El servicio con amor y pasión ha hecho fructífera esta obra bienhechora de la Arquidiócesis de Panamá y logrado sinergia entre quienes allí conviven.
La edificación del antiguo Colegio San Vicente de Paúl fue por mucho tiempo solo el recuerdo de un centro de estudios con capilla. La estructura albergó en el pasado un plantel educativo en honor a esa figura caracterizada por su caridad a los más necesitados.
Sus instalaciones están ubicadas en Calle Estudiante, cerca de la Asamblea Nacional, corregimiento de Santa Ana. De allí surgieron muchos profesionales y personas de bien orientadas a los valores cristianos y amor al prójimo, quienes, a pesar del tiempo, recuerdan con gratitud a su párroco Harold Skidmore, q.e.p.d.
En el año 2020 recobró vida la esquina desolada, de igual forma, con acepción de bondad. En esta oportunidad, para el establecimiento de un lugar seguro para personas sin hogar y vulnerabilidad social, quienes se encuentren desamparados por diversas circunstancias en la situación de emergencia en que nos encontramos por la pandemia del Covid-19.
La virtud de amor al prójimo se aloja allí nuevamente. Esta vez en un albergue llamado Juan Pablo II, en recuerdo a la benevolencia al fallecido papa del mismo nombre. El hogar les facilita techo, alimentación, seguridad, en fin, atención integral que coadyuva a su bienestar físico y afectivo. Desarrollan programas para su recuperación y procuran sana cohesión y ayuda mutua.
El señor Ariel López, encargado del centro, señaló a este diario que en el albergue temporal habitan, actualmente, 30 personas, a quienes les han brindado la oportunidad de salir de las calles y resguardarse del virus que amenaza las vidas a nivel mundial. Explicó que reciben tratamiento médico y seguimiento con pruebas rápidas, semanales, para evitar recaídas en codependencias.
Le preguntamos sobre su mayor satisfacción en esta misión y nos compartió que se trata de que algunas personas discapacitadas y de calle, se estén recuperando. Su principal inconveniente ha sido la complicación de salud y fallecimiento de siete residentes del lugar y dificultades para cubrir sus servicios funerarios.
“Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes”, (Mateo 5:16). Este punto de la ciudad que parecía olvidado, ahora cobija esperanza. El servicio con amor y pasión ha hecho fructífera esta obra bienhechora de la Arquidiócesis de Panamá y logrado sinergia entre quienes allí conviven.