Durante las últimas semanas, los inversores observan con preocupación la subida de los tipos de interés y temen la expectativa de un repunte de precios, que llevaría a los bancos centrales a cerrar el grifo de la liquidez.
En un año, los mercados bursátiles mundiales pasaron del colapso histórico de marzo de 2020 a estar en plena forma, con récords en las bolsas de Wall Street o Fráncfort, una velocidad de recuperación que preocupa a algunos observadores.
El 12 de marzo de 2020, el día después de que la Organización Mundial de la Salud declarara oficialmente la situación de pandemia, fue un jueves negro en la bolsa: París (-12%), Madrid (-14%) y Milán (-17%) experimentaron una caída sin precedentes.
Londres (-11%) y Nueva York (-10%), vivieron algo nunca visto desde el crack bursátil de octubre de 1987.
Los mercados sufrieron aún más en los días siguientes. El 16 de marzo, los índices estadounidenses cayeron más de un 12%.
“Fue una auténtica locura, el mercado caía a tal ritmo que pensábamos que no se tocaría fondo”, recuerda Ipek Ozkardeskaya, analista de Swissquote Bank en Londres.
Y ahora, apenas un año después, muchos de los mismos índices han vuelto a sus niveles previos a la pandemia, o los han superado.
El índice estadounidense Nasdaq, que incluye valores tecnológicos, repuntó en junio. Entre su punto más bajo, el 23 de marzo de 2020, y su último récord, el 12 de febrero de 2021, se ha disparado un 105%.
Algunos valores se dispararon en 2020, como Tesla (+743%), Zoom (+396%) y la biotecnológica Moderna (+434%).
En Fráncfort, el Dax bate un récord tras otro.
Nada que ver con la larga crisis que siguió a la quiebra de Lehman Brothers en el otoño de 2008. De hecho, el escenario es el contrario, ya que esta vez ha sido la paralización de la economía real la que ha afectado a los mercados.
“Nos enfrentamos a una crisis de oferta totalmente nueva”, dijo a la AFP Eric Bourguignon, responsable de la actividad de valores por cuenta de terceros de Swiss Life AM.
La economía mundial se congeló, con la paralización de las fábricas, el cierre de fronteras, la suspensión de vuelos y el cierre de tiendas y restaurantes.
Fue “la primera vez que tuvimos una recesión tan marcada, tan global, pero percibida como tan corta” en el tiempo, recuerda Vincent Mortier, subdirector de gestión de Amundi.
Para Kokou Agbo-Bloua, jefe mundial de investigación macroeconómica de Societe Generale, todo recordaba a “situaciones de guerra”.
Por ello, los bancos centrales y los gobiernos actuaron “con mucha fuerza sin tener que rendir cuentas”, según Mortier. Una reacción “muy masiva” que “solo se financió con deuda”.
– “Talón de Aquiles” –
Se inyectaron unos “24 billones de dólares” de dinero fresco a escala mundial, dice Agbo-Bloua, que los mercados recibieron con los brazos abiertos porque llevan años siendo “adictos a la liquidez”, según Bourguignon.
La bolsa vivió “un cisne negro definitivo” en 2020, es decir un evento totalmente impredecible, según JJ Kinahan, jefe de estrategia de mercados de TD Ameritrade en Nueva York. “La forma en que hemos salido de esto es absolutamente increíble”.
Tan increíble que el siempre cauto Banco de Pagos Internacionales (BPI), el banco central de los bancos centrales, detecta signos de exuberancia similares a los de la burbuja de internet de los años 1990.
“Sería muy peligroso pensar que el fin de la crisis sanitaria equivale al fin de la crisis, de hecho es lo contrario”, advierte Mortier.
“El talón de Aquiles de este precario equilibrio” creado por la deuda, “es claramente la inflación”, analiza Agbo-Bloua.
Durante las últimas semanas, los inversores observan con preocupación la subida de los tipos de interés y temen la expectativa de un repunte de precios, que llevaría a los bancos centrales a cerrar el grifo de la liquidez.