A mediados de marzo, cuando los estadounidenses se replegaron en sus casas para reducir la propagación del coronavirus, Rachael Quinn Egan descubrió cuánto tiempo podía vivir su familia con una lavadora descompuesta.
Cuando la máquina de seis años de la familia se dañó, Egan, una escritora en Montclair, Nueva Jersey, hizo lo que cualquier persona razonable habría hecho en esta situación: les dijo a sus hijos —de 12, 14 y 21 años— que usaran su ropa hasta que empezara a oler mal. “Los niños dijeron: ‘Guau, quizá tampoco necesitemos bañarnos’”, dijo Egan, de 52 años. “Podemos vivir con esto”.
Egan no quería llevar a un técnico a su casa y arriesgarse a contraer o propagar el COVID-19. Por ende, decidió posponer la reparación. No fue la única.
En marzo y abril, los técnicos de mantenimiento y otros proveedores de reparaciones domésticas tuvieron una brusca caída en sus trabajos debido a que los propietarios de casas pospusieron todos los posibles arreglos, excepto los más urgentes. Las órdenes de cuarentena permitían las reparaciones domésticas esenciales, pero no todos los estados definieron cuáles problemas calificaban como esenciales, lo que dejó en los contratistas y los propietarios la responsabilidad de hacer esos juicios y tomar esas decisiones. En muchos casos, a menos que el techo tuviera goteras o el sótano estuviera inundado, los propietarios optaron por esperar.
En mayo, a medida que los cierres empezaron a relajarse, las llamadas de los propietarios comenzaron a llegar nuevamente. Ahora, técnicos, reparadores, plomeros y electricistas se están preparando para afrontar meses de mantenimiento postergado por los propietarios.
Las casas, en particular las que están teniendo más uso de lo normal, necesitan afinaciones. Los electrodomésticos se dañan. Los drenajes se obstruyen. Los filtros de aire necesitan cambiarse. En abril, una encuesta realizada por Hippo Insurance reveló que un tercio de los estadounidenses necesitaban realizar reparaciones domésticas mientras estaban confinados en casa.
“Estas utilizando todo muchas más veces, por lo que es natural que vayas a tener más problemas en la casa”, afirmó John Kitzie, director ejecutivo de HomeServe North America, empresa que vende planes de protección para reparaciones domésticas. El tedio también desempeña un papel: lávate las manos veinte veces al día en el lavabo del baño con drenaje lento y te darás cuenta de que es bien difícil ignorar el problema.
Para Egan, el plan de “úsalo, pero no lo laves” no duró mucho. Así que ella y su esposo, Mark Egan, quien trabaja en finanzas, bajaron a su sótano inacabado y levantaron la tapa de una lavadora Maytag de cincuenta años abandonada por los dueños anteriores (la dañada estaba en un cuarto de lavado en el segundo piso). El interior de la Maytag estaba negro por tanta suciedad, y varios ciempiés salieron arrastrándose del dispensador de jabón, como en una escena de película de terror.
“Fue tan asqueroso que no pude evitar gritar”, dijo Rachael Egan. “Parecía como si hubiera empezado a crear su propio ecosistema”.
Mark Egan limpió la máquina y la prendió. Sorprendentemente, funcionó, aunque la ropa salió con cierto olor a humedad. Pero para mediados de abril, la lavadora del segundo piso comenzó a botar agua por la parte de atrás, aun cuando no estaba siendo utilizada, y toda la casa empezó a oler a moho. Rachael Egan decidió que ya había sido suficiente.
A principios de mayo, llamó a una compañía local de electrodomésticos y ordenó una nueva lavadora. Las personas que entregaron la lavadora traían puestos cubrebocas y guantes. Egan les pidió que rociaran sus zapatos con desinfectante. Cargar una lavadora pesada por un tramo de escaleras es un trabajo duro, y a Egan le preocupaban todos esos jadeos. “También me sentí mal por ellos”, dijo Egan sobre los trabajadores de entrega a domicilio. “No sé si deberíamos estar poniendo a otras personas en riesgo”.
Pero una vez que la lavadora estuvo instalada, y como nadie se enfermó, Egan se sintió aliviada de tener otra vez un cuarto de lavado que funcionaba.
Algunas veces, los propietarios solo necesitan asesoría. ¿Puede esperar ese goteo o va a causar un daño permanente? O ¿qué es ese extraño sonido metálico en las paredes y hay algo que se pueda hacer para eliminarlo? Así que igual como la telemedicina ha remplazado el consultorio médico, algunas reparaciones domésticas se han vuelto virtuales también.
HomeServe y Hippo han establecido visitas a domicilio virtuales gratuitas disponibles para cualquier persona, no solo para clientes actuales. En marzo, dos estudiantes de la Escuela de Negocios Harvard abrieron Dwelling, un sitio web donde los propietarios de viviendas pueden obtener diagnósticos gratuitos de sus problemas con solo subir fotos y descripciones de sus fallas para que las revise un técnico. Streem, una plataforma virtual que conecta contratistas con propietarios de forma remota, ha experimentado un “crecimiento exponencial” desde que se emitieron las órdenes de quedarse en casa, de acuerdo con Ryan Fink, presidente de Streem, portal que es propiedad de Frontdoor, un proveedor de planes para la protección del hogar.
“Cuando llegó el COVID-19, nos pusimos manos a la obra”, dijo Fink. “Para lograr que estos contratistas sigan trabajando, necesitan una solución como la nuestra para ir virtualmente a las casas”.
A través de una videollamada, un contratista puede mirar los indicadores de un calentador o el interior de un lavaplatos y potencialmente diagnosticar un problema. Incluso tal vez pueda darle al propietario información suficiente para que arregle el desperfecto él mismo sin necesidad de concertar una cita en persona.
Pocas semanas después de que fue decretada la cuarentena en Nueva York, Jeff Lai empezó a prestarle mayor atención a una pequeña filtración en el pórtico cerrado de la casa en Dobbs Ferry que comparte con su esposa, Emily Wood, de 39 años, y sus dos hijos. En el último año, el techo del pórtico había goteado cada vez que llovía. Pero Lai no le prestó mucha atención a eso hasta que estuvo en casa todos los días durante una primavera particularmente lluviosa. “Es uno de esos problemas que son muy fáciles de ignorar o posponer”, dijo.
Lai, un diseñador gráfico de 41 años, les escribió mensajes de texto y llamó a unos cuantos contratistas que habían realizado previamente algunos trabajos en la casa, la cual fue construida en 1865. “Le estamos rogando a la gente que nos ayude, que tome nuestro dinero”, dijo. Pero nadie respondió a sus mensajes. Un compañero de trabajo le sugirió llamar a la línea directa de Hippo.
A través de una videollamada, el representante refirió a Lai a varios contratistas locales que podían reparar el techo del pórtico. Pero como el problema no es urgente, Lai todavía no ha llamado a ninguno. Le preocupa la seguridad sanitaria a la hora de dejar que los trabajadores entren a su propiedad. “Queremos arreglarlo”, dijo, pero con tanta incertidumbre es difícil saber cuándo o cómo dar el siguiente paso. “No es tan fácil de planificar”.