El debate sobre si los estadounidenses deben usar mascarillas quirúrgicas para controlar la transmisión del coronavirus se ha resuelto. Ahora los gobiernos y las empresas los exigen, o los recomiendan, en muchos entornos públicos.
Pero, a medida que se abren diversas zonas del país, algunos médicos quieren que se considere el uso cotidiano de otra capa de equipo de protección personal: los protectores faciales de plástico transparente.
“Uso una careta cada vez que entro en una tienda u otro edificio”, dijo el médico Eli Perencevich. “A veces también uso una mascarilla de tela si así lo exige la política de la tienda”.
Perencevich se ha especializado en el tratamiento de enfermedades infecciosas en la Universidad de Iowa y en el Sistema de Atención de Salud de los Veteranos de Iowa City. En un artículo de opinión publicado el mes pasado en la revista JAMA, él y dos colegas sostenían que los protectores faciales de plástico transparente podrían ayudar a reducir la transmisión de infecciones cuando se agregan a otras medidas de salud pública como el aumento de las pruebas, el rastreo de contactos, el distanciamiento social y la higiene de las manos.
La idea no es solo un experimento mental. En Singapur, los estudiantes de preescolar y sus maestros recibirán caretas faciales protectoras cuando regresen a la escuela el próximo mes. Los expertos locales de salud recomendaron a los maestros en Filadelfia que usen protectores cuando las escuelas vuelvan a abrir, y un sindicato de maestros en Palo Alto, California, también los solicitó.
Pero resulta difícil imaginar que los estadounidenses estén dispuestos a usar otra forma de equipo de protección. El presidente Donald Trump y el vicepresidente Mike Pence han eludido el uso de tapabocas en entornos que parecen requerirlos, y simples requisitos como cubrirse la cara han generado conflictos en las tiendas de comestibles y restaurantes.
Las caretas protectoras forman parte del equipo esencial en muchos de los procedimientos que se realizan en hospitales. Los médicos y las enfermeras los usan cuando intuban a pacientes con COVID-19 y durante los procedimientos quirúrgicos que pueden hacer que salgan fragmentos de sangre y huesos.
A medida que surgió el debate sobre si las pequeñas gotas de coronavirus podrían flotar en las corrientes de aire, cómo proteger los ojos y toda la cara se convirtió en un problema en los entornos de atención médica, dijo la doctora Sherry Yu, quien trabaja como residente de dermatología afiliada al Hospital Brigham and Women en Boston. El personal de salud también usa estos protectores para hacer los hisopados nasales de la prueba de coronavirus o para el triaje en la sala de emergencias. A medida que comenzaba la escasez, Yu se encontraba entre las muchas personas y organizaciones de todo el país que comenzaron a fabricar caretas para los profesionales de atención médica que trabajan en la primera línea.
“Lo bueno de las caretas es que el usuario puede volver a esterilizarlos y limpiarlos, por lo que pueden reutilizarse de manera indefinida hasta que algunos componentes se rompan o agrieten”, dijo Yu.
Basta una simple toallita con alcohol o enjuague con agua caliente y jabón para que los protectores vuelvan a estar libres de contaminantes.
Por otro lado, las mascarillas quirúrgicas y las N95 deben desecharse después de cada uso, aunque algunos estudios han demostrado que pueden reutilizarse dos o tres veces después de esterilizarse antes de que pierdan sus propiedades de protección.
Perencevich cree que las caretas habrían de ser el equipo de protección que todos deben usar por la misma razón que los trabajadores de la salud los utilizan: protegen toda la cara, incluidos los ojos, y evitan que las personas se toquen el rostro o se expongan inadvertidamente al coronavirus.
Las caretas pueden ser más fáciles de usar que los cubrebocas, dijo, y las comparó con usar anteojos o un sombrero. Se colocan alrededor de una pequeña porción de la frente de la persona, en vez de cubrir más de la mitad de su cara con un material que puede generar picazón.
Muchas personas también usan las mascarillas quirúrgicas de manera incorrecta, por lo que a veces les cuelga de la punta de la nariz o solo cubren la boca. Las personas también tienden a reajustarse las mascarillas con frecuencia o se las quitan para comunicarse con otros, lo que aumenta su riesgo de exposición al virus o de infectar a otros, asevera Perencevich. Y aunque las máscaras de tela pueden evitar que las personas propaguen gérmenes a otros, generalmente no protegen al usuario de infecciones.
Las caretas también pueden ayudar a las personas que dependen de la lectura de labios, dijo Perencevich. Quizá se vean un poco ridículas, pero al menos permiten que las expresiones faciales y los movimientos de los labios permanezcan visibles, mientras sirven como un recordatorio del distanciamiento social.
Sin embargo, él y otros expertos reconocen que estos protectores faciales tienen sus limitaciones.
Al igual que sucede con los cubrebocas, deben quitarse cuando se come en cafeterías o restaurantes. Y hay pocos estudios sobre cuán eficaces son en la reducción de la exposición viral de una persona.
Un estudio de simulación de tos en 2014 sugirió que un protector de rostro completo podría reducir la exposición viral de un usuario en un 96 por ciento cuando se usa a menos de 45 centímetros de alguien que estaba tosiendo. Pero, en general, la mayoría de las personas están mucho más lejos de otras cuando interactúan, dijo William Lindsley, un bioingeniero del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional que dirigió el estudio. Las gotas grandes que pueden contener el virus caerán al suelo rápidamente, lo que reducirá la necesidad de usar un protector facial cuando se esté más lejos de alguien.
Incluso a corta distancia, puede haber escenarios en los que las caretas no sean tan efectivas como las mascarillas del tipo N95 que crean un sello alrededor de la cara.
“Si estás mirando de lado o si estoy detrás de ti, tal vez si te encuentras sentado en un escritorio y estoy de pie, son otros escenarios en los que las gotas pueden rodear al protector”, dijo Lindsley.
Tampoco hay investigaciones sobre qué tanto las caretas protegen a terceros de la transmisión viral, concepto conocido como control de fuente y que es un beneficio primario de las mascarillas quirúrgicas y de tela.