Pequeño poblado ubicado en Chame, cuyos atractivos son su clima, naturaleza y sencillez de la gente. Dicen que su nombre se debe al cacique Soró, quien era el jefe cuando llegaron los conquistadores.
La vida en el campo es tan diferente a la ciudad. Muchos dicen: “necesito desconectarme”, y lo asocian con una “huida” temporal del ajetreo, ruido, rutina, encerramiento y otros. Esto, porque conectarse con la naturaleza y uno mismo tiene muchos beneficios físicos y mentales. ¡Es terapéutico! Ayuda a reducir nuestra velocidad, recuperar energía, da tranquilidad y mejora el estado de ánimo en general. Se recibe aire limpio, vitamina D y se disfruta de un ambiente natural incomparable.
Hay un lugar especial, una pequeña población donde es rápido llegar, y que tiene mucho encanto. Es como estar cerca y lejos a la vez. Se llama Sorá y está ubicado en las montañas, en el distrito de Chame. El sitio es muy tranquilo y tradicional. Dicen que su nombre se debe al cacique Soró, quien era el jefe cuando llegaron los conquistadores, y significa viejo.
Sorá está a una hora y media de la ciudad. Desde la carretera Interamericana, se entra por el corregimiento de Bejuco. Tiene una superficie de 76.2 km2. Sus vistas montañosas son realmente impresionantes. Cuenta con altitudes que van desde 1.400 a 3.600 pies. Se pueden apreciar bellos amaneceres y atardeceres; y en las noches, pareciera que la luna y las estrellas se pudieran tocar.
En este hermoso campo, de naturaleza prodigiosa, sopla mucha brisa y su clima es muy fresco. Tiene varios ríos y chorros de aguas cristalinas. También miradores que visitar, entre los que se encuentra el Cerro de la Cruz. Su belleza prístina lo hace un lugar singular y de interés para muchos. Definitivamente, no son necesarias atracciones adicionales.
A las 3 de la mañana con el cantar de los gallos y ladrido de los perros, inicia la faena y se prepara el café. Quienes trabajan, parten a esa hora con sus mochilas, bien abrigados, sin importar la garúa siempre presente. Otros se disponen a buscar el ganado para ordeñar, mientras, de lejos, se escuchan los mugidos. Aún sopla muy fuerte la brisa, hace mucho frío y la neblina esconde el camino. Se mueven las ramas de los árboles y pinos y caen las semillas. Se sienten los primeros autos pasar por la carretera orillada de veraneras
En Sorá la gente es agradable, amable y conversadora. Conocen muchas tradiciones, cuentos y leyendas del lugar, heredadas de sus raíces longevas, como: El Gigante Ji, Ji, Ja, La Traka Mandraka y la Señora de nueve hijos que después de fallecida los siguió cuidando, entre otros. A los soraeños les gustan los fuegos artificiales, sin importar que no haya novedades que celebrar. El cuidado del jardín es una actividad que disfrutan y realizan con mucho esmero.
Hay iglesias de diferentes creencias, una escuela, estación de Policía, Junta Comunal, fondas, supermercados y tiendas. El santo patrono es San Juan de Dios y su festividad es celebrada por la iglesia católica el 8 de marzo.
Si bien es cierto, que, con el pasar del tiempo se han dado muchos cambios, que casas con paredes de quincha, pasaron a casas con paredes de bloques y techos de tejas o zinc. Sorá no ha perdido su esencia. Su sencillez invita a disfrutar de su paz, al aire libre y en hamaca, a la espera de retomar la faena del día; o, ni modo, retornar a la ciudad.
La descripción q das, me da por imaguinarme que me encuentro allí, apenas tenga la oportunidad, iré con gusto a visitar ese hermoso paisaje, cuídate mucho y saludos.