El misterio de la dispersión de una extraña planta panameña

El misterio de la dispersión de una extraña planta panameña
La Zamia pseudoparasitica es la única en su género que crece sobre otros árboles, pero poco se sabe sobre por qué evolucionó así. Foto, Pedro Luis Castillo, Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

Cámaras trampa en el dosel del bosque, documentan a un mamífero nocturno que podría estar ayudando a la Zamia pseudoparasitica a sobrevivir en las alturas.

Dormir dentro de un auto a veces es necesario para científicos realizando trabajo de campo. En 2020, un equipo de jóvenes investigadores pasó dos noches durmiendo en su carro en las montañas del Oeste de Panamá. La segunda noche no fue intencional: se les averió el carro en El Copé, en la provincia de Coclé, y debieron esperar una grúa, pero al menos una señora de los alrededores se apiadó de ellos y les preparó patacones con café. Algunos años y una pandemia después, se publicó en la revista Ecology and Evolution el estudio que resultó de aquellas aventuras y que revela pistas sobre la historia natural de una inusual planta que solo existe en Panamá.

La Zamia pseudoparasitica es una especie única, que solo crece en los bosques nubosos montanos del oeste de Panamá. Es una cícada que pertenece a una orden de plantas muy antigua que se asemejan a las palmeras y que producen conos. El género, Zamia, originó 68.3 millones de años atrás, cuando aún había dinosaurios sobre el planeta. Pero lo más inusual sobre esta especie en particular es que es la única Zamia epífita en el mundo: no crece en el suelo, sino que cuelga de las ramas y troncos de los árboles usando sus raíces, generalmente a 7-20 metros sobre el suelo.

Para empezar a resolver el misterio de cómo esta especie persiste en el dosel del bosque, se formó—de manera un tanto fortuita—un equipo de investigación.

Claudio Monteza, investigador visitante del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y estudiante de doctorado del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y Lilisbeth Rodríguez, bióloga y pasante de Senacyt-STRI, se toparon un día en la estación de investigación del Smithsonian en isla Barro Colorado, en el canal de Panamá. Ella le contó sobre el proyecto en que estaba realizando con la Z. pseudoparasitica, bajo la supervisión de Juan Carlos Villarreal, biólogo de la Universidad de Laval en Canadá, y la científica permanente de STRI, Kristin Saltonstall.

“Mi objetivo era colectar muestras de diferentes especies de Zamias del país”, dijo Rodríguez. “Luego estas muestras serían analizadas en el laboratorio para conocer las especies de hongos y bacterias que crecen en el interior de sus hojas”.

Su supervisor Juan Carlos Villarreal le comentó que nadie sabía cómo se dispersaban las semillas de esta planta: todavía era un misterio. Pero dada su experiencia escalando árboles como parte del proyecto, y conociendo el trabajo de Claudio con las cámaras trampa para estudiar el comportamiento de los mamíferos, Lilisbeth le pidió algunas cámaras trampas prestadas. Quería colocarlas en lo alto de los árboles para descubrir qué especies de animales interactuaban con la Zamia.

Claudio se sumó al proyecto, así como Pedro Luis Castillo, asistente de investigación en STRI, y Edgar Toribio, guía turístico de Santa Fe. A finales de 2019 colocaron las cámaras trampas en árboles de tres áreas protegidas donde crece la Z. pseudoparasitica: el Bosque Protector Palo Seco, el Parque Nacional Santa Fe y el Parque Nacional Omar Torrijos Herrera, en El Copé. En marzo, poco antes de que empezara la cuarentena obligatoria por la pandemia en el país, colectaron las cámaras trampas.

Lo que vieron en las imágenes podría ayudar a explicar cómo la Z. pseudoparasitica se dispersa en los árboles y no en el suelo como las demás especies de Zamia.Mientras siete mamíferos distintos visitaron las ramas en las que crecían también las Z. pseudoparasitica, algunos no le prestaban atención a la planta; otros, como los monos capuchinos, zarigüeyas y kinkajús inspeccionaban sus conos, incluso algunos los lamían, pero no se llevaban las semillas. Solo el olingo (Bassaricyon gabbii), un mamífero nocturno que está activo en lo alto del dosel y se alimenta principalmente de frutas, fue observado repetidamente en los tres sitios del experimento. Cuando los conos de Z. pseudoparasitica aún permanecían cerrados e inmaduros, se les observó inspeccionándolos y mordiéndolos. Una vez abiertos, las cámaras detectaron a los olingos colectando hasta cuatro semillas por visita.

“Puede que los olingos se estén llevando las semillas a lo que sería su sitio para dormir o tal vez a un banco de semillas”, explicó Monteza. “Si lo están haciendo, cosa que no sabemos todavía con certeza, ayudaría a explicar por qué esta es la única especie de Zamia que vive en el dosel del bosque”.

En otras palabras, si las semillas están siendo almacenadas en el dosel por los olingos, hay posibilidades de que pudiesen terminar en lugares favorables para su germinación en las alturas.

“Los bosques montanos del oeste de Panamá son únicos, llenos de muchas especies que no se encuentran en ningún otro lugar”, dijo Kristin Saltonstall, co-supervisora del proyecto. “Es emocionante documentar esta interacción entre una planta tan especial y un animal del que también se sabe muy poco”.

“La Z. pseudoparasitica es una epífita real; es decir que toda su vida la hace en el dosel del bosque”, dijo Monteza. “Cómo persiste allí es una incógnita que tal vez empecemos a resolver con esta primera sugerencia. Es emocionante porque podemos continuar con la siguiente fase colectando más datos; por ejemplo, se nos ocurre que podemos marcar las semillas con bioluminiscencia y esperar a que los olingos se las lleven para luego en la noche buscarlas”.

Este estudio recibió fondos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), el Packard Foundation Fellowship (2016-65130), el National Science Foundation (NSF BCS 1514174), y una Cátedra Alexander von Humboldt.

 

Luego de que se levantaran las restricciones de movimiento por la pandemia, los co-autores con frecuencia se encontraban en cafés para trabajar en el manuscrito del artículo. Foto, Claudio Monteza, Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales e Instituto Max Planck de Comportamiento Animal.

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