El hispanoperuano Mario Vargas Llosa fue elegido el jueves miembro de la Academia Francesa, la primera vez que un autor que no escribe en lengua francesa entra en esa institución fundada en 1635.
Vargas Llosa es además miembro de la Real Academia Española desde 1994.
Y a sus 85 años su entrada en el templo de las letras francesas es si cabe más excepcional, ya que desde 2010, las reglas son que los candidatos deben tener menos de 75 años.
En la historia de la Academia Francesa ha habido escritores bilingües, como el argentino Héctor Bianciotti (1930-2012), que publicó una parte de su obra en español. Pero Vargas Llosa es el primero que entra sin haber escrito directamente en francés.
En cuanto a la nacionalidad, no existe ninguna regla para formar parte de la venerable institución, que ha acogido numerosos extranjeros en el pasado, aunque siempre francófonos, como el propio Bianciotti, o Julien Green.
Otro precedente ilustre es José Maria de Heredia, poeta nacido en 1842 en Cuba y elegido académico francés en 1894, un año después de su naturalización.
Vargas Llosa fue elegido con 18 votos a favor. Un voto fue a parar a uno de sus contricantes, Frédéric Vignale. Toma el sillón que dejó vacante Michel Serres, académico fallecido en 2019.
– Ligado a la cultura francesa –
Mario Vargas Llosa, que actualmente vive en Madrid, habla francés con fluidez, gracias a su periodo en París tras su llegada en 1959, donde ejerció de traductor y periodista.
El escritor guardó desde entonces estrechos vínculos con la cultura francesa, a la que ha dedicado numerosos ensayos y artículos.
En 2004 publica “La tentación de lo imposible” sobre una de sus obsesiones literarias, “Los Miserables” de Victor Hugo, cuyos engranajes intenta desentrañar en el ensayo.
Apenas dos años después saca otro ensayo, “La orgía perpetua” (2006) sobre “Madame Bovary” de Gustave Flaubert.
– Autor en La Pléiade –
Autor emblemático del boom latinoamericano que sacudió la literatura mundial en la segunda mitad del siglo XX, Vargas Llosa ha reconocido la influencia de intelectuales franceses como Jean-Paul Sartre en sus años iniciales, y en su decisión de convertirse en escritor.
En los años 1970 protagonizó un viraje ideológico pronunciado: de simpatizar con causas como la Revolución cubana a redescubrir el liberalismo clásico y denunciar todo tipo de totalitarismos, de izquierda o de derecha.
Ese cambio, que le granjeó la hostilidad de ciertos círculos, también tuvo su traducción en la arena intelectual francesa.
Se granjeó la amistad de ensayistas como Jean-François Revel (que fue también académico, elegido en 1997), conocido por sus acerbas críticas a la clase intelectual parisina, y siguió con atención las batallas políticas en este país.
Gran parte de su obra ha sido traducida al francés, esencialmente en la editorial Gallimard. Fue el primer escritor extranjero vivo que entró en la prestigiosa colección de la Pléiade, en 2016.
La Academia Francesa tiene una misión parecida a la Real Academia de la Lengua española. “Dotar a nuestra lengua de reglas claras y convertirla en pura, elocuente y capaz de tratar las artes y ciencias”, enuncia su artículo 24.
Su primer diccionario fue publicado en 1694.
Fundada por el cardenal Richelieu, la Academia se encuentra en la orilla izquierda del Sena, frente al museo del Louvre.
Hasta la fecha ha tenido 737 académicos, conocidos en Francia como los Inmortales.
La última vez que se sentó un Premio Nobel en la Academia Francesa fue François Mauriac, elegido en 1933 y galardonado con el premio sueco en 1952.
De los cuarenta sillones de la institución, cinco siguen vacantes. Los 35 restantes están ocupados por 29 hombres y 6 mujeres.