humano de la propagación de la covid-19 se ha extendido en las últimas semanas, alentando tesis complotistas de todo tipo, en torno a la posible fuga del virus de un laboratorio chino.
Deon Meyer quiere esperar que su libro no ha alimentado infundadas elucubraciones. “Creo que la audiencia de estas teorías complotistas no va más allá de algunos sitios internet en manos de locos”, sentencia.