La última vez que puso un pie fuera de Gaza, Milad Ayyad tenía 10 años. Dos décadas más tarde, este palestino cristiano ha recibido lo que nunca esperó, la autorización de celebrar Navidad en Belén.
Ortodoxo como la mayoría de cristianos de Gaza, a Milad Ayyad le faltan dedos para contar los intentos de conseguir un permiso de salida de Gaza, bajo bloqueo de Israel desde hace cerca de 15 años.
Este año, 500 cristianos del enclave han recibido la ansiada autorización para entrar en Cisjordania ocupada, territorio palestino separado de Gaza por suelo israelí y donde se sitúan numerosos lugares santos, en cabeza de los cuales está la basílica de la Natividad de Belén, según la tradición, construida en el lugar en que nació Jesús.
Cuando Milad, cuyo nombre significa ‘nacimiento’ en árabe, supo que había recibido el preciado documento de viaje, válido durante un mes, sintió “una alegría indescriptible”.
“Las celebraciones en la ciudad de la paz, Belén, son especiales. No se pueden comparar con las de Gaza, que ocurren entre los muros de la iglesia, con solamente una misa y un pequeño grupo de scouts”, explica este estudiante de historia.
El número de cristianos en Gaza mengua de forma regular, ya que muchos se han marchado desde que el movimiento islamista Hamás se hizo con el poder en 2007. Según responsables cristianos locales, no superan el millar, frente a los 7.000 de antes de 2007.
– Todo un periplo –
La preparación del viaje de Milad fue un periplo en sí misma.
Para empezar, las autoridades israelíes no indican cuándo sería expedido el documento, dejándolo en la incertidumbre.
Luego, Milad tuvo que llamar a su tío para asegurarse de que pudiera acogerlo en su casa en Beit Sahour, ciudad vecina a Belén, para tener un lugar en el que quedarse. Más tarde, hubo que organizar el trayecto hasta el punto de paso israelí de Erez y controlar su ansiedad al entrar en el inmenso edificio de alta seguridad.
Pero el mayor desafío fue convencer a su padre, Abu Rimon, de que su hijo no tenía nada que temer por cruzar solo a Israel. “Mis hijos son lo más querido”, dice el hombre, gravemente enfermo, que tiene en mente la imagen de soldados israelís disparando a palestinos.
En el patio de su casa en Gaza, hizo falta que un vecino se sumara a los esfuerzos de su hijo para convencer al patriarca de que, con un permiso israelí, no había riesgo.
El domingo, el día del gran viaje, llegó. Milad salió de Gaza. En el coche que le esperaba a la salida de Erez, le costaba ponerse el cinturón de seguridad, que en Gaza es poco más que un adorno.
El joven, que no recuerda haber visto en su vida un israelí, iba descifrando los paneles que señalan las ciudades israelíes, puertas de entrada a otro mundo.
Él, que se había comprado un abrigo forrado para “el frío de Belén”, admiró el verde del paisaje, recordando que “no hay bosques como este en Gaza”.
Milad se perdió las celebraciones del 24 de diciembre pero nada podría empañar su alegría, sobre todo porque para él, en tanto que ortodoxo, el nacimiento de Jesús se produce el 6 y 7 de enero.
Además, el domingo era día de misa en Belén. En la plaza del pesebre había más cristianos que en todo Gaza. Milad se hizo un selfi delante del inmenso abeto, visitó la basílica de la Natividad, encendió una vela y se recogió en la gruta donde habría nacido Jesús.
El permiso de salida le trajo un poco de luz a su vida en Gaza, territorio que va de crisis en crisis, sobre todo siete meses después de la guerra relámpago entre Israel y Hamás, por la que “aún lloramos a los muertos”.