Hoy recordamos el traslado de la nueva ciudad de Panamá, acontecido el 21 de enero de 1673, luego del ataque del pirata Henry Morgan a la primera localidad que se había fundado el 15 de agosto de 1519.
Los antecedentes que en esa época originaron la decisión, y los esfuerzos y resultados de la restauración de la ciudad, me hacen reflexionar que somos un país resiliente desde siempre, aunque este término de seguro no lo empleaban en esos tiempos, porque su popularidad es relativamente nueva. Somos gente fuerte, con capacidad de recuperarnos frente a adversidades. Con empeño podemos iniciar de nuevo, si queremos, y vamos a lograrlo una vez más.
Por su importancia estratégica, el territorio istmeño siempre ha sido de interés. Así mismo ocurrió en los tiempos en que éramos parte de las colonias de la corona española. El istmo fue objeto de múltiples ataques por ser ruta de riquezas y puerto de enlace. El desarrollo que había logrado le hacía brillar y estaba bajo la mira de diferentes grupos, entre ellos, la coalición de Henry Morgan.
Eran tiempos en que los pueblos se veían obligados a abandonar sus territorios al ser invadidos, saqueados, torturados y destruidos. No fue fácil cuando le tocó a nuestra ciudad. Fue atacada el 28 de enero de 1671, como dice la canción del compositor panameño Ricardo Fábrega, “Por crueles piratas que un día soñaron con tus tesoros”. Luego, el gobernador, don Juan Pérez de Guzmán, ordenó incendiarla para evitar que los invasores pudieran apoderarse, y, destrozada quedó.
El proceso para tomar la decisión de trasladarla a un lugar propicio para su desarrollo y defensa tardó. Las comunicaciones tomaban mucho tiempo porque el viaje en barco o carretas para llevar las cartas era muy lento.
Carmen Mena García, del Departamento de Historia de América, de la Universidad de Sevilla, en su obra en que analiza el traslado de la ciudad de Panamá, señaló, “Pese a que la situación se hace insostenible, la orden final tarda en llegar. Solicitar pareceres, recabar informes a los ingenieros militares, concitar esfuerzos, aunar voluntades… así transcurren casi dos años”. ¡Cuánta diferencia entre las comunicaciones de nuestro antes y después!
El nuevo sitio elegido fue una pequeña península rocosa, actualmente conocida como Casco Antiguo. Por sus características físicas, hacía difícil el abordaje por mar de los enemigos, y se le construyeron murallas alrededor. El 21 de enero de 1673, fecha que hoy recordamos, empezó a poblarse por los sobrevivientes al ataque de Morgan. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), lo reconoció por su importancia histórica como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Es un lugar muy particular, uno de los más emblemáticos, que encierra gran cantidad de nuestra historia. Conserva la arquitectura colonial y aún se pueden apreciar los primeros edificios, iglesias y plazas, aunque actualmente está en restauración. El diseño de sus calles es pintoresco. Los restos de las viejas murallas que un día fueron de defensa, ahora son el mirador de preciosos atardeceres y locación de escenas de amor.
Entre sus atracciones podemos mencionar la Catedral Metropolitana, Palacio de las Garzas, mejor conocido como Palacio Presidencial, Plaza Bolívar, Plaza de Francia, la Iglesia de San José y su altar dorado, el Arco Chato, y otros.
Ir al Casco Antiguo es ver a Panamá desde el pasado, donde la nueva ciudad construyó su presente.
Me encanta leer este tipo de historias de este gran país. Gracias por publicar.