En agosto solo tendrán clases los alumnos del duodécimo año y los del año final de primaria que preparan los exámenes que rendirán en octubre.
Cuando las escuelas de Haití cerradas por la pandemia vuelvan a abrir desde este lunes, el creciente abismo entre los estudiantes ricos y pobres del país se verá dolorosamente claro.
Los más adinerados tienen grandes campus aptos para el distanciamiento social y pueden recibir clases en línea, pero muchos de los más pobres no tienen siquiera agua corriente para lavarse las manos.
Empero, entre ambos extremos hay un pequeño grupo de educadores que tratan de construir un sistema educativo mejor, con o sin ayuda del gobierno.
En el extremo adinerado del espectro están los estudiantes de duodécimo año de la escuela católica Louis de Gonzague, todos con elegantes trajes y corbatas, que se prepararon para lucir lo mejor posible para la foto tradicional en la capilla.
La institución dispone de un campus de 13 hectáreas en Puerto Príncipe y cuenta con gimnasio, canchas de tenis y vasto espacio para mantener el distanciamiento social.
Los 2.000 jóvenes de esa escuela de 130 años pudieron continuar su instrucción durante la pandemia a través de la web.
“Conseguimos terminar el año: cada viernes hacíamos las evaluaciones en línea”, dijo el cura Valmyr-Jacques Dabel, director del colegio.
En agosto solo tendrán clases los alumnos del duodécimo año y los del año final de primaria que preparan los exámenes que rendirán en octubre.
Las clases se normalizarán completamente el 7 de setiembre para iniciar el año escolar 2020/21, dos meses antes de lo que marca el calendario oficial.
Sin embargo a cinco kilómetros de allí, la realidad de la escuela pública Tabarre es mucho más cruda.
– Tres computadoras, nada de electricidad –
Distribuidas en torno a un pequeño patio, cinco de las 13 aulas de la escuela están separadas solo por finas paredes de madera.
Un bajito muro exterior construido “provisoriamente” después del devastador terremoto de 2010 ofrece poca protección contra la lluvia torrencial o el sol intenso. La pintura azul de los muebles, característica de las donaciones de UNICEF, necesita una capa nueva.
“Si vemos el tamaño de las aulas, podemos apretujar 60 niños pero por el distanciamiento social apenas pueden entrar 20”, dice el director Lucien Jean-Francois.
Desde este lunes, los alumnos de cada clase serán divididos en dos grupos que se alternarán para ir a la escuela dos o tres veces por semana, lo cual reduce el tiempo de educación.
Pero esos obstáculos no amilanan a Jean-Francois tanto como los de mantener seguros a los alumnos durante la pandemia.
Grupos internacionales de asistencia construyeron baños pero hay un problema: “No hay agua”, dice el director, “porque la bomba está inutilizable”.
Mientras las autoridades instan a lavarse las manos regularmente para frenar la dispersión del coronavirus, esta escuela de 1.600 alumnos tiene operativa una bomba manual. Tres computadoras fueron donadas por un político haitiano.
“Estamos conectados a la red pero la compañía eléctrica no suministra energía”, dice Jean-Francois.
“Algunos profesores ni saben encender la computadora”, añade y suspira.
“Los alumnos no tienen clases desde marzo. ¿Trabajos en línea? Eso es para las escuelas religiosas, para los padres que tienen medios y pueden darle una computadora a sus hijos. Acá, no podemos”, afirma.
– Ni un niño fuera de la web –
Entre esos extremos, surgieron profesores y escuelas que quieren una educación de calidad para todos.
El instituto de enseñanza media Catts Pressoir, que recluta estudiantes en base a sus calificaciones y no por su dinero, integró en la currícula a la robótica y la programación. Y los planes son ambiciosos.
“Buscaremos financiamiento para equipar escuelas en la áreas más remotas con energía solar y pelearemos con los proveedores de internet hasta conseguir que ofrezcan tarifas preferenciales a las escuelas”, dijo su director Guy Etienne.
“Soñamos con tener a las ciudades conectadas de forma tal que un curso impartido en Catts Pressoir pueda ser seguido por miles de estudiantes de todo el país”, afirmó..
Los maestros disponen de una plataforma utilizable en computadoras o en smartphones para dar clase por video y tomar exámenes.
“No podemos esperar que las cosas las haga el gobierno”, dijo. “El desarrollo de nuestro país depende de nosotros”, añade.