A ese muchacho (Gabriel Medina Delgado), había que apoyarlo, porque se sabía que las fuerzas del mal, los corruptores de siempre, como decía Demetrio Porras, iban a tratar de cooptarlo, de corromperlo.
Cómo, en un pestañear, llevamos al país de la estabilidad y la seguridad a estos niveles de incertidumbre.
Hemos retrocedido unos 25 a 30 años, cuando daba pininos nuestra democracia, y no había seguridad de la capacidad ni del profesionalismo del oficial que se había escogido para director.
Me atrevo a decir: El mejor director que ha tenido la Institución, en los últimos 11 años. Muy disciplinado y correcto en su vida personal, familiar y en el trato con sus compañeros y subalternos, con estudios, no solo los necesarios para llegar a ser oficial, sino con títulos universitarios y un Máster obtenido en el Colegio Interamericano de Defensa, que lo coloca a nivel de generales y de ministros de Defensa de la mayoría de nuestros países hermanos en Latinoamérica.
A ese muchacho (Gabriel Medina Delgado), había que apoyarlo, porque se sabía que las fuerzas del mal, los corruptores de siempre, como decía Demetrio Porras, iban a tratar de cooptarlo, de corromperlo y de no lograrlo, buscarían la manera de sacarlo o de hacer que el Presidente lo sacara.
La institución está en crisis, los malos han superado a los buenos, hay malas acciones y malos ejemplos para los subalternos por doquier. Hace dos años, se pensó que las cosas iban a mejorar, y al principio parecía que así sería, pero, cuanto mucho, el reinado del bien duró unos seis meses solamente.
Oficiales que habían sido dados de baja por malas acciones, por meter la mano; por llevarse bienes del Estado para casas o fincas de amigas o amigos, por quitarle dinero a los reclutas y cadetes que suman cifras millonarias, procesados por la DRP y por el Ministerio Público, empezaron a regresar a la institución ante la vista impotente de los subalternos que los habían visto cometer sus fechorías y otros, con expedientes a punto de ser tramitados y, de repente, llegó la orden que se congelaran. Y ahí están todavía, dando órdenes a diestra y siniestra, como bendecidos por Dios.
Medina estaba al tanto de todo esto y como buen oficial que es, no estaba de acuerdo con estas situaciones.
El bien y el mal se aprecian, se sientan a lo interno de esta y de otras instituciones del Estado panameño, en el caso que nos ocupa. Poco a poco el mal ha ido recuperando terreno. Poco a poco los malos han vuelto a puestos de poder en las direcciones, en las zonas y otras dependencias, y los subalternos que todo lo ven, que todo lo saben, se ven obligados a callar, de lo contrario, les aguantan sus ascensos o corren la misma suerte de oficiales que trataron de mantenerse en la línea de lo correcto y como ahora Medina fueron enviados para su casa. Como reza un viejo refrán panameño atribuido a uno de nuestros grandes líderes: “Policía bota’o no pone boleta”.
Si el Sr. Presidente quiere saber verdaderamente lo que pasa en la Policía, deberá escuchar a los subalternos, a la tropa. Enviar a alguien de probada honestidad a hablar con los subalternos en los cuarteles. No acepte que se los traigan, no acepte los cuentos de los mismos de siempre que están a su alrededor, pues, tratan de que no se entere de lo que verdaderamente pasa.
Estamos provocando o contribuyendo con un daño irreversible dentro de la organización que por antonomasia debe ser la que ponga orden a la hora del desorden, la que protege al ciudadano de bien, al trabajador, al comerciante, al estudiante, al maestro, al doctor, a la enfermera, en fin, a todos los que no tenemos cómo contratar seguridad privada.
¿Qué está pasando en Panamá?
Muy cierto, por lo general, la información correcta, la verdad de lo que sucede, llega tarde o nunca llega a la cabeza. Confiemos que eso sea lo que está sucediendo y no que la cabeza se esté haciendo de la vista gorda o mirando para otro lado
Señor Presidente, no tome en poco las opiniones de los que en verdad saben lo que se cuece en el fondo de la olla.