Perú, que este domingo elige a un nuevo presidente y un nuevo Congreso, fue cuna de una gran civilización, tiene un invaluable patrimonio arqueológico y una famosa gastronomía, pero le persigue la triste fama de su debilidad institucional.
– Instituciones débiles –
De los diez presidentes que ha tenido Perú tras el fin del régimen militar, en 1980, siete fueron condenados, están salpicados por escándalos o tienen investigaciones de la fiscalía en curso.
Alberto Fujimori cumple condena por crímenes y corrupción. Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski quedaron bajo la lupa por el escándalo de Odebrecht. Martín Vizcarra es investigado por supuestos sobornos cuando era gobernador y por la vacunación irregular contra el covid-19, y Manuel Merino por las muertes de dos manifestantes en noviembre.
Sólo Fernando Belaunde Terry (1980-1985) y Valentín Paniagua, que gobernó ocho meses en 2000-2001, salieron indemnes. Está por ver qué pasará con el mandatario saliente Francisco Sagasti, que asumió el poder en noviembre.
Los últimos 20 años desde la caída de Fujimori conforman uno de los periodos más largos de democracia que ha vivido Perú. En los siglos XIX y XX predominaron los regímenes militares o civiles autocráticos.
La ausencia de partidos políticos fuertes genera además que en el Congreso peruano primen muchas veces los intereses personales.
– Imperio y legado arqueológico –
Con capital en Cusco, el imperio inca ocupó una vasta franja territorial en Sudamérica, desde el sur de Colombia, hasta Chile y Argentina. Floreció en el siglo XV y fue conquistado por los españoles en el siglo XVI, pero su legado sigue vivo.
Un símbolo de su grandeza es la ciudadela de piedra de Machu Picchu, que en 2019 recibió 1,5 millones de visitantes, según el Ministerio de Turismo, pero que en 2020 estuvo cerrado casi ocho meses por el coronavirus. En 2021 estuvo cerrado todo febrero.
Cuatro de los 33 millones de peruanos tienen todavía por idioma materno el quechua que hablaban los incas.
La civilización inca destacó a lo largo del siglo XV por su mitología, religión, cultura, imperio y organización territorial.
Antes que ellos florecieron otros pueblos en los valles y costas de Perú, como el Mochica, Chimú y Nasca.
– Exquisita gastronomía –
Junto al patrimonio arqueológico, la gastronomía peruana es otro de los imanes para los turistas del país, que en 2019 superó los cuatro millones de visitas.
El cebiche -pescado crudo adobado-, el lomo saltado -carne de vacuno con papas fritas y arroz-, el ají de gallina -crema espesa con pollo deshilachado- o las papas a la huancaína -papas bañadas con una salsa cremosa de queso y chile-, junto al célebre cóctel pisco sour y una variedad de cereales andinos y productos del mar, son parte de la variada oferta culinaria que atrae a turistas.
Hay precios para todos los bolsillos. Si bien en Lima hay dos de los diez mejores restaurantes del mundo según la lista ‘The World’s 50 Best’, el Central y el Maido, cada barrio humilde también tiene sus buenos restaurantes.
– Multiculturalidad –
Perú es un país en el que conviven varias comunidades, entre ellas los criollos, que descienden de los españoles, los nativos quechuas, los aimaras, los amazónicos, los de origen africano (descendientes de antiguos esclavos), a los que se suma una extensa comunidad de inmigrantes de China y Japón.
Si bien el español es la lengua más hablada, millones de peruanos tienen un idioma materno diferente, como el aymara, el quechua, el ashaninka y otros idiomas amazónicos.
– El terror de Sendero –
Perú vivió dos décadas de conflicto armado interno desde 1980 a 2000. Fue iniciado por Sendero Luminoso, grupo guerrillero fundado en la región andina de Ayacucho por el profesor universitario de filosofía Abimael Guzmán (preso a perpetuidad desde 1992).
Guzmán ganó miles de adeptos entre campesinos pobres con un mensaje que mezclaba principios maoístas con el antiguo mito inca del Taki Ongoy (canto de estrellas).
El Taki Ongoy había inspirado rebeliones indígenas en la colonia, entre ellas la de Túpac Amaru. Básicamente, el mensaje era que tomar el poder por las armas permitiría reconstruir el imperio inca, lo que traería justicia social.
El conflicto, en el que también participó el guevarista MRTA, dejó unos 70.000 muertos, según la Comisión de la Verdad. Todos los bandos cometieron crímenes y excesos, incluidas las fuerzas militares.