Lamentablemente, quienes hemos seguido la disruptiva trayectoria del camarada Saúl, estamos claros del probable final de su Mesa Única, un rotundo fracaso, convertida como va en un disparatado monólogo de dos, él y Hughes.
Nuestra sociedad ha sufrido semanas de cierres, huelgas, tumultos y violencia, promovidas principalmente por algunas asociaciones magisteriales, el sindicato de la construcción, y el sector indígena gnäbe.
La gran mayoría de nuestra población, acostumbrada a estudiar, trabajar, producir y aportar, ha visto su vida afectada por aquellos grupos que exigen y reciben en demasía, en comparación con su deficiente aporte al esfuerzo productivo de la sociedad nacional.
Entre estos actores destaca la figura del camarada Saúl, maestro de la exigencia y disrupción, quien no supera el mínimo escrutinio.
El camarada Saúl reclama democracia, pero él y su antecesor inmediato han dirigido el sindicato que representan desde 1990 a la fecha;
– el camarada Saúl reclama representatividad nacional, pero la participación electoral de su agrupación con su predecesor y él como opción, marcaron 0.61% y 0.69%, respectivamente, en las elecciones generales del año 2014 y 2019;
– el camarada Saúl reclama transparencia, pero dirige una organización que ingresa la suma aproximada de B/.4,000,000.00 al año en cuotas sindicales, sin estar sujeto a requisito de audito alguno por parte de la entidad gubernamental supervisora;
– el camarada Saúl se queja del supuesto carácter oligopólico o poco competitivo del sector privado panameño, pero su organización sindical es única y no admite competencia;
– el camarada Saúl reclama respeto a los derechos sociales, pero es el mayor violador de derechos fundamentales, tales como la libertad de tránsito, el emprendimiento, y el derecho a disentir de sus agremiados;
– el camarada Saúl reclama autonomía sindical, pero pretende imponer su voluntad al colectivo nacional, a sangre y fuego, cueste lo que cueste.
Sin menoscabar el sano propósito inicial de la protesta, un alivio al disparado costo del combustible, no hay duda que el camarada Saúl es un efectivo doble cara, quien sin practicar lo que reclama, ni representar lo que pretende, ha puesto de rodillas a nuestras aterrorizadas Autoridades.
Así las cosas, logra imponer su dialogo excluyente, en mesa cerrada bautizada a su imagen y semejanza, incluida su palabra preferida en el título de Mesa Única de Dialogo.
A esta mesa se integran, además, como parte del grupo exclusivo, sus aliados de turno, el magisterial y el originario gnäbe.
El primero representado por los maestros, que en nuestro país gozan de un salario mínimo promedio mensual de B/.1,240.00, que excede en un aproximado de 33% a sus inmediatos segundos, los maestros de Uruguay quienes seguramente rinden una educación muy superior a la nuestra; y al sector gnäbe, sin duda los principales beneficiados per cápita de aportes sociales del Estado, que en su conjunto superan la suma anual de dos billones de balboas distribuidos a nivel nacional.
Todo ello a expensas de la sociedad productiva, al mismo tiempo que los tres grupos exclusivos cobran, sus cuotas sindicales el grupo representado por el camarada Saúl; sus salarios, los maestros en huelga; y sus beneficios sociales los gnäbes.
No hay mal que por bien no venga, y del desastre de una crisis impuesta, surge de la sociedad productiva una Gran Alianza Nacional por Panamá, que augura un porvenir de esperanza al país.
Sería positivo la Alianza sugiera al camarada Saúl que su toda poderosa organización inicie un emprendimiento cooperativo para importar arroz, ofrecer otros comestibles de la canasta básica, y productos de primera necesidad a los más vulnerables, a precios que logren competir con y aliviar aquellos ofrecidos por nuestros, según él, abusadores comerciantes y productores. Con un poco de suerte, le sobraría el tiempo para practicar y lograr algo que a él, sus compañeros y aliados de turno les hace falta con creces, la productividad y eficiencia.
Lamentablemente, quienes hemos seguido la disruptiva trayectoria del camarada Saúl, estamos claros del probable final de su Mesa Única, un rotundo fracaso, convertida como va en un disparatado monólogo de dos, él y Hughes. Engendro que solamente el camarada Saúl es capaz de producir.