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Enfrentando la edad adulta con las cicatrices perdurables de un desastre económico

Enfrentando la edad adulta con las cicatrices perdurables de un desastre económico
J Ordan Meier en su habitación en la casa de sus padres en Olathe, Kansas, el 13 de mayo de 2020. Meier acaba de graduarse de la Universidad de Missouri, pero no ha podido encontrar un trabajo a tiempo completo, solo una pasantía de verano que ofrece $ 250 al mes. (Christopher Smith / The New York Times)

Matthew Henderson no podría estar adentrándose en el mercado laboral en peor momento. Como estudiante de último año de la Universidad Loyola, pasó el semestre de primavera haciendo prácticas como analista de políticas comerciales en el Consulado Británico de Chicago. Sin embargo, sus posibilidades de convertir esa oportunidad en un trabajo permanente se esfumaron con la pandemia del coronavirus.

Ahora Henderson está en casa con su familia en South Bend, Indiana, desempleado y considerando empleos en Costco y Target para ayudarse a pagar 24.000 dólares en préstamos estudiantiles. “Estoy en esta burbuja de ansiedad”, reveló Henderson, quien acaba de cumplir 21 años. “Tengo que pagarlos, pero no tengo dinero para hacerlo“, mencionó.

Atribulados por las deudas y en pleno ingreso en un mercado laboral devastado por la pandemia, él y millones de sus contemporáneos se enfrentan a un futuro excepcionalmente arriesgado.

Los adultos jóvenes, en especial los que no tienen un título universitario, son particularmente vulnerables en las recesiones. Son nuevos en el mercado laboral, tienen escasa experiencia y poca o ninguna antigüedad para protegerse de los despidos. Una gran cantidad de investigaciones, junto con las experiencias de aquellos que alcanzaron la mayoría de edad en la última recesión, muestran que los jóvenes que tratan de iniciar sus carreras durante una crisis económica están en una desventaja perdurable. Puede que nunca recuperen del todo sus salarios, oportunidades y confianza en el lugar de trabajo.

Y en la peor recesión en generaciones (una que no parece que vaya a tocar fondo pronto) el patrón comienza a surgir con una venganza. De marzo a abril, el empleo cayó una cuarta parte para los trabajadores de 20 a 24 años y un 16 por ciento para los de 20 a 29 años. Eso contrasta con el 12 por ciento entre los trabajadores de 50 a 59 años.

En un artículo para Lawfare, un blog sobre Derecho y Seguridad Nacional, el historiador David Kennedy y el general retirado Karl Eikenberry compararon la crisis actual con los tiempos de guerra, cuando los ancianos envían a los jóvenes a pelear y morir. “Son las vidas de los jóvenes ―estudiantes endeudados y deudores hipotecarios en apuros, padres que mantienen a sus familias con el dinero que ganan mes con mes, recién graduados precarios y personas ansiosas que buscan trabajo por primera vez— las que quedarán más profundamente marcadas”, escribieron.

Para algunos trabajadores más jóvenes, este es el segundo golpe en apenas una década. Un análisis del Instituto Global McKinsey señaló que “la generación que entró por primera vez en el mercado laboral tras la Gran Recesión está pasando ahora por su segunda crisis económica ‘única en la vida’”.

Jordan Haggard, de 33 años, se graduó de la Universidad Estatal de Oklahoma en 2009 en las profundidades de la recesión. El mercado laboral era funesto: cuando solicitó un trabajo en McDonald’s, no hubo respuesta.

Diez años más tarde, Haggard trabaja como gerente de oficina para una pequeña editorial en Seattle. Ha mantenido su trabajo durante la pandemia, aun cuando algunos colegas han sido enviados a sus casas sin goce de sueldo, pero todavía siente los efectos del 2009.

“Sé que nunca podré permitirme una casa en Seattle o incluso vivir sola sin tener que compartir el departamento con una o dos personas”, explicó Haggard. “La vida es diferente de la que me dijeron o imaginé”, agregó.

De hecho, Jesse Rothstein de la Universidad de California, Berkeley, observó a los graduados universitarios que entraron en el mercado laboral después de la crisis financiera de 2008. Para 2018, los que habían conseguido trabajo en 2010 y 2011 tenían una tasa de empleo más baja que las personas de la misma edad que se graduaron antes de que iniciara la recesión, y los que trabajaban ganaban menos.

Es probable que los efectos continúen. Lisa B. Kahn, profesora de Economía de la Universidad de Rochester, rastreó a los jóvenes blancos que se graduaron de la universidad en 1979 y 1980, en el umbral de una recesión anterior. Durante las dos décadas siguientes, descubrió que se quedaron atascados en trabajos de baja calidad y mal pagados. Incluso después de que la economía se recuperó, les fue difícil conseguir algo mejor.

Las causas parecen ser variadas. Los graduados durante recesiones, con oportunidades limitadas, comienzan en peores trabajos. Una vez que la economía se recupera, compiten por puestos laborales con personas que tienen más experiencia. Además, quienes se gradúan durante una recesión parecen tener más aversión al riesgo, señaló Kahn. “Las personas que se gradúan en una recesión no cambian de trabajo tan a menudo como las personas que se gradúan cuando la economía está en auge”, afirmó. Y los cambios de trabajo son una de las mejores maneras de obtener un aumento.

Los comienzos difíciles repercutieron en las carreras de muchos. Till von Wachter, de la Universidad de California, en Los Ángeles, y Hannes Schwandt, de la Universidad del Noroeste, dieron seguimiento a los estadounidenses que ingresaron al mercado laboral en 1981 y 1982, durante la mayor recesión de la posguerra hasta entonces.

En la pandemia de coronavirus, el impacto desproporcionado de los cierres de las empresas en los jóvenes corre el riesgo de abrir una brecha generacional con sus mayores, que tienen más probabilidades de morir de la enfermedad.

Los intereses divergentes podrían afectar las políticas públicas incluso desde mediados del año. En un trabajo de investigación publicado el mes pasado, Dirk Krueger, de la Universidad de Pensilvania, y tres colegas estimaron que las personas que ya pasaron la edad de la jubilación elegirían cerrar una parte mucho mayor de las empresas no esenciales y mantenerlas suspendidas, mientras que los trabajadores más jóvenes de esas empresas cerradas son los que tienen más que perder. “El conflicto entre los viejos y los jóvenes es serio”, señaló Krueger.

Es probable que las réplicas asimétricas de esta pandemia tengan un efecto expansivo en toda la sociedad que se prolongará a lo largo del tiempo.

Jordan Meier, quien acaba de graduarse de la Universidad de Misuri, ha estado buscando un trabajo como reportera desde febrero. A pesar de su sólido currículum, solo ha podido encontrar una pasantía para el verano que paga 250 dólares mensuales, apenas suficiente para los pagos de su automóvil, sin posibilidad alguna de que el trabajo sea de tiempo completo al terminarla.

“Trabajas durante años, pasas por la escuela y llegas a este punto en el que te preparas para conseguir un trabajo. Y ahora no es posible hacerlo. Es muy frustrante”, comentó.

No sería sorprendente que esta agitación económica cambiara la percepción que tienen los jóvenes del mundo, la justicia y la función del gobierno.

Haggard, la gerente de oficina que se graduó en 2009, era republicana en la universidad. Votó por John McCain en las elecciones presidenciales de 2008. Pero la recesión hizo que cambiara su modo de pensar. Ahora es mucho más liberal y votó por Bernie Sanders en las primarias demócratas de este año en Washington.

“Los republicanos tienen esa ideología de que ‘te levantes por tus propios medios’. Bueno, no vivimos en un mundo en el que eso sea posible, al menos no en Estados Unidos”, manifestó.

Paola Giuliano, economista de la UCLA, y Antonio Spilimbergo, del Fondo Monetario Internacional, estudiaron cómo los reveses económicos afectan la ideología personal.

Al analizar los datos de la Encuesta Social General de 1972 hasta 2010, llegaron a la conclusión de que las personas que experimentan una recesión en lo que los psicólogos sociales llaman los “años impresionables”, que abarcan aproximadamente de los 18 a los 25 años, tienen más probabilidades de creer que el éxito en la vida depende menos del esfuerzo que de la suerte, apoyan la política redistributiva para ayudar a los menos afortunados y mitigar la desigualdad, y suelen votar con mayor frecuencia por los partidos de izquierda.

Entre los directamente afectados, los jóvenes trabajadores que han perdido sus empleos, el cambio ideológico podría ser aún más fuerte. “Esto, en principio, debería crear una división entre generaciones”, comentó Giuliano.

Sigue habiendo un vínculo crucial entre las generaciones: la familia. Los jóvenes se preocupan por sus padres y no quieren que mueran de COVID-19. Los viejos se preocupan por el bienestar financiero de sus hijos y nietos, así como del equilibrio de su plan de pensiones 401(k). No quieren que la economía entre en caída libre.

Durante gran parte de su vida adulta, Brenda Michael-Haggard, la madre de 59 años de Jordan Haggard, ha considerado que las personas que pierden su trabajo o se enfrentan a otras clases de adversidad deben perseverar y simplemente “encontrar otra manera de hacer que las cosas sucedan”.

Ahora ha visto a la generación de su hija pasar por dos crisis económicas en poco más de una década y a decenas de millones de personas perder sus empleos prácticamente de la noche a la mañana. Ha cambiado su modo de ver el mundo.

“Dios mío, como madre, es una pena. Es algo que todos nosotros desearíamos poder evitar. Con todo esto de la COVID-19, no puedes simplemente levantarte y encontrar otra cosa diferente”.

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