Después de una larga espera, uno de los vehículos ingresa al camposanto Jardines del Recuerdo donde, bajo una fuerte lluvia, viento y truenos, los trabajadores de la funeraria se desinfectan y luego entregan un ataúd sellado a cuatro sepultureros.
Apenas cae la noche, los carros fúnebres hacen fila frente a un cementerio de la capital de Nicaragua en plena pandemia de coronavirus que, según organismos independientes, ha dejado muchas más víctimas de las que reconoce el gobierno de Daniel Ortega.
Después de una larga espera, uno de los vehículos ingresa al camposanto Jardines del Recuerdo donde, bajo una fuerte lluvia, viento y truenos, los trabajadores de la funeraria se desinfectan y luego entregan un ataúd sellado a cuatro sepultureros.
Tres de ellos bajan el cuerpo a una fosa, a la tenue luz de un foco, mientras otro les aplica desinfectante para evitar el virus.
A una distancia prudencial, tres familiares resguardados bajo un paraguas despiden tristes y resignados a su pariente, uno de los tantos nicaragüenses muertos en los últimos meses durante la pandemia.
Poco después ingresan otros ataúdes, uno de ellos escoltado por vehículos y patrullas de policía.
Son los llamados “entierros exprés”, que se realizan para personas que mueren con síntomas asociados a la covid-19, aunque en el hospital atribuyan su fallecimiento a “neumonías atípicas” u otras enfermedades, para minimizar la gravedad de la pandemia en Nicaragua, según denuncias médicas.
En las últimas semanas, se han realizado decenas de esos entierros aprovechando la discreción de la noche.
Cifras del Ministerio de Salud indican que Nicaragua ha registrado 1.464 contagios del nuevo coronavirus y 55 fallecidos, mientras el independiente Observatorio Ciudadano contabiliza más de 5.000 contagios y de 1.000 muertos desde marzo.
Más de 30 sociedades médicas y organismos de derechos humanos y civiles han acusado al gobierno de Daniel Ortega de ocultar la verdadera dimensión de la pandemia y de negarse a decretar una cuarentena y a practicar test masivos, exponiendo a la población a contagios.
“La falta de transparencia del régimen” que encabeza Ortega con su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, “refleja una voluntad de esconder la realidad de las personas que han fallecido a causa del virus”, denunció el pasado jueves la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH), con sede en París.
El analista político y exdiputado opositor Eliseo Núñez dijo a AFP que “Ortega tiene una obsesión por mostrarse infalible, a tal grado que quiere ocultar la pandemia”.