Hace poco, en una reunión con sus principales asesores políticos, el presidente Donald Trump se impacientó cuando le advirtieron que iba camino a la derrota en noviembre si continuaba con su comportamiento incendiario en público y en Twitter.
Días antes, Trump había encendido los focos rojos cuando respondió a las protestas por la brutalidad policial con la amenaza de que “cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”.
Trump reviró contra sus asesores. “Tengo que ser yo”, respondió, según tres personas familiarizadas con la reunión. Unas horas más tarde, publicó en Twitter una carta de su exabogado personal en la cual describía a algunos de los manifestantes como “terroristas”.
En esos momentos, y en varias ocasiones desde entonces, la habitual resistencia del presidente ha estado impregnada de una mayor sensación de agitación debido a que enfrenta una serie de crisis externas que no ha podido contener, o que ha exacerbado, según las personas cercanas a él. Dicen que sus repetidos actos de autosabotaje político (como la tan criticada sesión de fotos en una iglesia para la cual se retiró mediante el uso de la fuerza a manifestantes pacíficos o la amenaza de utilizar al ejército estadounidense para reprimir las protestas) han dañado de manera considerable sus posibilidades de reelección y, a pesar de ello, parece casi totalmente incapaz o renuente a limitarlos.
Trump no quiere que se le vea como un “perdedor”, una etiqueta que detesta, en la campaña contra el exvicepresidente Joe Biden. Algunos asesores creen que el gusto de Trump por la pelea regresará en otoño, cuando la lucha por las elecciones generales esté más avanzada.
Pero por ahora, dijeron, el presidente actúa como si estuviera arrinconado y a la defensiva, y su comportamiento autodestructivo ha estado tan fuera de lugar para un presidente en funciones en un año electoral que muchos asesores se preguntan si está realmente interesado en mantenerse en el cargo un segundo periodo.
En lugar de centrarse en planes y objetivos para otros cuatro años de mandato, Trump se ha regodeado en la autocompasión por la cobertura noticiosa que se le ha hecho desde el comienzo de la pandemia del coronavirus, según dijeron personas que han hablado con él. Ha dicho a sus asesores que no importa lo que haga, no puede obtener “buenas” notas de la prensa, lo que con frecuencia ha sido su mayor interés. Trump se ha referido a los reporteros como “esa gente” ante sus asesores, intercalando una grosería entre las dos palabras.
El presidente se ha quejado de que nada de lo que hace les parece suficientemente bueno y le han enfurecido las críticas de que no ha manejado como se debe la muerte de George Floyd, un afroestadounidense asesinado por la policía en Minneapolis. Los comentarios que hizo sobre Floyd cuando asistió al lanzamiento del transbordador SpaceX deberían haber bastado, dijo a sus asesores.
De nueva cuenta, Trump se ha obsesionado con las filtraciones de la Casa Blanca y ha exigido que los funcionarios encuentren y enjuicien a los responsables de que se haya dado a conocer la información sobre su estancia en el búnker subterráneo de la Casa Blanca durante las protestas violentas. Y, aunque ha mostrado entusiasmo por reanudar sus ya característicos mítines, parece que no siente lo mismo por la posibilidad de gobernar cuatro años más, según dijeron personas cercanas a él. Ya ha escogido los villanos a los que culpará si pierde: el mal manejo del coronavirus por parte de China, el cierre de la economía y los demócratas que, según ha dicho a sus asesores, le “robarán” la elección.
Sus asesores reconocieron que el presidente siempre ha tenido dificultades para controlar su comportamiento, que excede por mucho los límites de la conducta presidencial tradicional. Su tendencia a usar lenguaje racista, como el tuit sobre disparar a los saqueadores, es algo que desde hace mucho ha definido y debilitado su presidencia. Sin embargo, su comportamiento y sus comentarios recientes, así como su incapacidad para superarlos, sorprenden a sus asesores por la diferencia con sus aberraciones habituales.
The New York Times entrevistó a más de una decena de personas que interactúan con el presidente de manera habitual, incluyendo a asesores actuales y anteriores de la Casa Blanca, asesores de campaña, amigos y asociados. La mayoría puso como condición conservar el anonimato para evitar represalias por hablar con honestidad sobre asuntos internos de la Casa Blanca. Les gustaría que ganara de nuevo, pero se dicen sorprendidos ante cómo ha cambiado su comportamiento durante esta última y terrible amenaza a su presidencia.
Peter King, representante republicano de Nueva York, dijo que los serios desafíos que enfrenta el país habían llevado a Trump a un territorio inexplorado. “Esto no es algo a lo que esté acostumbrado”, advirtió King en una entrevista.
“Hasta cierto punto, lo de Mueller fue fácil”, añadió King, refiriéndose al efectivo contragolpe de Trump en la investigación de Rusia llevada a cabo por el fiscal especial Robert Mueller. “Fue una variación de aquello con lo que ha tenido que lidiar durante toda su carrera. Siempre está luchando, y siempre hay al menos un 40 o 50 por ciento de personas que en un inicio están de tu lado”.
No obstante, en este momento, aseveró King, “es diferente”.
En una declaración, una vocera de la Casa Blanca, Alyssa Farah, dijo: “El presidente está totalmente comprometido con desempeñarse en el cargo un segundo mandato para ampliar los logros de su primer mandato y sumar más para el pueblo estadounidense”.
Un funcionario, que solo quiso hablar sobre los planes del gobierno, afirmó que a los miembros del personal encargados de las políticas se les dijo apenas esta semana que presentaran iniciativas para 2021 y los siguientes años.
Con la investigación de Rusia y el juicio político, según funcionarios de la Casa Blanca y de otros sectores, Trump estaba ansioso por luchar, y lo hizo con bastante eficacia. Ahora, consideran que el comportamiento del presidente es autodestructivo y que sus arranques de ira y autoalabanza son inútiles contra un enemigo invisible como el virus y un movimiento de protesta con el que ha mostrado poca solidaridad.
“Es como un Lyndon B. Johnson moderno, al que todo le ha salido mal y ninguna de sus habilidades le sirve para superar esos tropiezos”, comentó Anthony Scaramucci, quien fungió como director de comunicaciones de la Casa Blanca durante uno de los periodos más breves que se hayan registrado: once días. Aunque desde entonces ha denunciado públicamente al presidente, Scaramucci conoce a Trump de forma personal desde hace años y sigue siendo amigo de algunos funcionarios de la Casa Blanca.
Nada de lo que Trump ha intentado hasta ahora ha cambiado el discurso sobre su presidencia ni ha despejado las preocupaciones más extensas sobre el racismo y la propagación del virus en la cobertura noticiosa.
“Por eso sé que no le gusta el trabajo”, comentó Scaramucci.
A menos de cinco meses del día de las elecciones, Trump parece, en general, incapaz de modificar su comportamiento y renuente a hacerlo, como sí lo hizo en ciertos momentos clave durante 2016: aceptó la elección de Mike Pence, un conservador recatado y religioso con el que no tenía relación previa, como su compañero de fórmula y silenció su Twitter en la víspera de las elecciones.
El fin de semana pasado, Trump por fin hizo lo que sus aliados consideraron una maniobra política sabia cuando anunció de manera abrupta que cambiaría la fecha de un mitin que sus asesores habían planeado en Tulsa, Oklahoma, el 19 de junio, un día festivo en el que se conmemora el fin de la esclavitud en Estados Unidos. Además, lo hizo muy a tono con su estilo, ya que Trump no informó a sus asesores sobre el cambio antes de tuitearlo.
Tom Cole, representante republicano de Oklahoma, aseveró que la campaña de Trump iba mejor que la de un presidente republicano anterior que perdió la reelección, el presidente George H.W. Bush.
“Vi mucho más letargo en la campaña de Bush de 1992 que en esta”, afirmó Cole.
Aun así, el presidente ha hecho declaraciones públicas en las que sugiere que su mente está en la vida fuera de la Casa Blanca.
En un evento reciente en el Jardín de las Rosas en el que Trump habló sobre la mejora en las contrataciones, mencionó el auge en la fabricación de vehículos recreativos, pero luego hizo una pausa antes de decir con un tono melancólico: “Puede que tenga que comprar una de esas cosas y conducir por la ciudad. Tal vez regrese a Nueva York con la primera dama en un remolque”.
Al interior de la Casa Blanca, algunos miembros del personal describieron al presidente como solitario, con pocas personas con las que disfruta hablar, y varios miembros del personal dijeron que la moral estaba en su punto más bajo desde las primeras semanas de su gobierno.
Trump parece estar al tanto de que su suerte en la política ha cambiado, aunque no ha asumido su responsabilidad por el cambio. La semana pasada, en una entrevista con Fox News, para extrañeza de todos reconoció una realidad que no ha elegido ignorar.
“Si no gano, no gano. Ya sabes, me refiero a seguir adelante y hacer otras cosas”, dijo Trump.
Y añadió: “Creo que sería algo muy triste para nuestro país”.