Sin despegarse de los gestos de improvisación y hermetismo que ya lució en campaña, Castillo atizó controversia al elegir para el Consejo de Ministros a un grupo mayoritariamente posicionado a la izquierda radical.
El presidente Pedro Castillo cumple este sábado un mes al frente del Gobierno peruano, marcado por la improvisación, el hermetismo y la polémica que desató el nombramiento de los miembros de su gabinete ministerial, que el viernes recibió entre duras críticas el voto de confianza del Congreso.
En cuatro semanas de gestión, el maestro de escuela rural vio cómo se materializaba la certeza que ya se vislumbraba desde su triunfo en las urnas: su mandato arrancó sin “luna de miel” y, aunque su equipo de Gobierno logró el visto bueno del Parlamento, la potencial escalada de tensiones tampoco augura un romance a la vuelta de la esquina.
Sin despegarse de los gestos de improvisación y hermetismo que ya lució en campaña, Castillo atizó controversia al elegir para el Consejo de Ministros a un grupo mayoritariamente posicionado a la izquierda radical, con algunos de sus miembros denunciados por presuntos vínculos con la organización terrorista Sendero Luminoso y con graves deficiencias en paridad de género.
Ese gabinete, encabezado por el primer ministro, Guido Bellido, superó la víspera su primer gran escollo político al recibir el voto de confianza del Legislativo.
Esto da luz verde al Gobierno de Castillo a ejercer formal y constitucionalmente sus funciones y evitó una situación de choque abierto entre los poderes del Estado, pero las fuerzas parlamentarias de la oposición ya adelantaron que se esforzarán en las próximas semanas para interpelar o hasta censurar a algunos de los ministros.
PRONTUARIO MINISTERIAL
El problema es que, a los ojos de muchos, los miembros del gabinete no tienen el perfil adecuado para el cargo que desempeñan y a eso se suma que varios de ellos tienen abiertas investigaciones legales en su contra.
El propio Bellido es una de las figuras más cuestionadas por acumular un largo historial de expresiones homofóbicas y machistas, además de investigaciones por los presuntos delitos de terrorismo, apología del terrorismo y lavado de activos.
El ministro de Trabajo, Iber Maraví, también ha sido vinculado a movimientos terroristas, mientras que el de Transportes, Juan Francisco Silva, tiene graves multas de tránsito y fue denunciado por agredir a su ex pareja, al igual que el titular de Ambiente, Rubén Ramírez, que cuenta con varias denuncias por incidentes de agresión y acoso.
Estos son solo algunos de los motivos que llevaron a varios sectores a ver estas designaciones como una provocación política de Castillo más que una estrategia técnica, por lo que varias bancadas del Congreso condicionaron su voto de confianza al Gobierno al cambio de varios de los ministros elegidos.
Antes de la cita en el Legislativo, sin embargo, la cartera de Exteriores fue la única que se vio alterada, con el nombramiento de Óscar Maúrtua en sustitución al excanciller Héctor Béjar, quien dimitió tras difundirse unas declaraciones suyas en las que afirmaba que el terrorismo en Perú lo inició la Armada.
¿SEÑALES DE CONCILIACIÓN?
Uno de los nombres que, en este primer mes de Gobierno, intentó apaciguar un poco las dudas y el temor que despertó la llegada de Castillo al sillón presidencial, fue el del ministro de Economía, Pedro Francke.
Como defensor de posturas más centradas y conciliadoras con la ortodoxia económica, Francke reiteró por activa y por pasiva que las políticas de su gestión mantendrán la estabilidad, promoverán la inversión privada y respetarán la propiedad privada.
A pesar de estos esfuerzos, los mercados ven aún con desconfianza los lineamientos económicos de la nueva Administración, que en campaña insistió en recuperar la soberanía sobre los recursos naturales y redactar una nueva Constitución.
Justamente sorprendió el pasado jueves que este último tema no fuera mencionado por el primer ministro en su discurso ante el Congreso, lo que algunos interpretaron como un gesto que para evitar la confrontación, aunque Bellido lo atribuyó después a la necesidad de tratar asuntos más “inmediatos”.
BAJA APROBACIÓN
Desde que asumió la Presidencia, Castillo no ha dado ni una sola entrevista a la prensa y su aceptación popular parece haberse mermado, incluso entre algunos de los que apostaron por el cambio que prometió en parques y plazas durante la campaña.
Según el último sondeo de la encuestadora Ipsos para el diario El Comercio, el mandatario cuenta con una aprobación del 38 %, la más baja de los últimos 20 años y casi la mitad que algunos de sus predecesores.
El profesor rural, natural de la región andina de Cajamarca, asumió la Presidencia el pasado 28 de julio, tras vencer por apenas 44.000 votos a la excandidata derechista Keiko Fujimori, su rival en unos de los comicios más polarizados de la reciente historia del Perú.
La crispación aún resuena en las redes y las calles del país, donde ciertos sectores de la oposición pasaron de denunciar un supuesto “fraude” electoral sin sustento a pedir la destitución del presidente.