Si eres un padre comprometido, en especial una madre, más vale que le restes importancia a eso en el trabajo o te arriesgarás a ser penalizado… al menos en muchos ámbitos laborales de Estados Unidos. El cuidado de la familia ha sido considerado un asunto privado que no interfiere con las responsabilidades profesionales.
No obstante, el distanciamiento social ha desmentido esa idea. Ahora que los niños aparecen de repente en las reuniones de Zoom y los trabajadores esenciales se ven obligados a ir a trabajar a pesar de no contar con alguien que cuide de sus hijos, es imposible ocultar lo que siempre ha sido una realidad: criar niños es una responsabilidad las 24 horas del día.
Las circunstancias actuales son extremas, pues las oficinas y las escuelas están cerradas a causa del brote de coronavirus; sin embargo, estas han expuesto verdades incómodas acerca de las familias trabajadoras. Una de ellas es que la crianza no se limita al horario posterior al trabajo. Otra es que criar hijos no es solo una elección de estilo de vida, similar a un pasatiempo exigente. La tercera es que los padres que trabajan no pueden hacerlo solos.
“Nuestra situación actual plantea desafíos fundamentales a la idea de que la identidad personal y profesional pueden mantenerse por separado”, afirmó Lakshmi Ramarajan, profesora de la Escuela de Negocios Harvard.
Los padres ya no pueden ocultar las realidades desastrosas que implica hacer malabares con el trabajo y la familia. Chad Verly, director creativo de Evanston, Illinois, y padre de tres hijos de 2, 7 y 9 años, se encuentra trabajando desde el armario de su habitación. “Mis colegas no dejan de preguntarme si ya vi Tiger King y yo solo quiero gritarles: ‘¿Es broma? ¿Quién tiene tiempo de sentarse a ver televisión?’”.
La vida en su hogar es más parecida a lo siguiente: hace poco estaba lavando los platos del desayuno, a medio vestir con su ropa deportiva, mientras ayudaba a su esposa y a su hijo de segundo año con un programa de aprendizaje en línea, cuando recibió una llamada de su jefe. “Entonces, terminé contestando una llamada de trabajo en mi armario y en ropa interior”, dijo. “Tres minutos después, mi hija entró porque necesitaba un cambio de pañal”.
La crianza se hace a todas horas
Las oficinas estadounidenses tienen la expectativa cada vez más frecuente de lo que los sociólogos llaman lealtad absoluta. Las personas que trabajan muchas horas reciben un pago desproporcionadamente mayor. Los patrones esperan que los trabajadores estén disponibles a cualquier hora.
Esto nunca ha sido compatible con la crianza. Esta es una de las razones principales por las que las mujeres quedan relegadas en cuanto a salario y ascensos una vez que se convierten en madres. Los padres ganan más porque los patrones asumen que, al tener una familia que mantener, serán más leales… a menos que también usen beneficios como el permiso de paternidad o la flexibilidad de horario.
Cuando los investigadores enviaron a los patrones currículos falsos idénticos salvo por un renglón que especificaba que la persona formaba parte de una asociación de padres y profesores, las mujeres que se presuponía eran madres recibieron menos llamadas de seguimiento. La investigación reveló que, cuando los trabajadores solicitaban flexibilidad de horario por motivos familiares, se les penalizaba, mientras que quienes ocultaban el hecho de que pasaban tiempo en familia no recibían penalizaciones.
Ahora, en el caso de los padres que tienen la suerte de estar sanos y tener trabajo durante la pandemia, sale a la luz la incompatibilidad de lo que se les exige.
La expectativa de que el trabajo “merece una devoción tenaz ha sido una fantasía desde siempre”, comentó Mary Blair-Loy, directora del Centro para la Investigación de Género en las Profesiones de la Universidad de California, campus San Diego. “Ahora se ha expuesto esta fantasía”.
Criar hijos no es solo una elección personal
Estados Unidos siempre se ha resistido a la idea de que los contribuyentes deben apoyar a dos padres que trabajan. No hay beneficios federales como el permiso de paternidad con goce de sueldo ni servicio público de cuidado infantil, pero algunos investigadores arguyen que, puesto que los niños son los futuros contribuyentes (y médicos, profesores y bomberos), los padres están contribuyendo a la sociedad al criarlos.
El mismo debate surge en las oficinas. Hay un argumento que plantea que, si los patrones no les dan a sus trabajadores tiempo para actividades exigentes como rescatar animales o correr una maratón, ¿por qué los padres deberían recibir un trato especial?
“Criar a la próxima generación no es lo mismo que un pasatiempo privado como volar en ala delta”, señaló Joan Williams, directora del Centro para el Derecho de la Vida Laboral de la Universidad de California, campus Hastings. “¿Quiénes cuidarán de los que vuelan en ala delta cuando tengan 65 años y estén enfermos? Mis hijos. Lo contrario es una falacia. Criar a la próxima generación es un beneficio público, no solo privado”.
Los padres que trabajan no pueden hacerlo solos
En la década de 1980, cuando las familias con dos ingresos se volvieron más frecuentes, surgió una idea de que el gobierno y los empleadores ayudaran a los hombres y mujeres a equilibrar el trabajo y la familia; sin embargo, prevaleció la idea opuesta: que les correspondía a los padres solucionarlo. A diferencia de lo que ocurre en otros países desarrollados, los padres estadounidenses tienen muy poco apoyo estructural.
Ahora que las escuelas y las guarderías están cerradas, es evidente que las instituciones de cuidado infantil no solo son una necesidad individual, sino social. Los trabajadores esenciales no pueden presentarse a trabajar si no hay guarderías y los padres que trabajan a distancia batallan para cubrir lo más cercano a un turno de tiempo completo.
Purva Gopal, patóloga de Dallas cuyas hijas tienen 1 y 3 años, realiza su trabajo a distancia muy temprano por la mañana y ya avanzada la noche, o en intervalos esporádicos “durante los cuales una de mis hijas, o las dos, se abrazan a mis piernas o piden que las cargue”. Un día en el que tuvo que trabajar en el hospital y su esposo, que también es médico, recibió varias llamadas consecutivas, este tuvo que contestarlas en el estacionamiento del hospital con sus hijas sujetadas en los asientos para auto.
“Esperemos que los patrones se den cuenta de lo mucho que el trabajo de sus empleados depende de otras instituciones sociales”, afirmó Ramarajan, la profesora de Harvard.